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01. COMIENZA EL VIAJE
© Enrique Alcalá Ortiz
A Rosario Sicilia Rojas
Rafael Sánchez Sánchez, y
Antonio Fernández Pareja.
Prieguenses ilusionados
se congregan a las once
del veintisiete de agosto
de un dos mil cinco que corre
abandonando el verano
de sirocos y sudores.
La noche siempre de oscuro
luces de focos absorbe.
Muchedumbre en las terrazas
va rellenando sus odres.
Otros caminan despacio
buscando sus camarotes.
Adoquines del Palenque
aparentan vibraciones;
y el gran mercado nos dona
una ventisca de olores
de frutas y verduras
y pastelillos dulzones.
Dos lustrosos autobuses
-príncipes de los transportes-
abren sus puertas al máximo
ofreciendo su gran mole
a un centenar de viajeros
que se acumulan de golpe.
Se sientan de dos en dos,
es decir, en fila doble.
En los bajos de su vientre
de estos amplios mastodontes
se apretujan bolsos, bolsas,
paquetes y maletones.
Cada uno busca su asiento
allí donde corresponde.
-Yo tengo el número diez.
- Pues nosotros el catorce
- A aquél le dieron la cola.
- Y el primero, al del bigote.
Se repartieron los números
para evitar hecatombes;
sin los números sería
el tronío de garrotes,
declaración de la guerra
y el reparto de mandobles.
El gran Antonio Fernández,
diligente gentilhombre
repasa folios listados
donde se muestran los nombres.
Los puntea uno tras otro
hasta completar el lote.
- ¿Estamos todos? ? pregunta.
- Al completo, - le responden.
- Pues, entonces, conductor,
ponga en marcha el carricoche.
La palmera con sus palmas,
luciendo su bello porte,
les desea feliz viaje
y que nada se malogre.
- ¡Muchas gracias, palmerita,
buen jardinero te pode!
Instalados y dichosos
con amigo o con consorte,
se preparan ya la siesta
sea mujer, o sea hombre.
Para mis adentros pienso
que cada cual se acomode
como le vengan las ganas,
mas no deseo que ronquen;
los ronquidos me trastornan
y me ponen paranoide.
Al que ronque, despertarlo,
o darle unos azotes.
El bus recorta kilómetros
mientras parte el horizonte.
Almedinilla y Alcalá
entre olivares se esconden,
mientras que Mota y Alcazaba
disfrazan sus torres de ocre.
La Granada mora asombra
entre brumas de fantoche.
Murcia entre sus ricas huertas
es luciérnaga de goce.
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