© Enrique Alcalá Ortiz

Como primera excursión

marchamos al Principado,

pequeño entre los minúsculos

de los pequeños estados.

Se nos ofreció entre luces

con sus millares de faros

la ciudad que los Grimaldi

desde siglos gobernaron.

La catedral bizantina,

museo oceanográfico,

jardines del paraíso,

mansiones de acaudalados,

con coches de superlujo

y en la bahía sus barcos.

Mónaco nos sobrecoge

y se esculpe en Montecarlo

donde la diosa Fortuna

en su Casino afamado

brinda riqueza de azar

entre ruletas y dados.

El nuevo príncipe Alberto

a las puertas del Palacio

se paseaba tranquilo

con sus dos hijos bastardos.

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