© Enrique Alcalá Ortiz

Y lo que parece un cuento,

-es decir, una inventiva-,

como aquellas de Calleja

que vendían a perrilla,

es el cobro del portazgo

al autobús que camina

con dirección a Venecia

para ver sus maravillas.

Cobrarnos para ir al pueblo

es toda una villanía.

Dorados serán los huevos

que les ponen sus gallinas.

Cobrar por venir a verlos

es mucha descortesía.

¡Qué les lluevan huevos duros

y que se enhueven sus islas!

Sirio nos abrió sus brazos

y en habitaciones limpias

dio cobijo a los prieguenses

que vienen de Andalucía.

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