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03.31. COMUNICACIONES Y CONFERENCIAS

 




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POESÍA DE ENRIQUE ALCALÁ ORTIZ - Prieguenses en Italia

08. VENECIA Y SUS CANALES

© Enrique Alcalá Ortiz



Para ir a esta ciudad

no existen las carreteras,

al estar en siete islotes

se hundirían al hacerlas.

Por eso cogimos barco

de motor, que no de velas.

Llamado aquí vaporetto

que al navegar balancea

de babor hasta estribor

como casco de nuez hueca.

Muchos de ellos van sentados,

los demás sobre sus piernas,

contemplaban el paisaje

que en lontananza se eleva.

 

Atracar fue cosa fácil,

como el zarpar nos lo fuera,

unos tras otros cruzamos

una móvil pasarela

que a modo de pontanal

nos unía con la tierra.

Alguien Colón se creía,

el descubridor de América;

otros hermanos Pinzón

dueños de las carabelas;

ese sueña con Pizarro

cabalgando a la jineta.

- Sois solamente turistas -

dice la guía risueña-,

apresurar vuestros pasos

que vamos a la plazuela.

 

La plaza resultó ser

lo más grande que se vea,

la llaman la de San Marco,

¡imposible ser más bella!

Nos reciben dos columnas:

San Todaro, la primera,

la del León de San Marcos

hace con ella pareja.

Varios cientos de palomas

en el suelo picotean,

se apelotonan y empujan

cuando comida les echan.

Otras levantan el vuelo

a la campanaria celda,

pues desde este campanario

la ciudad se manifiesta.

Lo llaman dueño de casa

y no hay más verdad que esa

pues laguna y monumentos

todo su esplendor nos muestran.

¡Eso dicen las palomas

y a ellas hay que creerlas,

que nadie de los de aquí

subió tantas escaleras!

 

Justo al lado está la Lonja

con tres arcadas maestras

como nuestro Ayuntamiento,

pero si te pones cerca?

cuatro cobrizas estatuas

que Sansovino esculpiera

dan prestancia a la fachada

en el dintel de las puertas.

Son las de Apolo, la Paz,

dioses Mercurio y Minerva.

En el nuestro no hay ni una,

aunque dentro puede haberlas,

y si no son de metal,

quizás lo fueran de cera.

Tanto unas como las otras

siempre permanecen quietas.

 

Si volvemos la mirada,

o giramos la cabeza,

el resultado es el mismo,

nos encontraremos cerca

dos soberbios edificios:

la Librería, a la izquierda,

el  gran Palacio Ducale

lo vemos a la derecha,

junto al Museo Correr

que casi junto se encuentra.

 

Este Palacio del Duque

es asunto que marea

un admirable edificio

de miradas versallescas

como Aranjuez o La Granja,

cuya fachada nos muestra

un gótico muy florido

en rosa de primavera,

hecho con mármol del fino

en una gama bermeja,

formando grandes arcadas

y una lonja más extensa.

Más grande que nuestro Pósito

que tristemente muriera

en años republicanos

para hacer unas escuelas.

 

Por la Puerta de la Carta

al gran patio se penetra.

La Escalera de Gigantes

a una galería lleva

donde se exponen estatuas

que Rizzo tan bien hiciera

y que en Verona, su pueblo,

con gran fervor aprendiera.

 

Para subir a las plantas

de Oro vemos la Escalera,

y tantas son las estancias

que por centenas se cuentan

ricamente decoradas

con mármoles, con maderas.

con estatuas, con pinturas

y muchas obras maestras.

Grimani, Frizzo, Filósofos,

Sala de las Cuatro Puertas

Consejo de los Diez, Cofre,

Mayor Consejo, señera,

Colegio, Senado, Brújula

Milicia del Mar, serena.

La sala de los Tres Jefes

y sigue esta realeza

con Censores, Escrutinio

hasta las Prisiones Nuevas.

 

Florentinos y lombardos

con su oficio de primera

nos dejaron con su nombre

esta casa palaciega

Por citar, cito a Tizziano

a Tintoretto a su vera;

a Varonese y Parodi

con esos dos se codean.

Nuestras escuelas taller

que vengan por aquí? ¡y aprendan!

Ya vino el pintor Velázquez

y él no sintió vergüenza,

copió lo que copiar pudo

y hoy en el Prado se encuentra.

 

La catedral de San Marcos

es monumento que encierra

la historia de la República

como cualquier biblioteca.

Toma de los bizantinos

pareceres y maneras,

sus cúpulas y mosaicos

y una planta de cruz griega.

Con un caprichoso efecto

en su óptica y en su cantera,

es símbolo de la Plaza,

 y por la noche, lumbrera.

Bajo el retablo mayor

en urna tras una reja

guardan restos de San Marcos

el que tan bien escribiera

uno de los evangelios

a mano y con buena letra.

A salir del interior

de esta imponente lucerna

el rico Retablo de Oro

el deslumbramiento aumenta.

 

Estabilizado el pulso,

recuperadas las fuerzas,

era obligado tomar,

una de las barcas esas

que aquí góndolas se llaman,

pero si se las observa

son tajadas de sandía

transformadas en corvetas.

En estas lunas crecientes

-que nos menguan las monedas-,

avezado gondolero

con camisa marinera,

sombrero de jipijapa

y cinta roja en la oreja,

con una vara muy larga

esta chalupa gobierna.

Va pinchándola en el fondo

y después le da con fuerza,

mientras arruga la cara

que el sol le puso morena.

 

El Canal Grande es una ese,

como una gigante arteria

como una calle rizada

de blanca espuma cubierta,

fondeado de palacios

de construcciones soberbias

de hermosas arquitecturas,

lo mismo que las iglesias,

que se agrandan, que se achican,

que se arriman, que se alejan.

De vez en cuando aparecen

barrios con casitas viejas

que se adornan con canales

y se agrandan con placetas.

 

Con el suave bamboleo

y tanta magnificencia,

mientras la barca despacio

flota como una pavesa

pasamos el Puente Rialto

y allí bajamos a tierra.

 

Paseamos por las calles.

Nos paramos en las tiendas.

Compramos unos objetos.

Nos vaciaron la cartera?

 

En el Puente los Suspiros

una va, cae y tropieza.

Nos dio un pánico de muerte.

Al levantarla nos dice

con una cara risueña

como si nada pasara

- Aquí se cae cualquiera.

Verdad es que tuvo suerte

porque nos resultó ilesa.

 

Si alguien tropezó de nuevo,

y más si es una mozuela

no es cosa de publicarlo

al sonido de trompetas,

Más si tropezó de noche

y despeinó su melena.

En este caso feliz

hay que dar la enhorabuena

porque eso no es un tropiezo,

¡eso es una gran faena!

Si la realizó bien

debemos darle la oreja

y al dar la vuelta al ruedo

le gritaremos: ¡toreraaaaa!

 

La ciudad es una flor

donde acuden las abejas

a libar con los dos ojos

las abundantes bellezas

de esta ciudad de las hadas,

encantada y de leyenda.

Por mucho que la encumbremos,

mucho más, atrás se queda.

Si quiero cantar a gusto

tendré que comprar cien cuerdas

para aumentar los sonidos

que salen de mi vihuela.

Venecia todo es armiño;

púrpura,  todo es Venecia,

pues no tiene desperdicio

de los pies a la cabeza.

Venecia en aguas de mar

que nadan por tus aceras.

Los peces son los faroles

que se cuelgan en tus puertas.





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