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09. CAMINO DE MONTICATINI
© Enrique Alcalá Ortiz
Con los pies muy reventados
pero con los mismos bríos,
con la cara satisfecha
proseguimos el camino,
es decir, las autopistas.
Y cruzando por Bologna
con Moticatini dimos,
es decir, nos deportaron
a nuestro nuevo cobijo,
un hotel de tres estrellas
cuya agua era un peligro:
parecía el alperchín
que sale de los molinos.
Después de cenar corriendo,
trasegando entre mil gritos,
cargados con las maletas,
formar humano amasijo
para recibir las llaves
de tu nuevo domicilio,
esperar al ascensor
que siempre tardará un siglo,
ya traspasado el dintel
y sin ningún imprevisto
empieza la ardua tarea
repetida al infinito
de deshacer las maletas
y darse con el cepillo;
quitarse el sudor del día,
preparar nuevos vestidos,
después tenderse en la cama
y así descansar tranquilos.
Si alguien hiciera algo más,
no es para aquí decirlo,
que me lo diga más tarde
y le pongo un añadido.
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