l inicio del siglo XX va a seguir con la misma tónica de contrataciones de los últimos años. El empresario Alfredo Serrano Marchirán le había ido estupendamente en las anteriores actuaciones de mujeres toreras, por lo que una vez más repite con ellas para intentar poner el cartel "no hay billetes" en la taquilla.

            Por otra parte, se incrementan el número de diarios, como es el caso de El Defensor de Córdoba y un decenal llamado La Brújula de Carcabuey, y con lógica, los corresponsales que mandan noticias sobre los eventos taurinos celebrados en la ciudad.

 La Brújula, en su número de agosto de 1901, anuncia las actuaciones de las Señoritas toreras y la del célebre Don Tancredo para los días de Feria, éste finalmente no intervendría. Para incentivar la entrada se rifaba un mantón de Manila, pero sólo para las entradas de sombra. Los pobres del sol con sus sombreros de paja y gorras para evitar los calientes rayos de sol, se ve que no necesitaban estas prendas tan elegantes: "FIESTA NACIONAL.- El día 3 de septiembre, feria en la ciudad de Priego, se celebrará una magnífica corrida de seis novillos de muerte, para la cual el activo empresario de dicha plaza, don Alfredo Serrano, tiene contratadas a las cuadrillas de Señoritas toreras, en las que figuran las afamadas matadoras Angelita y Pepita.

                         En uno de los novillos, ejecutará el experimento de D. Tancredo  la señorita Julia y en el siguiente, el mismo rey de valor, Don Tancredo López (que también está contratado).

                         La empresa, hará un magnífico regalo, consistente en un precioso mantón de Manila, valorado en 150 pesetas, que se rifará en uno de los intermedios de la lidia. Los números para este sorteo son gratuitos y van unidos a las entradas de sombra[1]".

                         Mientras llegaba el gran espectáculo ferial, algunos inquietos aficionados el día de la Asunción se entretienen con una corrida de vaquillas: "CORRIDA DE VAQUILLAS.- El 15 de este mes se verificó en Priego una corrida de capillas, siendo estoqueadas una de ellas por Miguel Maíz Carmona, y otra por J. Antonio Villatoro. Hubo gran animación, y el ganado resultó bueno[2]".

                         Desde Carcabuey, Antonio Ortiz de Galisteo y León, nos escribe una detallada crónica, desenfadada e irónica de la novillada de Feria: "SECCIÓN TAURINA.- En la tarde del tres del corriente verificóse en Priego una novillada, para la cual estaba contratada la cuadrilla de señoritas toreras. Eran sobre las cuatro y media, cuando a la correspondiente señal de la presidencia, suena la música, entonando el obligado pasodoble, y, después de la petición de llave y demás pormenores de rúbrica, sale al redondel el primer torete, que, como todos sus compañeros de fatigas, pertenecía a la renombrada ganadería de los señores de Priego don Nicolás y don José Lozano; sale, como iba diciendo, corniabierto y de muchos pieses que isía uno de ar lao; Pepita, una e las mataoras, ejecuta un trabajo de filigrana en verónicas, luciéndose también María Pagés, quien puso un par el primero de la tarde- archisuperior: gran ovación. Pepita coloca un par de zarcillos al buró a la media vuelta, y, tomando los trastes de matar, intenta pasarlo de muleta, haciendo el cornúpeto por ella y sufriendo un levísimo varetazo en el muslo derecho. Después de varios pases cambiados, atiza una soberbia estocada a volapié, un poquito ladeada, que lo envió al lugar del desuello.

                         Segundo, negro, cornirretinto, de menos poder que su predecesor; una bonita faena con los percales y las oportunas banderillas; Angelita lo pasa cuatro veces al quiebro, logrando pararle los pies; óyense palmas y olés; lo pasa de muleta casi igual que su compañera, si bien sufrió el desarme al primer intento de pinchar en los rubios; da un pinchazo, una tendida, tirándose, ya arrancada, desde demasiado lejos, logrando entonces firmar a la res su sentencia de muerte. Concediósele la oreja.

                         Tercero, blanquirrubio, cornicerrado, con agujetas negras y afiladas, de muchas libras; Angelita emplea una lucidísima faena con la capa; pero como el torete está cojo (del delantero izquierdo) se arrodilla frecuentemente; Pepita estuvo a punto de ser enganchada al señalar un par de zarcillos, y, con atrevimientos y decisión colócalo a cuarteo; después, con los trastes de matar, da uno de frente, otro por derecha, tirándose desde lejos; un pase a derecha, propinando acto continuo un pinchazo sin preparación, cortándole una arteria, pues arrojaba sangre en abundancia; un tercer pinchazo bien señalado, aunque con poca oportunidad, otra nueva estocada, y, por fin, una monumental que hizo innecesaria la puntilla. Se le otorgó la oreja. Muchas palmas.

                         Cuarto, negro y noble, enjuto de carnes y cornialto, sin nada notable que referir, sino que las señoritas deseaban complacer y trabajaban de mistó, Pepita da dos pases por derecha de pitón a pitón; a un descuido queda desarmada; un pinchazo en hueso y caído; (pues debió pasarlo más veces de muleta); dos pinchazos como a pase de banderillas, concluyendo con el bicho, mediante una estocada excesivamente caída.

                         Quinto, ceniciento y rubinegro, corniabierto y de muchísimo poder; Angelita estuvo trabajadora, si bien se apresuraba por lo tarde que era (las 6 y 40), y, con breves momentos de capeo y banderillas, da dos pases a izquierda; dando el torete en el intento de saltar la valla, sólo consigue colocarse dos veces sobre las tablas; otro pase cambiado y una buena estocada que acabó con la res y la corrida que tuvimos la satisfacción de presenciar. Antonio Ortiz de Galisteo y León. Carcabuey, 4-9-901[3]".

                         F. Ontiveros, corresponsal del Diario de Córdoba, nos entera de otros pormenores de la novillada: DESDE PRIEGO.- (De nuestro corresponsal).-  Han pasado los días de feria que, a decir verdad, este año ha tenido de todo, y por lo tanto nunca como ahora ha podido usarse con más propiedad la expresión de que cada uno habla de la feria según en ella le va.

                         De estos días, más que otra cosa, queda, como siempre, algún recuerdo más o menos desagradable, y no poco cansancio.

                         Aunque el real de la feria ha parecido este año algo menor concurrido que en el anterior, ha habido más transacciones, y el ganado se ha vendido a muy buen precio.

                         El día tres tuvimos la corrida de novillos que había anunciada, pero sin don Tancredo; así es que sólo tomaron parte en ella las Señoritas toreras que por cierto fueron muy aplaudidas.

                         Los novillos eran de la ganadería de los señores Lozano, vecinos de esta ciudad, y en honor a la verdad, el ganado fue bueno, si bien algunos novillos se resistieron al desastroso fin que les estaba reservado, aunque pudiera servirles de consuelo el morir a manos de la Pepita.

                         Lo único que desagradó aquella tarde en la plaza fue el papel que hizo el caballero Quesada, que se presentó al público con traje de torero y sirvió como una de aquellas niñas- solamente de estorbo, hasta el extremo de ser calificado de fantoche.

                         Quizá lo malo que habrá hecho el activo empresario señor Serrano (que ciertamente se desvive por agradar) es llevar al ?redondel? a quien nada tiene de torero, y sí, según se ha visto, de lo que dijeron algunos periódicos refiriéndose al que quiso llamarse rey de valor.

                         También hemos disfrutado en estos días de una buena compañía ecuestre; y como novedad de este año hemos notado la instalación de una magnífica tienda con preciosos objetos destinados a la rifa a favor de la Beneficencia.

                         Por lo demás, la feria ha sido como todos los años: muchas buñolerías, abundancia de puestos de bebidas, tiendas de juguetes y quincalla, sin faltar polichinelas y caballitos de madera.

                         Con motivo de la feria hemos visto aquí a muchas personas de los pueblos inmediatos, entre ellas al ex diputado a Cortes señor Abril, con sus bellas hijas; a don Bernabé F. de Villalta, y a don Joaquín Ayerbe, con sus distinguidas señoras; a don Luis y don Eloy Fernández Mariscal y don Federico Ramiro, de Luque; a don Luis Cassani, de Baena; al director del periódico La Brújula, de Carcabuey, y de este mismo pueblo a don Esteban Galisteo y a don Antonio Serrano Palomeque.

                         ...

                         El director del colegio de primera enseñanza ha dejado en el mes actual de desempeñar el cargo de maestro en el colegio de San Félix, establecido en la calle Solana, de esta ciudad, por no poder, según nos dice, continuar allí perjudicando sus intereses, y desde el día se establece en la calle Cañamero, en donde los padres tendrán un buen centro de enseñanza que utilizar en beneficio de sus hijos.

                         Deseamos al laborioso profesor prosperidad y alumnos suficientes a quienes enseñar[4]".

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