© Enrique Alcalá Ortiz

Con el dolor de la muerte

se doblaron tus rodillas:

Virgen de las Angustias,

con tu Jesús ya sin vida.

Tu voz se pierde

en la cóncava cavidad

del monte de las Calaveras,

y con tonalidad lastimera

pone bálsamo de amor

por el Hijo que inerte

sostienes en tus brazos

cubierto de sangre

y de moraduras.

Tu voz se expande

en el océano

de ese inconmensurable destino

sembrado de esperanzas

y auroras boreales,

que la Carne de tu Carne

predicó por tres años a sus paisanos,

y hoy, como contraste de Vida Nueva,

pone luto a tus angustias desbordadas.

Tu voz, sin fonemas de ruido,

mensaje sin palabras,

escribe tribulaciones de muerte

por este Hijo que no te dio

dolores de parto.

Se acabó la ansiedad

con la agonía y la expiración.

El desconsuelo

sube a tu cara la aflicción

de una pena no desesperada.

Más cerca está la muerte

que la resurrección.

Más cerca está el espanto

y la incertidumbre.

Más cerca está la mortaja

y el sepulcro escondido.

Tu voz aquejada

es un suspiro sin vocablos.

Corazón de la zozobra,

de congoja sostenida;

Angustias sin las palabras

de tu Jesús ya sin vida.

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