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POESÍA DE ENRIQUE ALCALÁ ORTIZ - Viento en el viento

07. CHARI, LA DE BUEN CARÁCTER, MEJORES MANOS Y SABROSA MESA

Amigos.

                                     Enrique Alcalá Ortiz



 

A Rosario Ruiz Muñoz

 

Antecedentes culinarios

 

Durante años en los Prados,

no es que comiéramos yerba,

con la verdad por delante

la comida no era buena.

Comíamos bocadillos

de tapas y de conservas,

y algunos días con suerte,

-vaya una suerte la nuestra-,

en alguna barbacoa

se asaban unas chuletas

o unas dolientes sardinas,

o morcilla de la negra

porque si había cordero

era algún día de fiesta.

Paulino, siempre tan presto,

cocinaba con presteza.

 

Cada vez que en la cocina

se movía una cazuela

para freír unos huevos

o para echar la canela

en la blanca leche fría

que había en la nevera,

se armaba un barullo tal

que parecía la guerra,

en vez de preparar platos

para servir en la mesa,

se hablaba y se discutía

y así siempre por sistema,

pues más que dar soluciones

algunos daban problemas.

                             

La llegada

 

Así de esta forma... o casi,

de esta regular manera

se pasaron unos meses

hasta que en la primavera

alguien con buenas razones

tuvo una genial idea

tan buena que todavía

estamos gozando de ella.

 

Queriendo o sin pretender

trajeron una parienta,

prima hermana de los dueños,

pensionista por más señas,

que apareció con su bolsa,

-a veces trae una cesta-

donde guarda unos cuchillos,

tenedores y paletas

que son las armas usadas

casi siempre por sistema

para crearnos los guisos

esta ilustre cocinera.

 

En la cabina de mando,

cual capitán que navega

entre sartenes y fuentes

con Agustín a su vera,

y de teniente Victoria

- a veces es la primera-

se ayuda con Angelilla

y raras veces la dueña,

o Encarnita la de Pepe

-la que con sorbetes sueña-,

para hacernos unos platos

que para sí los quisieran

los que comen en la fonda

o en salones de primera

o en la cocina del rey

o el que preside y gobierna.

 

 Sus comidas

 

¡Vaya si cocina bien,

esta mujer cocinera!

Adoba un arroz con carne,

que en vez de granos son perlas,

con guisantes de esmeraldas

y con gambas de pulseras;

un arroz a la cubana,

la blanca que no la negra,

o un arroz como en la China,

los chinitos se alimentan.

Los dedos se chupan todos

con su pavo con almendras,

engordado en el cortijo

con buenos granos de berza.

Los pimientos de piquillo,

que tan ricos nos rellena,

son otra de sus delicias.

Hay que sumar a esta cuenta

un cordero perfumado

cocinado a la cazuela,

unos rollos de cochino,

un redondo de ternera,

ensalada de pimientos,

pescado a la marinera,

las tortillas de patatas,

o carne frita con setas,

canapés y bocaditos,

mojo picón, ¡qué menestra!,

¡qué sándwiches vegetales!

¿Qué decir de las croquetas,

del tomate y sus frituras,

del pollo con su relleno,

del callo con yerbabuena

de las patas de marrano

y de su esposa la cerda?

 

Los dulces

 

Y después vienen los dulces

que nos sirve por las siestas

cuando los platos fregados

y ordenadas las neveras

bajo la sombra de un árbol

se consume la merienda.

Por sus natillas de azúcar,

su flan, por su isla tan tierna,

-mientras bocas hacen aguas-

alguien si no come, enferma;

sus rosquillos fritos de huevo

nos gustan de tal manera

que si sobran, y ya duros

se los echan a la perra

que los coge con sus dientes

y se marcha tan contenta.

Si bien lo que más prodiga,

su hornada la más cimera

es su bizcocho redondo,

y vaya las peloteras

que a veces se han formado

para ver quien se lo lleva.

El comer siempre se dijo

es una cosa muy seria.

 

Retrato de Chari

 

Dejemos ya los guisados,

veamos la cocinera:

es Rosario Ruiz Muñoz

más buena que las pesetas.

 

Tiene un carácter alegre

con una cara serena,

sonrosada de salud,

siempre a trabajar dispuesta;

habla con digno sosiego

y expone bien lo que piensa,

ni un más ni un menos le sale

mientras sus agujas vuelan

entretejiendo la lana

que brota de la madeja

y se transforma en jerséis

para los niños de teta.

 

Ya es una gran suerte, Chari,

tenerte por compañera,

los platos no cuentan nada

tu amistad es la que cuenta...

por eso te damos gracias

y agradecemos tu entrega[1].



[1] Leída en Los Prados el día 15 de octubre de 2000, con motivo de la onomástica de Rosario Ruiz Muñoz, ilustre amiga y cocinera de nuestras reuniones en el chalé de Mara Valverde y Rafael Muñoz.





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