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07.15. ZAPATOS DE PUNTA FINA. (Diario 2012)

 




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CANCIONERO POPULAR DE PRIEGO DE CÓRDOBA - Comidas y bebidas

11. ODIOS Y DESEOS DE BUENA Y MALA UVA

¿Es posible usar la comidad como arma arrojadiza?

© Enrique Alcalá Ortiz



         El rechazo más numeroso se lo lleva la suegra. La pobre sale perdiendo sólo por el hecho de querer a las entrañas de su carne:

 

Desde aquí estoy divisando

a mi suegra cuando come

y le estoy pidiendo a Dios

que con un hueso se ahogue.

 

         A nadie le gusta que lo engañen, y en asuntos de amor, mucho menos:

 

Compañerita del alma,

a mí no me gusta el queso;

si lo quieres comprender

bastante tienes con eso.

               *

Una cuchara de cuerno

me dieron pa que comiera;

con ésa no como yo

hasta que mi mujer quiera.

 

         Se critica la tardanza de las matronas en acudir al parto, haciendo la hipérbole más exagerada:

 

Mi madre me parió a mí

debajo de una higuera;

cuando vino la comadre

                            yo estaba comiendo brevas.

        

         En alguna ocasión, son indicaciones meramente explicativas:

 

Conmigo no hay quien apueste

ni un rosco ni un mantecao,

que esos dos que hay ahí

uno y otro se han juntao.

 

         Son frecuentes los consejos y las exhortaciones. Una moza al ver el mozo con el cabello largo, quiere darle un real, (veinticinco céntimos de aquellas pesetas), para que se corte el pelo, y con los habitantes de su cabellera haga un guiso:

 

Toma un real y te pelas

que ya viene la calor;

te quitas  de lo más gordo

y lo guisas con arroz.

        

         Ante la escasez de novios que son enrolados en los batallones del ejército, no queda más remedio que la fabricación  de un sustituto:

 

Mozuelas, si queréis novio

hacedlo de mazacote

que estos mozuelos de ahora

se los llevan para el Norte.

 

         Las sobras, por muy excelentes que sean, nadie las quiere:

 

A mí me llama si sobra,

y yo si sobra no como;

en la casa de mi novia

si no me lo dan, lo tomo.

               *

A mi me llama si sobra,

y yo si sobra no quiero;

plato de segunda mesa,

                            se lo pones a tu abuelo.

 

         Se dan consejos para el mozo remolón que no viene con buenas intenciones:

 

                            No te fíes de los hombres

                            aunque los veas sufrir,

                            que son como los fideos

                            que se tragan sin sentir.

 

         Pero el muchachuelo no se calla:

 

                            De las costillas de Adán

                            hizo Dios a la mujer,

                            por eso tienen los hombres

                            ese hueso que roer.

 

         Y pone condiciones imposibles para la unión:

 

                            Para que yo me casara,

                            sirviera de medicina

                            que las mujeres comieran

                            tallos de ramón de encina.

 

         A pesar de esto, casi todos pasan por el aro. Entonces aparecen otros problemas:

                            Anda, vete, casada,

                            con tu marido,

                            come con la cuchara

                            que has escogido.

 

         Se queja la mujer:

 

                            Al revés de las gentes

                            es mi marío,

                            cuando pongo potaje

                            quiere cocío.

 

         Y se queja el hombre:

 

                            Tú no me lavas la ropa,

                            tú no me das de comer;

                            tú no me limpias el cuarto,

                            ¡vete a paseo mujer!

 

         Afortunadamente, no todos los deseos son de mala sangre, hay otros muchos más finos:

 

Con besos de mantequilla

y lágrimas de jamón

te mando en una tortilla

envuelto mi corazón.

              *

Los cabellos de una rubia

dicen que no tienen veneno,

me los tengo que comer

aunque reviente con ellos.

 

     Deseos que se convierten en ensanche del alma cuando algo bonito está a su vera. Entonces aparece el piropo:

 

Es mi mujer más bonita

que los reales de a ocho,

más blanquita que la nieve

y más tierna que el bizcocho.

 

     Piropo contestado tan finamente con esta lección de urbanismo, educación y dieta al mismo tiempo:

 

Fíjese usted, señorito,

lo que le voy a contar:

hablar bien y carne de ave

a nadie le sienta mal.





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