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CANCIONERO POPULAR DE PRIEGO DE CÓRDOBA - Los malos tratos

09. GANAS DE HACER DAÑO

Las amenazas son violencia en sí misma.

© Enrique Alcalá Ortiz



Los deseos suelen ser el prólogo de los hechos, por esta razón las amenazas son violencia en sí misma, a veces más cruel que el maltrato físico.

         La moza que acaba de escuchar una copla que no es de su gusto, amenaza con romperle la boca o cortarle la lengua con unas tijeras a su oponente que se ha atrevido a levantar la voz:

 

Esa copla que has cantao

ha salío de un pimiento,

como la sigas cantando

la boca te la reviento.

    *

Tengo yo una tijeritas

que también las traigo aquí

para cortarle la lengua

al que hable mal de mí.

 

         Las más numerosas de este grupo aparecen con motivo de desengaños amorosos sufridos por las mujeres que por una razón u otra han visto sus expectativas rotas. Ante el mal padecido, surge el deseo de hacer daño como válvula de escape. Su razón llevará esta moza, cuando si viera a los hombres en la horca, ella tiraría de los pies, o en otra ocasión desea una selección natural, mediante el exterminio, como antes se hacía con los gatos no deseados que nacían.

 

No digo mal de los hombres

ni tampoco digo bien,

si los llevan a la horca

y tiro yo del cordel.

                 *

A los hombres hay que hacerles

lo mismito que a los gatos,

de cada ochenta que nacen

hay que dejar tres o cuatro.

 

         Los tenorios de boca blanda son despreciados:

 

De puñaladas merece

todo el hombre que se alaba

y sale a la calle y dice:

-Yo camelo a la que salga.

 

         El odio de ésta se concretiza en un nombre, por entonces, y aún hoy, muy difundido entre los varones:

 

Tos los Antonios merecen

que los hinquen de rodillas

 y con un palo de almendro

que le den en las costillas.

 

         En la siguiente casi se nos escapa la intención. ¿Un trabalenguas? ¿Un maleficio? ¿Una copla incompleta? ¿O contaminada con otras estrofas? En este caso se pone en boca de las pacíficas golondrinas, lo que hasta ahora la moza ha cantado, pero con el añadido curioso de que las mujeres también salen mal paradas, las únicas bien tratadas son las niñas a las que se les da chocolate y mantequilla, bienes de alta estima entonces en un pueblo donde la necesidad era otro más de la familia:

 

Mi abuela tiene un peral

que echa las peras muy finas.

En las ramas más altas

se paran las golondrinas.

Por el pico echaban sangre

y por las alas decían:

-¡Malditas sean las mujeres

que de los hombre se fían!

A los hombres, garrotazos;

a las mujeres, palizas;

y a las niñas de este pueblo

chocolate y mantequilla.

 

         Lo lógico es que cada uno arrime el ascua a su sardina, y según cante un hombre o una mujer, así adaptará la copla. Ya que si canta la mujer dice:

 

A los hombre no tirarlos

que los arrecojo yo,

y si dicen de quemarlos

la leña la pongo yo.

 

         Pero si es el hombre, lo hará de esta forma:

 

Las mujeres no tirarlas

que las arrecojo yo,

y si dicen de quemarlas

la leña la pongo yo.

 

         Sigue el hombre amenazando:

 

Si yo me volviera mozo,

y lo pasao, pasao,

le ajustaría la cuenta

a la de lo colorao.

 

         Los colectivos humanos que a la vez son lugares obligados suelen ser recipientes donde la violencia fermenta. Las milicias, sin lugar a dudas, es un lugar paradigmático donde la fuerza se usa como razón:

 

Yo no voy a la marina

porque me quieren pegar;

los muchachos marineros,

me la tienen sentenciá.

 

Bartolo, que te pilla el toro,

que te pilla el toro,

que te va a pillar;

si no te pilla de noche,

te pilla de madrugá.

 

         Si alguien piensa que la contaminación de los alimentos es asunto de hoy, esta copla viene a demostrar que se equivoca, las intoxicaciones son cosa de siempre. Hoy de una forma generalizada nos sirven alimentos con efectos cancerígenos o productores de males tan alarmantes como el llamado ?mal de las vacas locas?. Lo último en España ha sido la retirada por un tiempo del aceite de orujo para rebajarle los efectos nocivos del benzopireno.

         Por esta razón, el asunto del tío de los merengues es una anécdota sin importancia, aunque no para el padre de la hija que comió el alimento contaminado:

 

Al tío de los merengues

mala puñalá le den,

que ha puesto a mi niña mala

con los merengues de ayer.

 

         Y con su variante:

 

Ya está aquí el de los currucos,

mala puñalá le den;

mi niña se ha puesto mala

con los currucos de ayer.

 

Si el castigo es una forma de violencia, ésta es la mejor forma de castigar a un hombre..., o de premiarlo:

 

A los hombres castigarlos

con un pan y dos perdices,

una botella de vino

y una muchacha de quince.





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