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PRIEGUENSES EN LA HISTORIA - Niceto Alcalá-Zamora y Torres

BIOGRAFÍA

Apuntes biográficos del prieguense Niceto Alcalá-Zamora y Torres que ocupó la presidencia del Estado durante la II República Española

Enrique Alcalá Ortiz



 

APUNTES BIOGRÁFICOS DE NICETO ALCALÁ-ZAMORA Y TORRES

 

             Niceto Enrique Alcalá-Zamora y Torres nació en Priego de Córdoba el 6 de julio de 1877 en la calle Río, número 33[1]. Fue el tercero y último hijo del matrimonio formado por Manuel Alcalá-Zamora y Caracuel y Francisca Torres del Castillo que habían tenido ya a Manuel y Pilar. Recibió los nombres de sus padrinos Niceto Rubio y Enriqueta Torres, costumbre entonces arraigada en la localidad.(1)

 

            Con poco más de dos años murió su madre, siendo atendido por su tía materna Enriqueta, su prima Gloria, su hermana Pilar y el celo concentrado del padre que puso una especial atención en su benjamín. De él y de las tertulias que se celebraban en el salón de su casa quedaron grabadas en su memoria las palabras de república, restauración, colonias, mientras oía las hazañas de su abuelo paterno que se rebeló contra el absolutismo de Fernando VII y de su tío paterno Luis, diputado en 1869, obispo de Cebú y amigo íntimo de Prim, cuyo retrato colgaba en las paredes de la casa.

 

            Sus primeras letras las recibió de Ubaldo Calvo y Sánchez[2] , maestro de paga, a quien el alumno aventajado ayudó bien pronto haciendo de mentor y ayo de sus propios condiscípulos. Estudió con sobresaliente el bachiller en Cabra, localidad a la que se desplazaba, en tiempos de exámenes, a lomos de caballería. Si bien sus predilecciones eran más científicas que literarias, ya que su idea era ingresar en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada, las dificultades económicas familiares le obligaron a estudiar la carrera de Derecho, terminando en Granada la licenciatura de abogado a la edad de 17 años, en 1894. Pensó prepararse para ingresar en la Academia Militar, pero se decidió su marcha a Madrid para efectuar el doctorado de su carrera en la Universidad Central, siendo discípulo de Gumersindo de Azcárate y Rafael Ureña que terminaron su formación política y jurídica. En sus clases puso de manifiesto sus dotes extraordinarias para la oratoria. Se doctoró, obteniendo cuatro premios y el extraordinario del curso con su tesis «El poder en los estados de la Reconquis­ta», por entonces único.

 

            Terminada la carrera de Derecho, siendo ya un joven de dieciocho años, conoce en Priego a Purificación Castillo Bidaburu, de quince años con la que se pone en relaciones, las únicas que tuvo en su vida. Con ella se casó a los veintitrés años de edad, manteniendo un «amor sin explosiones, pero de una constancia ejemplar». Dios los bendijo con una numerosa descendencia, tres varones, Niceto, Luis y José, y tres hembras Pura, Isabel y María Teresa. Más Elia, gemela, muerta en la niñez a la edad de siete años. Si bien el total de hijos fueron 9, porque a los anteriores hay que añadirle dos, ambos Nicetos, uno que vivió siete días y otro que nació muerto[3].

 

            Con poco más de 21 años aprueba las oposiciones de Oficial Letrado del Consejo de Estado con el número uno de su promoción, (1899).

 

            Su carrera profesional la inicia en el bufete de Díaz Cobeña, incorporándose más tarde a la Juventud Democrática que inspiraba Segismundo Moret. Con motivo de un acto público en honor de Emilio Castelar, recién fallecido, intervino junto a oradores de la talla de Canalejas, Salmerón y Moret. Precisamente este último, ponderó ante el conde de Romanones, jefe del Partido Liberal, las cualidades de Alcalá-Zamora, siendo invitado como así lo hizo a ingresar en dicha agrupación, así como a instancias de Álvaro de Fi­gueroa en el Círculo Liberal.

 

            Bajo el influjo de Romano­nes fue nombrado sucesiva­mente secretario del Gobier­no Civil de Madrid, profesor auxiliar de la Facultad de De­recho en la Universidad Cen­tral, (1903), y candidato a diputado por Alicante sin conseguir salir electo. En 1906, es elegido diputado por el distrito de La Carolina (Jaén), acta que consiguió sin interrupción hasta el golpe de estado del general Primo de Rivera.

 

            A los veintitrés años fue nombrado Fiscal del Tribunal de lo Contencioso por el Consejo de Estado, siendo más tarde Director General de Administración Local, (1910), y Subsecretario de Gobernación, (1910). Después de separarse de la política de Romanones, sigue al marqués de Alhucemas quien le confía por breves meses la cartera del Ministerio de Fomento, (1917), en el gabinete de García Prieto. Repetirá ministerio en 1922, en esta ocasión de la Guerra, habiendo ocupado anteriormente el cargo de representante de España ante la Sociedad de Naciones, (1922).

 

            Se opone frontalmente a la Dictadura de Primo de Rivera por lo que es perseguido en Priego y vetado su ingreso en la Real Academia de la Lengua Española. En abril de 1930, en un famoso discurso pronunciado en Valencia se declara republicano. Este mismo año funda con Miguel Maura el partido Derecha Liberal Republicana y es el alma del llamado pacto de San Sebastián y presidente del Comité Revolucionario, que tiene como objetivo principal derrocar al régimen monárquico. Descubierta la conjura, es detenido y encarcelado, en diciembre de 1930, lo que no es óbice para que desde la cárcel firme el manifiesto del Comité contra el Rey y a favor de la República. Después de la caída del Gobierno Berenguer, y todavía en la cárcel, le ofrecen al Comité Revolucionario tres carteras en un gobierno de concentración que son rechazadas. Juzgado por excitación a la rebelión militar, con atenuantes, fue condenado a seis meses y un día de prisión correccional y puesto en libertad condicional en marzo de 1931.

 

            En las elecciones municipales del 12 de abril, se presenta como candidato por el distrito de Chamberí, saliendo electo con más de doce mil votos. La proclamación de la República días más tarde, le llevará a la Presidencia del Gobierno Provisional de la que dimite por estar en desacuerdo con el artículo 26 de la nueva Constitución que discriminaba a las órdenes religiosas; en diciembre de ese mismo año será proclamado Presidente de la II República Española por abrumadora mayoría de votos, imponiéndosele en el acto de posesión el gran collar de Isabel la Católica. Con la victoria del Frente Popular en 1936, en una maniobra parlamentaria sin precedentes, fue destituido.

 

            Meses más tarde, desde Santander, inicia un viaje a Hamburgo, Noruega y París, donde llega declarada ya la Guerra Civil, fijando allí su residencia hasta mayo de 1938 que marcha a Pau. Reside en esta ciudad hasta noviembre de 1940. Por entonces, el mismo régimen republicano había incautado sus bienes, después lo haría Franco, imponiéndole además una multa de 50 millones, la inhabilitación absoluta, el extrañamiento y la pérdida de la nacionalidad. Llena su tiempo colaborando con una serie de artículos escritos en francés, aparecidos en la revista «L'Ere Nouvelle» y emprende la tarea de volver a escribir sus memorias destruidas por los republicanos.

 

            Desde Marsella inicia un aciago viaje a la Argentina, su destierro definitivo, lleno de dificultades, pues duraría más de un año, y que luego narraría en su obra 441 días..., publicada en 1942. En la nación hermana pasó el resto de su vida dando conferencias, colaborando con la prensa y escribiendo libros de una manera febril, pues en poco más de siete años redacta dieciséis libros. Murió en Buenos Aires (Argentina), el 18 de febrero de 1949, siendo enterrado en el cementerio de La Chacarita, en uno de los nichos del panteón del Hospital Español. En 1979, sus restos fueron trasladados al panteón familiar del cementerio de la Almudena de Madrid, sin recibir los honores que le correspondían como Jefe de Estado.

 

            Como intelectual polifacético destacó en diversos campos desde la historia, el derecho, la literatura, la poesía, la gramática o el periodismo. Dotado de una memoria considerable, era capaz de repetir un discurso de horas sin apenas equivocarse. Fue un orador sobresaliente, alcanzando merecida fama muchos de sus discursos. Aunque, como destaca su nieto José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, todo lo acompañaba con una gran responsabilidad, esfuerzo de voluntad y disciplina de trabajo que le llevaron a ocupar los más altos cargos de la nación. Su despacho de abogado era de los más cotizados de Madrid, con él reunió un gran capital, invirtiendo buena parte en la compra de fincas en Priego, llevadas personalmente por él, ya que el cultivo fue una de sus grandes aficiones. Tratadista de derecho eminente, es un jurista en el más amplio sentido de la palabra, teniendo vigencia actualmente algunas de sus obras.

 

            Hombre de familia entrañable, fue un católico convencido y practicante, ejerciendo siempre como tal, dentro de una conciencia recta y del cumplimiento estricto del deber. Se distinguió por una actitud digna y por un gran sentido de la honradez, de la austeridad moral y la lealtad, allí donde estuvo, «a trueque de todo, hasta de la calumnia, de la impopularidad». Llegó a preocuparse y ayudar a muchas personas que recibieron de él incontables favores, y dinero propio, incluso cuando era Jefe de Estado, pero que no fueron suficientes para que en la época dictatorial se viera abandonado por casi todos.

 

         Heredó de su familia el talante liberal, católico, progresista y constitu­cionalista. Alejado de los extremismos de derechas y de izquierdas, su rectitud fue hostigada por ambos bandos que hicieron imposible su proyecto como estadista de una república moderna, viable y tolerante. Su figura hasta ahora desconocida, maltratada, y postergada adrede, no ha recibido aún el trato que se merece, si consideramos el papel decisivo que ha tenido en la historia del siglo XX de España.

 

         Perteneció a las academias de Ciencias Morales y Políticas, (1920), Jurisprudencia y Legislación, (1930), de la que fue presidente, y a la Real Academia Española de la Lengua, (1931).

 

            Además de innumerables conferencias, artículos (literarios, gramaticales, históricos, políticos y jurídicos), discursos parlamentarios, debates, defensas jurídicas y otros textos, es autor de unos cuarenta libros, entre los que citamos, «La Jurisprudencia y la vida del Derecho», «Los derroteros de la expropiación forzosa», «Aspectos sociales y jurídicos de «I promessi sposi», «La condena en costas», «El área de la tutela» y «La guerra civil ante el Derecho internacio­nal[4]».

 



[1] Estos datos biográficos se pueden ampliar en: «Niceto Alcalá-Zamora. Vida íntima y política de un Jefe de Estado», de Eduardo M. DEL PORTILLO y Carlos PRIMELLES, Biblioteca Nueva, Madrid, 1932; «Memorias», de Niceto ALCALÁ-ZAMORA, Editorial Planeta, Barcelona, 1977; y, «Niceto Alcalá-Zamora. 1877-1949», de José Luis CASAS SÁNCHEZ, Excmo. Ayuntamiento de Priego de Córdoba y Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1992.

[2]  El Ayuntamiento republicano le dedicó una calle, la denominada popularmente Cañamero, continuando de esta forma en la actualidad.

[3] ZARAGOZA, Cristóbal: El Presidente. Plaza y Janés, 1987, página 13. 

[4] Más tarde tendremos ocasión de ampliar este punto.





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