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09.11. ADARVE FOTOGRÁFICO. (2008)

 




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Historia de Priego de Andalucía - Bandoleros en la Subbética cordobesa

02. TAMBIÉN AQUÍ HUBO BANDOLEROS

Los bandoleros en el Cancionero Popular de Priego.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

            Todavía cuando se habla con personas de cierta edad sobre el tema del bandolerismo, rara es la vez que no te cuentan una anécdota, alguna gesta o saben el nombre de un bandido famoso. Todo ello es recuerdo de lo oído narrar a sus padres y abuelos. El bandolero cae atractivo en estas anécdotas de renovación histórica. Quizá el alma popular recuerda a los primeros salteadores de caminos que robaban a los pocos ricos para repartir el botín, a veces, entre los muchos pobres. Diego Corrientes y José María, el Temprani­llo, crearon este estilo de bandoleros románticos, a los que enseguida el pueblo cubrió con una aureola de héroes, porque la persona que ayuda se hace simpática. No se muestran ascos a las manos limosneras, ni se piensa que esas manos que ofrecen la dádiva están manchadas de sangre o que la limosna es producto del saqueo. Por esto, y por el atractivo que ejerce la persona que se hace famosa, ya que logra salirse de un estamento social donde las oportuni­dades de progreso son mínimas, las gentes del poblamiento rural, que tra­bajan de sol a sol por un salario de miseria, ayudaron muchas veces al bandolero -uno de los suyos- que nunca les robó, porque no tenían.

         El pueblo les devolvió el regalo. Los incluyó, en la única riqueza que creaba y disfrutaba comunitariamente: el folclore. El cante flamenco, los romances y el cancionero en general, recogen toda clase de aventuras y vicisitudes de estos fuera de la ley. La copla los trata con benevolencia, admirando sus hazañas, doliéndose en su desgracia y soñándoles siempre. Como primera muestra, este trozo dedicado al más famoso de todos:

 

José María se llama

el rey de los bandoleros;

por el camino de Ronda

sus pasos vienen siguiendo.

Camino de Ronda

lo vienen a ver

las primeras luces

del amanecer.

 

            Como segunda entrega tomamos éste que conserva los tópicos que hicieron famosos a los bandoleros de la generación más antigua: enamorado, respe­tuoso con la mujer, fiero, valiente, perseguido por la ley y tierno con la infancia:

 

Entre rocas y peñas salvajes

ha vivido Diego Montes

que a mí me aprisionó.

Sorprendida fui por su cuadrilla,

pero al instante a mis ojos

prendado se quedó.

El terror de las carreteras

y cortijos siempre fue

por toda Andalucía,

y, por fin, vino a caer

prendado de esa mujer.

Por eso el pueblo así decía:

Que Diego Montes

es un valiente bandolero,

de roca tiene el pecho

y el aspecto fiero.

Que Diego Montes

es tan sólo un niño,

porque toda su bravura

la venció un cariño.

Era al frente de sus bandoleros

siempre que en alguna casa

entraban a robar.

Aunque era de intenciones fiero

el honor de la hembra

sabía respetar.

Todos sus arranques bravos

cuando veía a una mujer

que frente a él lloraba,

se llenaba de emoción,

de pena el corazón.

Por eso el pueblo así cantaba:

Que Diego Montes... etc.

Una noche en un cortijo rico

ha llegado Diego Montes

con ganas de robar,

y sólo encontró

a un pobre niño

que los ricos cortijeros

dejaron de guardián.

Besando al niño le dice:

-Tranquilo puedes estar,

que nada voy a hacerte

que me marcho sin robar,

que no quiero abusar

de quien no puede defenderse.

Diego Montes

es un terrible bandolero,

no es tan cobarde

ni tan asesino fiero.

Yo con los hombres

de sangre me tiño,

pero no robo una casa

que la guarda un niño.

Que Diego Montes... etc[1].

 

            Los cortijos fueron meta y descanso de estos trashumantes dedicados al pillaje. Alejados de los centros de población, eran puntos óptimos para descansar un rato, reponer fuerzas, llenar las alforjas y tomar un refrigerio que obtenían, ya por grado, ya por fuerza. Aunque tampoco fuese raro que viviesen ciertos momentos en casa de familiares o amigos, o parasen en una venta o posá. Hay quien cuenta todavía que cierto posadero de Priego mejoró de una forma apreciable su fortuna dando cobijo a estos malhechores. Leyenda, por otra parte, que también corre por Loja, pero aplicada a posa­deros de su tierra. Puede ser que esto haya sido cierto, pero no está demostra­do hasta ahora. Lo que sí es verdad que Priego y municipios limítrofes están dentro del trapezoide que, con vértices en Gibraltar, Granada, Córdoba y Sevilla, delimitó un espacio en Andalucía donde se efectuaron por cuatreros, ya solos o en partías, toda clase de asaltos a viajeros, diligencias, chantajes, secuestros, robos en fincas, cobro de peajes, y, en su momento, actos de guerrilleros liberales y de agentes electorales al servicio de los caciques.



[1] ALCALÁ ORTIZ, Enrique: Cancionero Popular de Priego. Poesía cordobesa de cante y baile. (Ocho tomos). Ediciones ?Huerta Palacio?. Priego de Córdoba, 2007.





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