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Historia de Priego de Andalucía - Bandoleros en la Subbética cordobesa

10. EL VIVILLO EN EL MOJÓN DE CABRA

Atraco a los feriantes que volvían de la feria de Priego.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

En los últimos años del siglo pasado, Priego se vio sorprendido con la noti­cia de uno de los atracos más espectaculares llevados a cabo con el más puro estilo clásico de salteadores de caminos. Estamos a cuatro de septiembre del año 1895, último día de ganado de la feria. Entonces, nuestra feria real tenía merecida fama por la cantidad e importancia de las operaciones de compra y venta de ganado que en ella se efectuaban. Por este motivo acudían al pueblo una abigarrada multitud de tratantes cargados de dinero, enseres y toda clase de semovientes. Los caminos, que no carreteras de asfalto, estos días se veían transitados por estos visitantes que acudían a nuestra feria no sólo de los pue­blos comarcanos, sino de otros pueblos de las provincias con los cuales la comarca de Priego limita. Ante tan rico botín trashumante es fácil que se des­pertara el apetito de aquellos estómagos que no le hacen asco a nada. La caza era abundante y la presa fácil. No había más que apostarse en cualquier reco­do del camino y sorprender a la ingenua ovejita. Echarse sobre ella y devorar­la sin más. Y esto hizo el Vivillo (alias de Joaquín Camargo Gómez, (1866-­1929) que por entonces ejercía de bandolero. Ya tres años antes había cometido en Villamartín un robo con las mismas escenas que el que ahora va a efectuar. En esta ocasión lo realiza en el kilómetro 21 de la carretera de Cabra a Priego, en pleno Mojón, en el paraje denominado Losilla. A la caída de la tarde el Vivillo, a los lomos de su caballo Careto, acompañado de su cuadrilla, da el alto a los ocupantes de tres coches que se dirigían a Priego. Son obliga­dos a descender de sus vehículos, los amarran y los desvalijan tranquilamente. Jinetes, yeguadas y botín se pierden entre las peñas, arropados por la noche. La sierra de Cabra contempla la pena de los expoliados. La noticia (en Priego se había instalado el telégrafo en 1892) llena de indignación y espanto a las gentes del pueblo que no se explican como pueden suceder unos hechos como estos en los tiempos que corrían. La Guardia Civil se mueve diligente y el 8 de septiembre cogen al Vivillo que de la cárcel de Estepa pasa a la de Lucena y de allí a la de Cabra. Ahora como en otras ocasiones la autoridad no logra probarle nada. El acusado presenta coartadas perfectas. Siempre es visto en otros lugares lejanos del sitio donde suceden los hechos. Por algo le dieron ese apodo. Aburrido, sin que se viera su proceso, se escapa de la cárcel al estilo rififí, es decir, horadando el techo, pero con sentido contrario, en vez de des­cender al edificio, sale por el tejado, Tanta fama alcanzó aquí la hazaña que treinta años más tarde aún se le recuerda en las coplas de las murgas del Carnaval[1].

 

En la prensa cordobesa del año 1895 se notifica así el suceso:

?ROBO EN DESPOBLADO.- En la carretera de Cabra a Carcabuey y en el sitio denominado el Mojón, se situaron anteayer tarde cinco malhechores, dos de ellos a caballo, y se entretuvieron en robar a los transeúntes que en las primeras horas de la noche regresaban de la feria de Priego. Tres carros y dos coches que conducían unas veinticinco personas fueron detenidos a medida que llegaban, maniatando a los pasajeros, que después de robados eran llevados fuera de la carretera para no llamar la atención. Parece que la cantidad robada asciende a más de sesenta mil reales en metálico, más las mantas, carteras y documentos de los detenidos.

            La fuerza de la Guardia civil ha emprendido activa persecución contra los ladrones. Entre los secuestrados figuran los propietarios lucentinos don José Torres, don Francisco y don Pedro Bergillos, don Manuel López, don Juan José del Viso y don Joaquín González.? (La Unión, 1895).

 

            Y días más tarde se amplia la noticia con una serie de detalles:   

?LOS SIETE NIÑOS DE LUCENA.- Ampliando los detalles que hemos publicado acerca de los robos realizados días ha en la carretera de Priego a Lucena, copiamos de un telegrama lo siguiente:

            ?La Guardia civil de Cabra manifiesta en comunicación dirigida al gobernador de esta provincia, que en la noche del 4 del actual se presentaron en aquella casa-cuartel los vecinos de Cabra José Linares y Miguel Planas, los vecinos de Lucena, José Torres, Joaquín González, Juan José Viso, Francisco Bergillos, Pedro Bergillos y los de Castro del Río Antonio y José María Vilches.

            Participaron que a las ocho de la misma noche fueron sorprendidos, en el kilómetro 22 de la carretera de Priego por varios hombres, los cuales les obligaron a echarse a tierra y los maniataron.

            Después los bandidos saquearon a los prisioneros en la forma siguiente:

            A José Linares 2.400 reales en metálico y una mula.

             A Miguel Planas una jaca.

            A José Torres, 5.500 reales en billetes del banco, un reloj y una cadena de oro.

            A Joaquín González 1.800 reales en oro y plata, un reloj de níquel y una manta.

            A Juan José Viso, 9.400 reales en billetes.

            A Francisco Bergillos, una cartera con 5.100 reales en billetes y un reloj de plata.

            A Pedro Bergillos, 1.100 reales en billetes.

            A Antonio Vilches, 1.000 reales en billetes, una manta y un capote.         

            A José María Vilches, 180 reales en plata.

            Los criminales son siete, e iban montados a caballo y armados de escopetas y pistolas.

            El jefe de la Guardia civil de Cabra ha telegrafiado al gobernador diciendo que confía en que caigan pronto los malhechores en poder de la fuerza, que ya tiene las señas de los bandidos.

            En Benamejí y Puente Genil siguen los trabajos para capturar a los otros, de quienes todavía no se sabe nada.? (La Unión, 1895).



[1] HERNÁNDEZ GIRBAL, F.: Bandidos célebres españoles. Ediciones Lira, Madrid 1977, pá­ginas 380 y siguientes. Valverde... etc, folio 145. Véase igualmente Cancionero Po­pular de Priego, tomo II, copla número 1423, página 155.





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