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12.013. HABLAN DEL NAZARENO DE PRIEGO

 




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Historia de Priego de Andalucía - Bandoleros en la Subbética cordobesa

15. REVERTE SE HACE CABALLISTA

Historia del más famoso de los bandoleros de Fuente Tójar.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

            El Reverte tenía un apodo que le honraba. Era un mote que seguramente se lo habían dado (o se lo puso él mismo) cogiéndolo del apellido de Antonio Reverte Jiménez, matador de toros, nacido en Alcalá del Río (Sevilla) en 1870, y que hacia 1890 alcanzó celebridad con sus estocadas, distinguiéndose en sus actuaciones por su sangre fría y una temeridad de loco[1]. Como el Reverte torero sobresalió por su desprecio total al peligro y un valor de fiera, sus conocidos por analogía con el torero valeroso le darían este calificativo que resaltaba, por lo tanto, una buena cualidad y no un defecto psíquico-físico como suele ser norma en otros sobrenombres que nacen del pueblo. Cualidad de la que hizo gala hasta que murió. Si algo podrían decir de él, es que era un tío de reaños, un paranoico de la bravura, valiente a carta cabal. Cualidades que por desgracia usó de una forma antisocial.

            De joven se ganaba la vida con un tabernucho de su propiedad con el que malvivía. Un día en las largas veladas que tenía con sus paisanos junto a unas copas y a la luz de un candil, se avino con los arriba citados para dedicarse a toda clase de delitos: el robo, el asalto a mano armada, chantaje y raptos. No se les conoce ningún delito de sangre cuando actuaban como cuadrilla. El Reverte y sus compinches merodeaban y vivían por los alrededores de Fuente Tójar donde empezaron a ejercer su oficio de ladrones. Entre sus principales acciones se cuenta el secuestro que efectuaron en el llamado cortijo El Rome­ral. Estaban en el campo tranquilamente realizando faenas agrícolas dos hijos de la primera autoridad del pueblo cuando fueron sorprendidos por sus paisa­nos. Intentaron de principio llevarse al más pequeño, un chaval de 14 ó 15 años, que asustado empezó a llorar y a suplicar que lo dejaran. Estaba el pobre muy aturdido. El otro hermano que era mayor, en un arranque de valentía le dijo:

         -Reverte, ¿a ti no te da igual llevarte a mi hermanillo que llevarme a mí? ¿No es lo mismo?

         -Sí, hombre-, contestó el pillo.

            -¿Dónde quieres que me suba?

            -Súbete con el que quieras.

            Pegó el secuestrado un salto tal que por poco monta encima del bandolero. Ya montado en la grupa del caballo exclamó con resolución:

         -Ya puedes tirar para donde quieras-, y dirigiéndose a sus hermano le mandó con firmeza;

         -Tú, niño, no llores. Ahora vas a Tójar y le cuentas a papa Casiano lo sucedido.

            Se lo llevaron a la sierra Grillos, una sierra cerca del pueblo donde tenían la guarida. Un vecino llamado José Madrid se ofreció a servir de intermediario y volvió con el chaval, después de pagar un rescate que cuenta que ascendió a 30.000 reales.

            En muchas ocasiones actuaron contra sus propios paisanos. Cuatro de ellos habían comprado en la feria de Baena unos 60 cochinos y los encaminaban para venderlos en Pozoblanco. Además llevaban un poco de dinero para vivir ellos durante los días que durara el negocio y para comprar alimentos para los cochinos porque no sabían si al llegar allí los iban a vender al otro día o iban a efectuar la venta un mes más tarde. Era por el otoño y el día empezaba a cla­rear. Uno de ellos le dijo a sus compañeros:

            -Antonio, móntate ya en el mulo, y te adelantas hasta la venta de la Vicenta para que cuando lleguemos allí tengamos preparado el almuerzo y la cebada para los cochinos, nosotros iremos más lento.

            Cuando iban por el paraje conocido como río Varas, cerca de Adamuz, di­visaron a lo lejos unos jinetes que se acercaban. Al momento se dieron cuenta de lo que se les venía encima:

         -Dos o tres caballistas vienen por ahí-, dijo uno de ellos. Y contestó el apodado Borreguito:

         -Aunque fuera el Reverte, a nosotros que nos iban a hacer. Lo más que puede pasar es que vengan sin dineros y digan: mira, dadnos veinte o cuarenta duros que no traemos dineros. Nosotros se los damos, y se acabó. A nosotros, ¿qué nos van a hacer?- volvió a insistir.

         -Y qué trabajo nos cuesta -dijo el amigo más prevenido- coger veinte o treinta duros y dejarlos en la cartera y todo el resto lo metemos debajo de una piedra, detrás de esa mata. Luego cuando sea el desenlace, venimos a por ellos y nos quitamos así el compromiso.

            No hicieron esta última recomendación y cuando contactaron con los ban­didos después de acompañarlos durante un rato y de hablar de cosas del pueblo, cogieron las escopetas, se las tiraron a la cara y exclamaron:

            -Los dineros que lleváis nos hacen falta, así que dárnoslos.

            -Para eso no menester que os tiréis las escopetas, porque sí os hacen falta unos duros os los damos.

            -No, no, queremos todo el dinero que lleváis.

            Los redujeron en el suelo y les quitaron los 3600 reales que llevaban.  No tocaron ni un cochino.

 

            Sus pillajes continuaban sin cesar. En otra ocasión, a un vecino de Priego llamado Miguel Muñoz le quitaron 600 pesetas después de propinarle una descomunal paliza[2]. El pueblo de Tójar estaba atemorizado. Los vecinos, al llegar la noche, cerraban las puertas de sus casas a cal y canto para evitar posibles asaltos. Un toque de queda no publicado se llevaba a rajatabla en todo el vecindario que hacían lo menos que se puede hacer: echar la tranca. A varios propietarios del pueblo los tenían en jaque con los robos y asaltos a sus fincas. A tal extremo llegaba el acoso de los bandoleros y la mala fama que iba tomando el pueblo que algunos vecinos, cuando iban de viaje, y si venía el caso y le preguntaban de dónde eran, decían "de Córdoba", en vez de citar a Tójar ya que a continuación saldría necesariamente a relucir su reputación como pueblo de bandoleros, y esto es los que deseaban evitar a toda costa. Tan altas temperaturas alcanzó el ambiente de indignación que el Diario de Córdoba (25-11-1906) publicaba: "Es verdaderamente escandaloso lo que viene sucediendo en este pueblo y su partido desde hace tiempo. Una cuadrilla de malhechores, apodados Reverte, Pepino y Rebeca, tiene en continua alarma ya que ha pasado a ser peligro, y peligro gravísimo a toda una comarca. Los aludidos ladrones, solamente primero, pero con todo descaro y campo abierto desde hace cerca de dos meses, amenazan, roban a mano armada, castigan despiadadamente a los robados y ejecutan cuantas atrocidades les viene en gana, en daño de pacíficos y honrados vecinos que ya claman al cielo, hartos de clamar en balde a la tierra"[3].



[1] Todavía suena un pasodoble dedicado a él, que empieza así: Tiene un pañuelo la novia de Reverte. Toreó en Priego el año 1892 en la feria de septiembre, por lo que su nom­bre se haría popular en la comarca. (Véase C. Valverde, Memorias, etc., página 134).  

[2] Diario de Córdoba, (1-11-1906). Tomada la cita del libro, Priego, (1868-1923) caci­quismo y resignación popular, de Manuel López Calvo.

[3]  ?Diario?..., etc., (25-11-1906).





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