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12.038. PRIEGO DE CÓRDOBA, SUS HERMANDADES Y COFRADÍAS

 




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Historia de Priego de Andalucía - Bandoleros en la Subbética cordobesa

17. LA TRADICIONALIDAD ORAL DE UNA PARTIDA DE BANDOLEROS.

Manuel el de Fausto nos cuenta otros perfiles.



Por Manuel el de Fausto

 

Aparte de las coplas la tradicionalidad oral, durante años las últimas generaciones han mantenido viva en sus recuerdos algunas anécdotas y hazañas de estos hombres extraordinarios en su forma de vida, que aunque delincuentes, el pueblo llano, a veces, los tenía como héroes porque de alguna forma habían tenido el valor de sublevarse contra el ordenamiento vigente.

Los apartados que siguen no tienen testimonio documental y por lo tanto deben tomarse como meras narraciones que nos harán acercarnos al tema desde un lado romántico. El mismo autor nos dice que los recopiló de los recuerdos de algunos vecinos de Fuente-Tójar  con frecuencia nos recalca parece ser cuando expone algo y que no tiene documentación en la que basarse.

 

ANTONIO MATAS REVERTE

 

?Con referencia a Antonio Matas, parecer ser que siendo un mozalbete realizó su primer robo famoso, que consistió en atracar a un familiar de su misma edad, con el que descansaba al final de una jornada, en el campo, camino de Antequera, allá por el término de Lucena, se figuró enfermo, con dolores de de vientre y al ir el otro a socorrerle le dio dos o tres navajazos dejándolo malherido. Puede ser que de esta forma se echara a la sierra. Por Fuente-Tójar no apareció hasta mucho tiempo después cuando ya había organizado la ?sociedad? con Rebeca y Pepino, había quedado viudo y con un niño de escasa edad.

 

Volvió a casarse, ahora con una mujer de este lugar, llamada Adelina Pérez Alba, que había nacido alrededor del 1878, con la cual no consiguió tener hijos. Debió ser de espíritu indómito, por naturaleza destructor, guiándose más de la reacción espontánea que del equilibrio reposado. Nos cuentan que a su hijo, cuando contaba escasos años, le amonestaba  por no ser un niño travieso ni pendenciero como tantos otros de por aquel entonces. En varias ocasiones le decía: ? Joío por culo. Quiebra platos o lo que sea, o haz algo que sea sonao?. El hijo fue siempre un hombre de bien, honrado y trabajador que marchó de aquí cuando ya estaba casado y con hijos, en aquellos años de la II República, sin que sepamos algo más de su vida.

 

Algunos años llevaba Reverte ingresado en la cárcel cuando un día se sintió indispuesto y comenzó a dar gritos llamando al carcelero. Al acudir este y agacharse a ver donde le dolía al bandolero, este saco su mano por los barrotes de su celda aprisionándole la garganta con el duro hierro hasta que le hizo entregar el manojo de llaves que portaba.

Reverte pudo muy bien escapar después de dejar maniatado a su carcelero, pero en un acto de fanfarronería decidió dar libertad a primero a todos los demás presos, dedicándose a abrir reja tras reja hasta terminar casi con todas. No sabemos si alguno consiguió escapar, pero lo que es el tojeño fue detenido y de nuevo encarcelado, ahora con pena más severa.

 

REBECA

 

Formó parte de la banda de Reverte, estuvo en la cárcel de Córdoba hasta que el gobierno de la República le concedió el perdón.

Volvió  a su pueblo donde permaneció algunos meses, viviendo en casa de un familiar y al cabo de los cuales marchó a Málaga con la intención de embarcarse para la Argentina, donde se encontraba su esposa e hijos. Según se cree, Rebeca había entregado dinero estando en la cárcel a otro que en el mismo lugar se encontraba, y éste al cumplir su condena se había asentado en Málaga, de donde era, por lo que al pretender Rebeca marchar a América hizo la intención de entrevistarse con el malagueño para que le devolviera el dinero que le entregó. En esta ciudad perdió la vida el célebre tojeño, apareciendo un día entre las aguas del muelle, ya cadáver.

            Su supone que el mencionado malagueño no quiso devolverle el dinero y que lucharían entre ambos, perdiendo la vida el de Fuente-Tójar. Las aguas de Mediterráneo levaron todo el daño que en vida pudo realizar.

 

Poco sabemos de las actuaciones de Rebeca, en particular sólo una anécdota nos han contado, la cual la hilvanamos a continuación:

En una ocasión Rebeca tuvo noticias de que su madre se encontraba enferma. Corrían los últimos años del siglo XIX y la Guardia civil de todos los puestos vecinos estaban tras la pista de los tres bandoleros, seguramente por alguna ?hazaña? que terminaba de realizar, por supuesto que el de Fuente-Tójar cada guardia tenía cien ojos, siempre abiertos, en continuo deseo de capturar a los malhechores. Todas las entradas del pueblo estaban vigiladas, así como los hogares de los familiares allegados.

Una noche del mes de enero amparado en la oscuridad y en el conocimiento del terreno, Rebeca se acercó a unos portones o puestas traseras de una casa que se encontraba entre las últimas del pueblo. Con unos toques secos llamó la atención del dueño de la casa, que al abrir las puertas y encontrarse con el bandolero, casi gritó:

? Rebeca, ¿qué haces llamando  mi puerta?

? Vengo en son de paz,? contestó el interpelado, en voz baja?. Deseo que me escondas en tu casa por unos días.

?¡Estás loco! ?, contestó el asustado labrador.

?No grites y déjame pasar? aconsejó el bandolero, con suaves palabras, acercando al mismo tiempo su mano al trabuco?, dentro hablaremos más tranquilos.

? Está bien ?contestó el buen hombre? No creo que pueda avenirme a tus deseos. Me pones en un gran aprieto.

El dueño de la casa era colono del duque de Medinaceli, con algunas tierras propias. Era querido y respetado por todo el pueblo. Como también concejal del Ayuntamiento. También era primo de Rebeca?

Los dos hombres ya en el hermoso patio de la casa estuvieron charlando durante un buen tiempo. Rebeca se quedó en casa de este hombre, de aquí, acompañado de las oscuras sombras de una determinada noche pasó a ver a su madre y a entregarle algún dinero.

 

Durante la estancia en aquel hogar del labrador ocurrió un hecho que nos parece digno de mención. Una mañana se encontraban los dos hombres, el dueño de la casa y Rebeca junto al fuego de la chimenea friendo unas migas que se encontraban sobre una hermosa sartén. La pareja de la Guardia civil pasó por la puerta y como en los pueblos es costumbre dejar la puerta abierta durante todo el día, uno de ellos asomó la cabeza con la intención de saludar al concejal, al oler la comida, dijo:

? ¿Qué olor más rico tienen las migas?

El labrador tembló. El bandolero ni siquiera se inmutó. En voz baja, casi sin mover los labios, dijo a su primo:

? No te asustes. Invítales a comer con nosotros. Me presentas como que soy un primo tuyo que vive en San José de la Rábita. No pasará anda. El labrador hizo lo que el bandolero le dijo. Poco después, los cuatro hombres se encontraban sentados alrededor de la sartén comiendo las suculentas migas, como es costumbre en este pueblo. Todos charlaron en buena camaradería sin que ocurriera nada. Jamás los guardias civiles supieron nunca con el que estuvieron comiendo en la casa del concejal del Ayuntamiento. Y este hombre, muchos años después se lo contó a sus hijos. Y estos a sus nietos llegando así a conocimiento del narrador.

 

PEPINO

 

Estuvo casado y con hijos. Al quedar en libertad marchó a Córdoba, donde estos se encontraban, perdiéndose para nosotros otras noticias sobre este hombre[1].

 

 

UNA PARTIDA DE BANDOLEROS

 

Algunos actos realizados por la partida de Reverte.

Como hemos dicho anteriormente, estos tres hombres tuvieron una historia que hoy sería digna de conocerse, pero que escasa es la documentación que poseemos y ella se basa en simples anécdotas que nos han contado a lo largo de los años que hemos vivido en el citado pueblo, sin que ahora podamos dar testimonio de los que nos la han facilitado, ni fe de la verificación de los hechos narrados.      

 

RELATO DEL BOTIJO

 

En pleno apogeo de la fama de estos tres hombres, marchaban un día por el término de Alcaudete con dirección a Linares, donde se iba a celebrar unos días más tarde la feria de ganado, a donde ellos acudían cada año y siempre sacaban algo. En tres buenos caballos, igual equipaje y armamento, con una edad que oscilaba en los 30 años cada uno, el camino se lo iban tragando sin apenas notarlo. En un lugar donde marchaban por la carretera se encontraron en el borde de la misma a un peón caminero, que estaba trabajando con una azada. Al cruzarse con los hombres le dijeron el adiós acostumbrado y entonces el peón caminero encarándose a Rebeca, le preguntó:

­            ?¿Llevas agua, amigo?

?Sí, que llevo- contestó éste.

?¿Me podrías dar un trago? Me he quedado sin ninguna en mi botijo y se lo entregó al obrero.

El peón caminero bebió toda la que quiso, después dejó caer el botijo al suelo, donde se hizo mil pedazos.

?Se me ha caído, sin querer-, se justificó torpemente el trabajador.

Los tres bandoleros comprendieron que lo había hecho a posta, pero permanecieron en silencio, hasta que volvió  a hablar Rebeca.

?Está bien. Vamos compañeros.

Los tres bandoleros siguieron su camino. Estuvieron en Linares y cinco días después retornaban por el mismo camino, encontrándose al mismo peón caminero junto a la carretera. Por la mente de los tres hombres pasó el recuerdo del botijo, pero ninguno dijo nada al otro. Al pasar junto al trabajador, éste volvió a pedirles agua.

?Güenas tardes, ?les dijo?. ¿Y ahora, llevan agua también? Tengo la boca seca y a mí se me ha terminao?.

Ahora fue Reverte el que le alargó el botijo, pues lo llevaba en esta ocasión. Y le dijo:

            ?El agua no se niega a nadie en Andalucía. Tome, beba cuanto quiera.

Disimuladamente se quedó mirando al hombre. Los otros dos hicieron lo propio, pasando por el pensamiento la misma idea que al primero:

            ? Si hace la misma faena, lo dejamos tieso?, pensaron.

            ?Ea, ni lo llego a romper el otro atavía tendríais el viejo. Éste hace el agua más fresca. Gracias.       

Los tres bandoleros rieron la ocurrencia del campesino, reconociendo que así era. Después le dieron tabaco y charlaron algunos minutos con él, continuando más tarde la marcha.

 

ENCUENTROS CON LA GUARDIA CIVIL.

 

En muchas ocasiones sostendrían tiroteos con las fuerzas del orden público, sintiéndole no conocer algunas anécdotas de esta importancia. Lo que ello nos han contado se refiere a que en una ocasión se encontraban los tres bandoleros en el lugar denominado Viso Campos, donde un paisano de ellos tenía sembrado un buen melonar. Este compartía con ellos un buen melón que había partido para obsequiarlos. De pronto, brilló el sombrero de dos guardias a unos cincuenta pasos de donde estaban, por lo que el dueño del melonar, tembló de miedo.

?No te preocupes, ?le dijo Reverte, cogiendo el trabuco del suelo? si se acercan a nosotros les haremos que se detengan para siempre. Los guardias pasaron de largo, saludando desde lejos, sin conocer a sus eternos rivales.

 

En otra ocasión nos cuentan las mismas fuentes, iban los bandoleros por el cerro conocido por la Torre Salvá, que corona la falda donde está enclavado el pueblo de Castil de Campos. Se encontraban sentados, fumándose un cigarrillo, bajo un olivo, cuando por el retorcido camino, vieron que se les acercaban dos números de la Guardia civil:

?La pareja, ? dijo Pepino a sus compañeros, en voz baja.

?Ya los estoy viendo ?dijo Rebeca? ¿Queréis que tengamos alguna ?charla? con ellos?

?Lo estoy deseando, ?contestó Pepino?, mi trabuco se está poniendo ?mojoso?.

?Como queráis, muchachos?, aprobó Reverte.

Rebeca cogió su trabuco y apuntando a unos metros de distancia de donde marchaban los guardias, con más intención de asustarlos que de herirlos, disparó. Un enorme trueno retumbó en toda la sierra al mismo tiempo que los guardias se echaron al suelo. Después se abrieron en abanico para coger a sus contrarios, a los que conocieron a pesar de la distancia que los separaba. Desde aquel momento los disparos se estuvieron intercambiando sin interrupción y al cabo de las dos horas llegaron refuerzos del puesto de Castil de Campos. Los bandoleros no perdieron terreno, manteniendo a raya durante todo el día, o la tarde a sus contrarios en las primeras sombras del día aprovechando para perderse por entre los olivares y la sierra que los protegía. ?No hubo que lamentar desgracias personales?.

 

EL FRACASO DE UN ANÓNIMO

 

Como venimos comentando, la investigación que sobre estos bandoleros hemos realizado para la recopilación de datos ha sido mínima, basándose casi toda en retazos que a través de los años hemos podido retener en la memoria.

A pesar de todo cuanto aquí escribimos parece ser que fueron hecho verídicos al tratarse de acciones que se realizaron en torno de los propios tojeños.

Existen conocimientos de que en alguna ocasión también se metieron con personas de este pueblo, robándolas o intentando hacerlo. Una de ellas transcurrió mediante un anónimo que enviaron a Manuel Ruiz Siles (este hombre falleció en 1923), colono del duque de Medinaceli y propietario de algunas fincas.

En la carta decían que llevase al lugar denominado ?Peñoncillo? dos mil reales y que lo dejase junto a una roca más pequeña que desprendida se encontraba junto a la más grande. El Rubito, como era este hombre conocido, enseñó la carta a sus hijos, que algunos ya estaban casados, y estos decidieron presentar batalla a los bandoleros. El mencionado labrador poseía ocho hijos entre ellos cuatro eran varones, todos en la flor de la vida.

El día que habían señalado los bandoleros para que dejase el dinero el propio Rubito salió con su caballo por la carretera del Viso Campos hasta llegar al ?Peñoncillo?, donde, sin bajar del animal, dejó la bolsa que contenía el dinero. Después volvió a su casa. Transcurrió todo aquel día sin que los bandoleros se acercaran al lugar donde se encontraba la bolsa. Llegó la noche y de nuevo el sol lució por el este hasta que cubrió la tierra. Los bandoleros no se acercaron al lugar. Una nueva noche permaneció en calma cuando el sol volvió a brillar. Cuatro jóvenes salieron desde puntos diferentes, con sus armas en la mano, reuniéndose junto al enorme ?Peñoncillo?.

?¿Qué hacemos? ?, preguntó uno de ellos.

?Nos vamos al pueblo. Esos no se han atrevido a visitarnos.

En vista de ello los cuatro hermanos retornaron al pueblo. Parecer ser que los bandoleros se olieron el peligro que les representaba pelear con aquel labrador, desistiendo de ello no acudiendo  por el dinero?[2].



[1] No dice si se trata del hermano mayor o del pequeño.

[2] Trabajo realizado por Manuel el de Fausto. Córdoba a 17 de enero de 1979.





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