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Historia de Priego de Andalucía - Bandoleros en la Subbética cordobesa

37. POR LOS FELICES AÑOS VEINTE

Para algunos no eran tan felices.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

            Así como el año 22 fue un año estrella por la cantidad de páginas que llena la Subbética dentro del apartado de sucesos en los diarios cordobeses, el año 1923 será un año que bien podemos decir es de respiro. Detienen a un ladrón de dos cargas de vigas de madera; fueron sorprendidos con las manos en la masa en el río Salado varios ladrones de caballerías en la calle Prim de Priego, en una joyería roban 6 cadenas doradas; un par de pendientes de oro; 4 de chorros; 7 ídem bombas de señora; 6 más pequeños; 5 cadenitas de niña; 4 cadenas de plata y 30 relojes de bolsillo o en Las Lagunillas dos amantes simulan que le habían robado más de veinte mil pesetas.

 

            Podemos decir que en 1924 se recupera la estadística de fechorías. De entre ellas destacamos el asesino en la finca la Talas de Las Lagunillas. Habitaba dicha finca el anciano de sesenta año Antonio Arcos Campaña, soltero, hombre con cierta fama de adinerado. Un sobrino de Antonio, llamado Julián Arcos Corrales, vecino de Algarinejo (Granada) se presentó a la Guardia civil de Lagunillas, aldea de Priego, denunciando que hacía ocho meses o nueve días que la puerta de la finca donde habitaba su tío permanecía cerrada y que no dando Antonio señales de vida, barruntaba que había ocurrido algo grave. La benemérita se presentó enseguida en las Talas. El anciano Arcos se hallaba tendido en el suelo  con la cabeza destrozada.

Se dio aviso al Juzgado correspondiente. Se forzó la puerta. El pobre anciano se encontraba muerto; la cabeza la tenía destrozada a hachazos. Las dependencias de la casa se hallaban en desorden. El móvil del asesinato, aparentemente era el robo. Días más tarde detienen al autor del asesinato.

            Un chico asalta un cortijo. Ya dentro encendió un candil, se comió unos trozos de jamón y chorizo  y forzando un arca cogió un traje, se quitó lo que llevaba y se colocó el sustraído. Al salir varios operarios de la finca se dieron cuenta y lograron maniatarlo. Y así se lo entregaron a los guardias.

            Un vecino de Priego recibe un anónimo exigiéndole, bajo amenazas de muerte, que depositara un billete de cien pesetas en una caja de cerillas, al pie de una cruz que existe en el paseo de Colombia. La Guardia civil montó un servicio de vigilancia, consiguiendo detener en dicho paseo a Esteban López García (a) Clarillo, el cual contestó a las preguntas de la benemérita que un sujeto llamado Francisco Montoro García le había encargado que buscase una caja de cerillas que se había dejado en el paseo y que cuando la encontrase se la devolviese.

           

 A los habituales pequeños robos de aceituna, leña y prendas de vestir,  se une en el año 1925, el robo en una fábrica de curtidos de seis pieles ya curtidas de becerro de becerro blanco.

            Al vecino de Priego don Francisco Carrillo Gámiz, que se hallaba de temporada en su finca Memoria, le enviaron un anónimo en que se le exigían 3.000 pesetas, las que tenía que depositar bajo sobre en el paraje de su finca llamado la Viña.

La Guardia civil de Castil de Campos se puso en movimiento, efectuando continuos servicios de apostadero y emboscadas. Una pareja que se hallaba de correría en la aldea de las Higueras tuvo noticias de que mientras la Guardia civil practicaba sus pesquisas un individuo llamado Gabriel González Serrano se había internado en la montanera de la referida finca y como a unos trescientos metros del lugar designado para que el señor Carrillo Gámiz depositara el dinero oteaba los movimientos de los guardias. Gabriel González fue detenido, aunque negó que fuera el autor del anónimo, pero obligado a escribir otro resultó la letra idéntica a la del recibido por el señor Carrillo.

            En Almedinilla se presentaron dos individuos que desde el primer momento despertaron las sospechas de las fuerzas del benemérito instituto. Los detuvieron y los interrogaron. Dijeron llamarse Antonio Romero López y José Lara Olmo, naturales de Aguilar y Castillo de Locubín, respectivamente, reclamado el primero por el Juzgado de Instrucción de Fuente Obejuna en sumario que se le instruye por el delito de hurto. Su acompañante confesó que había extinguido condena por el mismo delito. Estrechados a preguntas, confesaron que eran profesionales de robo de ganados y que estaban complicados en el robo de ocho toros perpetrado en la Sierra de Alfacar con la complicidad de otros dos cuatreros llamados Francisco García (a) El Pajarillo y José González Márquez (a) El Sillero.

            Añadieron que el robo lo cometieron en la noche del 6 del actual en un cortijo de las inmediaciones de Peal de Becerro (Jaén) y  que al  ser sorprendida la cuadrilla por la Guardia civil que les dio el alto, El Pajarillo, hizo contra la fuerza dos o tres disparos de revólver, dándose todos inmediatamente a la fuga, que lograron debido a la oscuridad de la noche y a lo escabroso del terreno. Fueron detenidos.

 

Lo más destacado del año 1926 fue la detención en Zamoranos (Priego) de Rafael Flores Reina (a) El Vasija y Rafael Serrano Ruiz (a) El Velaor, a los cuales les fueron intervenidas cuatro caballerías, las que habían hurtado en la serranía de Montoro y en una finca de las inmediaciones de Bujalance, respectivamente. Y el robo a mano armada de tres individuos que consiguen llevarse dos jamones de un cortijo. Lo demás, pequeños robos de supervivencia como algodón en una fábrica de tejidos, aperos de labranza, bellota, alguna que otra gallina, algo de metálico, las aceitunas de siempre por eso de quién le pone puertas al campo y leña para amortiguar los crudos días del invierno.

 

            Es obvio decir que los amigos de lo ajeno acuden allí donde hay algo donde chupar por eso no es de extrañar que ricos propietarios experimente en su hoja de beneficios pequeñas mermas producidas por aquellos que nada tienen. En Lagunillas detienen a catorce individuos, vecinos de Algarinejo (Granada) por robar aceitunas en una finca de la rica propietaria Paulina Castilla Ruiz.

            A su todavía más rico hermano José Luis en el mes de febrero de 1927 le sustraían aceite de uno de sus molinos. Se dio cuenta a la Guardia civil que cogió in fraganti a los exportadores sin permiso. Como no les hicieron caso empezaron a disparar e hirieron a dos de los ladrones. Ejercían su lucrativa profesión en la siguiente forma: uno entraba por las tapias del huerto denominado Recreo de Castilla, y saltando por la verja que separa el huerto del molino, se internaba en éste, abría las puertas, quitaba los clavos de hierro a una reja empotrada sobre un marco de madera, quitaba entonces la reja y entraba en las bodegas como dueño en pleno dominio de ellas; mientras, los compañeros traían la caballería él henchía la corambre, la ataba y  preparaba para el viaje, que generalmente se hacía a Alcaudete, al llegar los ayudas con el semoviente y el arriero encargado del transporte, lo cargaban y en paz.

            Y, ¿dónde hay dinero? Seguro, en la oficina de recaudación de arbitrios. Por esta razón Luis Arévalo Leiva empezó a hacer un buen agujero en una de las paredes para remediar un poco sus males. La mala suerte fue que oyeron sus golpes y fue detenido, por lo que él terminó con los golpes que daba y los guardias con el golpe que intentaba perpetrar.

            Más fácil lo tuvo Antonio Zurbano Luque, empleado en la notaría del Antonio Casas. Como seguramente su miserable sueldo no le llegaba a fin de mes, echó mano al cajón de su jefe en varias ocasiones. Hasta que lo cogieron y se le acabaron las entradas.

            Y si uno tiene buena reputación y no quiere perderla hay que hacer lo mismo que Eduardo Gómez Infante, poseedor de un establecimiento de comestibles quien se le acercaba el plazo de unas letras y no contaba con efectivo. Simuló un robo, pero fue descubierto en su engaño. Se pasó de listo, el listo.

 

            En el año siguiente,  1928, otro listo,  se gasta el dinero de un encargo y va por ahí diciendo que le habían asaltado cuatro enmascarados armados de revólveres. Lo detuvieron fácilmente.

            Igualmente al autor de numerosos robos cometidos en los domicilios particulares a los que Manuel Aguilera Mérida, accedía como si fuera su propia casa.

            Y usando los adelantos de la modernidad de una forma desgraciada, murió electrocutado el joven Rafael López Redondo cuando saltaba las tapias de un corral para robar un pavo.





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