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Historia de Priego de Andalucía - Niceto Alcalá-Zamora y Priego de Córdoba

02. ¿QUÉ HIZO DON NICETO EN PRIEGO?

Intetamos contestar a la pregunta en los apartados que siguen.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

            A lo largo de mi vida prieguense, muchas veces, en reuniones distendidas, he conversado con amigos y conocidos sobre temas políticos. Cuando le tocaba el turno a la época republicana de don Niceto, irremediablemente, siempre sucedía lo mismo, uno de los contertulios en plan de chunga y gracia decía que don Niceto, solamente había hecho la cárcel. Las risas brillantes y sarcásticas de los oyentes sellaban este tema con mil vueltas de cerradura pesada. Había acuerdo unánime en ese punto. Estaba todo dicho y acabado. Esta misma opinión se recoge en el libro Memorias de un Alcalde en el que se cuenta que al cabo de cinco años de gestión republicana, ésta dejó en Priego la cárcel, convertida en casa de vecinos y unas escuelas en el Palenque de dudoso gusto que privaron al pueblo de tener una plaza[1]. También personalmente he sido cable transmisor de esa opinión tan insulsa, simple y falta del más exacto rigor histórico. Cuando se es ruina cartaginesa hay que soportar los pasos de los romanos vencedores. Cuando el agua de lluvia cae al suelo difícilmente dejará de ensuciarse. Cuando el árbol se derriba, todos hacen leña, según el refrán. Y en este caso, del árbol salieron piras enormes, porque el tronco y su ramaje eran más gruesos que un drago canario.

            Don Niceto sólo hizo en Priego la cárcel, la frase tuvo un gran éxito, tanto que transcendió de los montañosos límites de nuestra comarca y fue echando raíces en los lugares más apartados y recónditos. Como epílogo al sarcasmo se añadía: que de esta forma estaría más cómodo cuando lo encerraran. Un razonamiento lógico quizá para una etapa ilógica. O tal vez demasiado lógico para un período de nuestra historia local en la que solamente estaba permitido ‑cuando se hablaba de política‑ echar incienso al régimen presente o condenar como causa de todos los males al régimen anterior que fue vencido, triturado y disperso.

            "El primer jefe de gobierno de la República fue Niceto Alcalá‑Zamora, un abogado de Andalucía, con el florido estilo de elocuencia típico de la región. Cordial, honesto, erudito y confiado, Alcalá‑Zamora era también vanidoso y entrometido, y, aunque en Madrid parecía amar la libertad más que la vida, en Priego, su pueblo natal allá en el sur, parecía la encarnación del cacique de los viejos tiempos[2]." Con estas cortas frases describe Hugh Thomas en su célebre y erudita Historia de la Guerra Civil Española la figura de nuestro paisano, usando adjetivos tan opuestos como entrometido y confiado, o éstos que a todas luces se repelen: honesto y cacique[3]. En esta amalgama de honesto y cacique se puede colocar la actuación de don Niceto en Priego. Como del segundo aspecto se ha escrito y se seguirá escribiendo, a partir de ahora, sin los apasionamientos pasados, la historia y los hechos con el debido rigor histórico, me voy a limitar a desenvainar, y ser una punta de lanza, para que la opinión pública, al menos la prieguense, tenga algunos elementos de juicio más a la hora de enjuiciar una época y el personaje que la llenó.

            Ni entro ni salgo, ni subo ni bajo. Mi objetivo es aprobar esa asignatura pendiente que, como pesado lastre, arrastramos los de mi generación. Asignatura voluminosa, llena de mal informaciones, omisiones y mentiras que eran casi dogmas de fe, pero que luego resultaron ser tabúes sin ninguna consistencia. Mi objetivo, también, es encender una antorcha para que podamos ver un poco ese ángulo de nuestro pasado que ha estado cerrado, y que cuando se ha abierto, nunca ha sido iluminado con las luces de la verdad entera, de ahí que su transparencia sea borrosa, cuando no sólida y opaca.

            ¿Qué hizo don Niceto en Priego? Vamos a contestar un poco.



    [1]. VALVERDE CASTILLA, José Tomás: Memorias de un Alcalde. Madrid, 1961.

    [2] THOMAS, Hugh: Historia de la Guerra Civil Española. Círculo de Lectores. Valencia, 1976. Tomo I, página 54.

    [3] Este concepto de cacique lo toma Hugh Thomas del libro de J. T. Valverde antes citado.





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