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17.15. ALMEDINILLA EN LA PRENSA CORDOBESA. (1852-1952)

 




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Historia de Priego de Andalucía - Niceto Alcalá-Zamora y Priego de Córdoba

03. AMIGOS, AMIGABLES Y OTROS

Nombramiento de Hijo Predilecto de Priego.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

            La primera vez que nos encontramos a don Niceto de una forma oficial, es decir, en las actas capitulares, ocurre en el año 1910, (año del cometa Halley) cuando acaba de ser nombrado Director General de la Administración Local. La Corporación se muestra orgullosa con este hijo que tanto lustre está dando a este pueblo olvidado del sur cordobés. En su euforia y sano orgullo, a la calle Río, que se llamaba Cánovas del Castillo, se la bautiza con el nombre de tan preclaro hijo[1]. Además, un retrato suyo deberá ser colocado en la Sala Capitular, y la Corporación en pleno saldría a recibirle a la entrada en su próxima visita al pueblo. Como punto final de este primer encuentro, se le nombra hijo predilecto de la ciudad. La reacción del homenajeado no se hace esperar y envía una expresiva carta al Alcalde, Antonio Gámiz Cáliz, en la que comunicaba a la Corporación que no mereciendo la honrosa distinción de declararle hijo predilecto de esta ciudad, lo agradecía como honor extraordinario y aspiraba sólo "(...) a ser un buen hijo de este pueblo". El Ayuntamiento aplaude el contexto de la misiva, y pone de manifiesto "la modestia que revela persona de tantos méritos". El idilio de una relación oficial llena de momentos de éxtasis, de adhesiones arribistas, de amistades sinceras, ‑ también falsas‑ acababa de empezar. Y como todos los romances, tendría sus altibajos que en este caso se convirtieron en precipitadas caídas y rupturas de relaciones.

             Pero estos homenajes no eran gratuitos. No se le regalaba nada al paisano que empezaba a brillar con una energía y fuerza nunca vistas. Recién terminada la carrera, pasó tres años en Priego dedicado al estudio y a la enseñanza de amigos, mientras le llovían consultas jurídicas, realizadas todas de una forma gratis[2]. Cuando se empieza a ser importante, aparecen ejércitos de familiares, amigos y conocidos que se acercan presurosos a chupar la miel de tan rica confitura. A lo largo de toda, su carrera profesional y política no dejó de ayudar de una forma individual o colectiva a todos los que a él se acercaban para pedirle un favor o solicitar una gracia. Él mismo, con una sinceridad transparente llena del acíbar amargo del desengaño, nos cuenta que "(...) he sido consultor y gestor de todos, convirtiéndome en abrumadora fatiga las temporadas, que por ironía se llamaban de descanso. He servido allí (se refiere a Priego) a cuantos he podido, que en conjunto fueron casi todos (...)[3]".

            Cuando consiguió destino en Madrid, continúa ayudando a sus paisanos que lo tienen como cabeza de puente en la capital. Era el tutor monetario de muchos de los estudiantes prieguenses que se desplazaban a Madrid a cursar estudios universitarios. Entre ellos, se cuenta el estudiante de medicina Balbino Povedano Ruiz, quien se llegaba a casa de don Niceto a por su paga y al que pedía dinero si le faltaba, siguiendo las instrucciones que su padre le había dado. Precisamente Cristóbal Povedano Ortega, hijo de Balbino, cuenta como en cierta ocasión se le planteó un pleito a sus abuelos con los arrendadores de la mina de hierro que poseían en Zamoranos y se lo dieron a don Niceto para que lo defendieran. Cuando la parte contraria se enteró del nombre del defensor, desistieron. En una de las visitas que el abuelo hizo a la capital del reino, se llegó a una de las más acreditadas relojerías y compró el mejor reloj que había para regalárselo al abogado que ganaba los pleitos antes de empezarlos. Hoy este reloj es conservado con cariño por uno de sus nietos.

            Los favores que en el ámbito personal se hacen o se reciben no suelen constar en acta. De ahí lo difícil que resulta tener pruebas documentales que sirvan de testimonio a las anteriores palabras. Las personas favorecidas tampoco suelen dejar escrito la forma y cuantía de lo recibido, pero el favor, a veces, en las generaciones siguientes suele quedar como un vago recuerdo que se va transmitiendo oralmente.

             El destino de una forma fortuita y casi milagrosa, casualidades de la vida, ha hecho llegar a nuestras manos unos pequeños botones de muestra que son tan sólo los representantes de una kilométrica sotana de clérigo. Se trata ahora de unas cartas que fueron rescatadas de la basura, no hace muchos años, y que la curiosidad de un paisano libró del extravío. La fortuna ha hecho que sea una carta de cada uno de los protagonistas del favor. El peticionario: Luis Arriero, de Priego. El benefactor: Niceto Alcalá‑Zamora, y el ejecutor último, realizador del favor: conde de Romanones, ministro de la Guerra. Estamos en la primavera de 1906, en este momento Alcalá‑Zamora, ya es entre otras cosas, oficial letrado del Consejo de Estado, abogado fiscal de lo contencioso y diputado a Cortes por La Carolina. No tiene aún treinta años. Uno antes había sido nombrado secretario político del conde de Romanones y trabajó a su lado más tarde en diferentes ministerios[4]. Desde aquí ayuda a sus amigos. Y éste es el momento de la carta que comentamos. La primera es de don Niceto dirigida a Luis Arriero en la que le dice que ha recomendado con todo interés la concesión de licencia a su hermano. Espera ‑añade‑ que esta vez la gestión sea más afortunada. Un mes más tarde, Luis Arriero, recibe un besalamano del diputado de La Carolina en el que le adjunta una carta que había recibido del ministro de la Guerra en la que se dice: "(...) Tengo el gusto de manifestarle que, según me dice el Director del Hospital Mayor de esta Corte, su recomendado Alfonso Arriero será incluido en la próxima propuesta de licencia, quedando por tanto complacido (...)". Inmediatamente, el favorecido envía una carta dando las más expresivas gracias y se ofrece a su vez, deseando tener ocasión para serle útil en algo.

            Otro grupo de cartas de los que tenemos noticias lo compone las que nos han aportado los familiares de Juan Francisco González, natural y vecino de El Cañuelo y Castil de Campos al que unía una intimidad más que familiar con don Niceto. Era su mano derecha en todas las gestiones que había que hacer en las fincas que poco a poco iba comprando. Tan cierto era esto así, que en los momentos difíciles, Juan Francisco González estaba siempre a su lado. Sus cartas son la historia de una amistad. Una amistad entre un hombre culto que hace toda clase de favores, que sigue relacionándose cuando es Jefe de Estado, y entre un hombre sencillo, del campo, que no tiene aspiraciones políticas, que ayuda en los asuntos de las fincas, pero que también pide muchos favores, generalmente concedidos.

            La primera carta se remonta al año 1916 y es del Ministro de la Guerra dirigida a Niceto Alcalá Zamora. En ella, le participaba: "(...) que a tu recomendado Casiano González Povedano, le ha sido concedida la devolución de cuota como deseaba, quedando complacido". Por el año veintiocho, recibe la siguiente, manuscrita, según creemos por el secretario, pero firmada por Don Niceto: "Sr. D. Juan Francisco González. Mi querido amigo: Acabo de regresar de los Pirineos donde dejé a mi mujer algo mejorada y aunque pronto he de ir por ahí no quiero dejar de darle las gracias por su interés. Así, Juan, pronto nos veremos y hablaremos de todo, incluso de su asunto. Le quiere su buen amigo. Niceto". Ésta es la única que habla de un asunto familiar. Del conjunto de todas ellas las hay escritas a mano y firmadas por Don Niceto o escritas por su secretario o pasante. Como no tenemos las que les enviaban desde Castil de Campos o El Cañuelo, muchas veces el asunto se nos escapa, en otras, sin embargo, está claro. Como la del 10 de enero de 1931, cuando Don Niceto estaba en la cárcel después de la intentona golpista del mes de diciembre de 1930. Contesta desde la cárcel a Juan Francisco diciéndole que "Agradezco mucho su carta y su interés y sigo bien de salud y de ánimo".

            El mayor número de cartas que tenemos son de los años 1931 y 1932. Juan Francisco González se interesa de nuevo cuando Don Niceto en la cárcel es sacado de la cama, en plena noche, y según se demostró más tarde con intenciones no muy claras. Desde la cárcel, el 6 de marzo de 1931, le escribe: "Sr. D. Juan González. Mi querido amigo: Muchas gracias por su protesta con motivo del grotesco y turbio suceso que me ocurrió en esta prisión y tan difícil de aclarar, aunque así se pretenda, pero no ha hecho decaer mi ánimo ni mi salud. Con recuerdos de esta familia queda suyo afmo., amigo q.e.s.m. N. A. Zamora." Todavía en la cárcel y con letra de mujer, con fecha 6 de abril de 1931, ninguno de los dos corresponsales adivinaba lo que se iba a producir después, recibe ésta: "Sr. D. Juan Francisco González. Mi querido amigo: Ya sé como se ha interesado usted por mí y por esta familia durante el mal tiempo y al venir días mejores aún cuando aquellos no fueron tampoco muy malos, me complazco en enviarles las gracias y mi saludo. Su buen amigo. Niceto Alcalá‑Zamora."

            Todas las cartas anteriores fueron con el membrete de abogado y con el domicilio en General Martínez Campos, 30. Las que ahora se reciben son del Presidente del Gobierno de la República. Muy pocas personas podrán poner en su currículo la estrecha amistad que le une a un Jefe de Estado y lucir una decena de cartas como prueba. Ahora las tornas han cambiado. La rueda de la fortuna le presenta al amigo madrileño la cara más amable. Juan Francisco le escribe felicitándole por la toma de posesión en la Presidencia y ésta le contesta de la siguiente manera: "Gobierno Provisional de la República Española. El presidente. 3‑8‑931. Sr. D. Juan González: Mi querido amigo: Recibo su carta de felicitación que le agradezco mucho. Dé V., recuerdos de todos a su familia y queda suyo buen amigo. N. A. Zamora." En un besalamano el Presidente del Gobierno la participa "(...) que ha recibido su carta y siente no poder resolverles las dudas que le plantea por hacer referencia a materia que no entra dentro de sus atribuciones." Se nos escapa cuales son las dudas de Juan Francisco. En otra manuscrita, a primeros de enero de 1932, le dice que pasará unos días en Priego. Después de ésta, se suceden unas cartas, bien manuscritas o escritas a máquina firmadas, por el Sr. Hidalgo, Secretario particular del Presidente de la República. En una de ellas se cuenta, cómo todo un Presidente de la República recomienda a un paisano de Castil de Campos para que pueda sacar la plaza de cartero. El destino, que también se pide, no se lo asegura: "El Secretario particular del Presidente de la República. Sr. Don Juan González. 23 enero 1932. Muy distinguido Sr. mío: Con su carta tuve el gusto de recibir la visita de su recomendado D. Antonio Olivencia, el cual se recomendará en su día para las oposiciones a cartero que piensa hacer. En cuanto al destino que a la vez solicita, será más difícil poder complacerle por las dificultades tan enormes que para ello hay. Queda de V. atento s.s. q.e.s.m. V. Hidalgo." En otras que siguen en este fructífero año epistolar, el Presidente le dice que resolverá el asunto cuando llegue a Priego.

            Finalmente, transcribimos otra carta de petición de favores: "22‑3‑932. El Presidente de la República Española. Sr. D. Juan González. Mi estimado amigo: Recibo su carta en la que tanto se interesa por Francisco Pérez Ávalos. En cuanto a lo primero no es posible por no ser de libre nombramiento; y en cuanto a lo segundo, estaremos a la vista de ello, por si fuera posible hacer algo en su favor. Suyo afmo. amigo. Niceto A. Zamora.".



    [1] Véase el apartado Cuando don Niceto perdió el "Don".

    [2] ALCALÁ ZAMORA, Niceto: Memorias. Editorial Planeta, 1977, página 27.

    [3] ALCALÁ..., ob. cit., página 20.

    [4] ALCALÁ..., ob., cit., página 37.





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