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11.24. MÍNIMA LEGISLACIÓN PARA RECUPERAR LAS INMATRICULACIONES LLEVADAS A CABO POR LA DIÓCESIS DE CÓRDOBA Y ALGUNOS PATRONATOS DE PRIEGO DE CÓRDOBA

 




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Historia de Priego de Andalucía - Niceto Alcalá-Zamora y Priego de Córdoba

05. EL FOMENTO DE CAMINOS

Su ayuda para la construcción de carreteras y caminos vecinales.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

            Con las rentas personales de su bufete y sus múltiples ocupaciones de funcionario y políticas, nuestro prohombre fue juntando unos ahorros que se convirtieron en fortuna, muchos de los cuales fueron invertidos en la compra de varios inmuebles urbanos y fincas rústicas. Algunas de las cuales, como La Ginesa, llegarían a alcanzar en la zona una celebridad inusitada, puesto que fueron refugio de sus vacaciones y por lo tanto centro político de todo el término, y lugar también de amargos sucesos cuando la suerte política le daba las espaldas. Le había costado 95.000 pesetas. Él mismo nos cuenta que en su compra había procedido con el carácter mixto con el que siempre actuaba, es decir, compra‑venta y donación. Se instalaría el teléfono en el año de su inauguración y se la dotó de agua del paraje denominado Cena‑Oscura, un alumbramiento que se acababa de hacer en el año 1917, situado en unas de las laderas de la cercana aldea de Castil de Campos.

            Sería, por otra parte, partícipe en numerosos proyectos económicos y culturales, como, por ejemplo, en la furia minera que llegó a Priego. Bajo la forma jurídica de sociedad anónima, se hicieron La Sociedad minera La Cruz, situada en El Castellar (1910), Nuestra Señora del Carmen (1907), mina de hierro situada en la Dehesa de la Villa, y Mina de San Juan Bautista (1907), situada en la Haza de la Mina, de la que fue, junto con otros cuarenta y cinco socios, propietario fundador. El segundo punto a resaltar es el carácter benefactor y magnánimo que tuvieron muchas de sus actuaciones, y que después poco a poco veremos de una forma amplia y detallada.

            Se mostró siempre dadivoso y magnánimo con su pueblo y sus gentes, y con las poblaciones de las que era representante en el Congreso. Cuando se proclamó la República, se trajo a España el dinero, que en previsión de destierro por parte de Primo de Rivera depositó en Francia, y durante todo su mandato como Presidente, impuso en la casa presidencial una administración severa, ahorrando cantidades ingentes tanto en sus gastos personales como en los de protocolo que después devolvía o usaba en obras de beneficencia, aparte de seguir viviendo en la calle de Francisco Giner durante los cuatro años y meses que desempeña el cargo.

            Durante la Guerra Civil, sus bienes son incautados e intervenidos, paradójicamente en ambos lados de la contienda, para más tarde, en octubre de 1939, ser confiscados por Franco que los aprovechó por muchos años en beneficio público hasta que fueron devueltos, después de la muerte de su propietario, a sus legítimos herederos.

            Como balance de este aspecto, podemos decir con Guillermo Cabanellas que don Niceto consiguió reunir una fortuna cuantiosa "(...)y que cayó en una pobreza que jamás pudo sospechar o temer". Para continuar diciendo que "(...) era un hombre ahorrativo, no dispensioso, contrario a gastos superfluos, herencia de sus tiempos de juventud, de limitaciones sin estrecheces (...)[1]".

            Nos detenemos en este punto para resaltar dos aspectos que consideramos de interés sumo. El primero de ellos es que al alcanzar el cargo de Ministro y más tarde la Jefatura del Estado, se realizarían obras públicas que, como después veremos, beneficiarían a los propietarios, pero también al pueblo en general.

 

 

EL FOMENTO DE CAMINOS

            Hay en el Ayuntamiento nicetista una explosión de júbilo cuando a primeros de noviembre de 1917 llega la noticia del nombramiento de Alcalá‑Zamora para el cargo de Ministro de Fomento. La satisfacción y el entusiasmo son indescriptibles. Se organiza una manifestación popular que, con la Corporación a la cabeza y la banda de música, recorre las principales calles de la ciudad. Todas las dependencias del Ayuntamiento hicieron fiesta durante tres días y en la Casa Capitular se pusieron colgaduras en los balcones, así como iluminaciones extraordinarias en las calles Alcalá‑ Zamora (Río), Prim (Carrera de las Monjas) y Plaza de la Constitución (Plaza de Andalucía[2]).

            En esta época, el Gobierno estaba formado por ocho ministerios por lo que abarcaba cada uno varios de los que ahora existen. La llegada de Don Niceto al de Fomento había sido posible gracias a su pertenencia a la fracción democrática liberal de García Prieto. Las expectativas esperanzadas que el pueblo puso en este nombramiento se vieron recompensadas, creo que ampliamente. Cuando leía por primera vez las actas capitulares de 1918, me quedé sorprendido al ver la gran cantidad de ellas que se dedicaban al tema de los campos y las innumerables instancias que se le enviaban al Excmo. Sr. Ministro de Fomento, para la declaración de utilidad pública de caminos vecinales. Primer paso de la consecución del ansiado presupuesto para la realización de la obra. Dice el poeta que se hace camino al andar. Pero este camino es una vereda estrecha a la que le hace falta un presupuesto para hacerlo transitable. Los caminos de herradura de nuestra montañosa comarca sienten en su superficie, muchos de ellos por primera vez, la penetración de picos y escardillas.

 

            Aunque sé que la relación es un poco seca, entiendo que es necesaria para el informe que comentamos. Así que detallamos algunas de estos presupuestos que se consiguieron:

 

     ‑ De Zagrilla al Km., 33 de la carretera de Monturque a Alcalá la Real.

     ‑ Del kilómetro 47 de la carretera de Monturque a Alcalá la Real, al sitio de El Poleo, pasando por la Concepción y Paredejas.

     ‑ De la de Campo Nubes al kilómetro 14 de la carretera de Priego al Salobral.

     ‑ Del kilómetro 13 de la carretera de Priego al Salobral, al kilómetro 63 de Córdoba a Jaén.

     ‑ Del pueblo de Los Villares a la misma carretera de Monturque a Alcalá la Real.

     ‑ Del pueblo de Las Navas a la carretera de Monturque a Alcalá la Real.

     ‑ Del suburbio de Las Rentas al Pozo del Prado en el camino vecinal de El Castellar.

       De Castil de Campos a la carretera de Priego al Salobral.

 

            Todas estas peticiones se hacían, curiosamente, a solicitud de los moradores, mediante petición justificada y teniendo en cuenta que en dichos lugares no existía Junta Administrativa ni otra entidad que tuviera personalidad para pedir anticipos ni subvenciones, ni obligarse asimismo con el Estado. Los moradores se dirigían al Ayuntamiento al que solicitaban cooperación y apoyo para llevar a cabo la construcción del camino. Después, el Ayuntamiento se presentaba en la jefatura de obras al concurso de subvenciones y anticipos de fondos para la construcción de caminos vecinales. El Alcalde, Víctor Rubio Chávarri, con su ministro de Fomento consiguieron, ya en agosto de 1918, la primera subvención para el camino de Priego a Esparragal por un importe de 29.870'17 pesetas.

            Estas obras situadas en su contexto histórico tuvieron su importancia relativa, pues estamos en una época de agitaciones sociales, huelgas, revoluciones y sobre todo de carestía de la vida. El jornal de un bracero cuando trabajaba era de 2'50 pesetas y un alimento básico como el aceite costaba 1'42 pesetas el kilo. Comparando las dos cifras, se llega a unas conclusiones deprimentes que hunden al espíritu en un pozo de espanto y asombro. No fueron, desde luego, estas obras un remedio total para la grave situación social, pero sí un alivio para la clase obrera, puesto que, al menos, cuando trabajaban se podía comer pan y aceite.

            José Molina Sánchez nos cuenta el método de trabajo que se seguía por la época. Los jornaleros con recuas de burros y mulos iban recogiendo en las fincas colindantes al camino la piedra en rama. Es decir, en bruto, pequeños y grandes bloques de piedra viva que se iban apilando en montones intermitentes a lo largo del camino en construcción. Llegaban más tarde los pedreros o picapedreros y con la energía de sus brazos y un rudimentario porro iban partiendo la piedra hasta que su diámetro tuviera la medida suficiente para pasar por unas anillas que ad hoc poseía, para la ocasión, Obras Públicas. La gruesa era rechazada y vuelta a porrazos con ella. Después, se cubicaba con los mismos cajones‑serones que usaban los semovientes. La operación siguiente era calificar la carretera, es decir, la araban. Todo el camino era removido y con espuertas iban echando la piedra suelta que más tarde era nivelada a ojo con rastrillos. Pasaba un camión regadera esparciendo agua y una apisonadora a vapor era la encargada de que las piedras y la tierra formasen un conglomerado compacto y uniforme. Como trabajo final, la sometían al recebo que consistía en echarle la tierra sobrante de las cunetas. Ya estaba el camino listo para el tránsito de vehículos, carros, semovientes y personas. Si llovía, se formaba un gran barrizal hasta que los vehículos a motor, en su paso, echaban el barro a los laterales. Si no llovía, la nube de polvo que levantaban los carruajes era tan densa que no se veía más allá de unos metros.



    [1] Memorias, etc., páginas 537 y 546.

    [2] Acta Capitular del 3 de noviembre de 1917.





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