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11.47. SENTENCIA DE LA AUDIENCIA PROVINCIAL DE BURGOS A FAVOR DEL AYUNTAMIENTO SOBRE UNA ERMITA INMATRICULADA POR EL OBISPADO

 




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Historia de Priego de Andalucía - Niceto Alcalá-Zamora y Priego de Córdoba

07. DON NICETO, EL MAGNÁNIMO

Diversas donaciones con su propio dinero.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

               Se dice que la talla moral de los hombres no se mide por su estatura. Hay otros parámetros que nos informan de la verdadera valía de una persona. Uno de ellos es, sin lugar a dudas, cuando se llega a la cumbre y todos se hacen reverencias e inclinaciones, tener un recuerdo para aquellos que a duras penas se mantienen erguidos en la llanura. Y este recuerdo, traducido en obras efectivas, en hechos evaluables a los ojos más críticos, en obras como fiel reflejo de los amores. Esta conversión del amor en obras tuvo durante la República dos caminos con características distintas, pero con un solo objetivo: ayudar al pueblo y a sus gentes. El primero de estos caminos estuvo iluminado con el dinero particular del Presidente. El segundo, fue la ayuda en la gestión a la Corporación Municipal, que se tradujo en la pronta realización de importantes proyectos como tendremos ocasión de ver en el próximo apartado.

            La primera fiesta de la ilusión, es decir el día de Reyes, que se celebró durante el primer año de la República no hubo en Madrid un rey. Los niños de Priego no lo necesitaron de carne y hueso, porque tuvieron en ese día satisfecha su bendita ilusión de la inocencia con el reparto de juguetes que se les hizo gratuitamente. Los Reyes Magos de Oriente daban la cara para crear el sueño, pero el dinero había salido del peculio particular, en forma de donativo, del paisano que en ese momento era Presidente‑Rey Mago. Un gesto demostrativo del recuerdo cariñoso y tierno hacia los pequeñines de su patria chica.

            Al año siguiente, a pesar de que las aguas estaban canalizadas, había muchas casas de la población que no la tenían instalada y lo mismo pasaba en los anejos de la comarca. En vista de lo cual se emprende una política de construcción de lavaderos. Con dinero particular de S.E. el Presidente de la República Española se hace el lavadero de la calle Verónica y la escalinata de la Fuente de la Salud. Se continúa en las aldeas. En enero de 1934, el Ayuntamiento realiza la construcción de dos lavaderos, uno en El Poleo y otro en Las Higueras, así como la reparación de los abrevaderos de ganado en las dos aldeas nombradas. En los lavaderos que se van construyendo se colocan lápidas con la siguiente inscripción: "Este lavadero se construyó con donativo del Sr. Presidente de la República Española Excmo. Sr. Don Niceto Alcalá‑Zamora y Torres el año...[1]."

            En todos los años del régimen republicano, don Niceto seguía mandando de su dinero 10.000 pesetas que la Corporación invertía sobre todo en obras públicas. El año 1934, se construyó una cañería conductora de agua de la fuente del Lobo a la Aldea de la Concepción, para a continuación hacer un abrevadero y un lavadero. En 1935, se construyen dos lavaderos en Castil de Campos, uno en Chirimeros‑Castellar y otro en Zagrilla Alta. A mediados del año se construye el de Las Lagunillas y en octubre se les da una comida extraordinaria a los niños de las escuelas municipales con motivo de la celebración del Día de la Raza. Durante el año 1936, el dinero se invierte en el casco de la ciudad. Se pagan, con el dinero enviado, los materiales para la compra del colector del Adarve con una longitud de 367 metros. Por último, en enero se pagan los materiales para la construcción de la galería o mina ‑125 metros‑ que uniría el nuevo colector del Adarve con el caz de la Vega. Ésta fue la última de las realizaciones llevadas a cabo con el dinero particular en Priego. Después, se celebrarían las famosas elecciones de febrero y el cambio posterior en la Presidencia de la República. Para España había terminado un presidente. Para Priego, un Presidente y un benefactor. Ni que decir tiene que cuando el Ayuntamiento recibía el dinero, por conducto reglamentario expresaba a S.E. el Presidente el reconocimiento y gratitud que sentía por las pruebas de amor que demostraba hacia su pueblo.

            Recién entrado el otoño de 1936, cual hojas que dejan de recibir la vivificadora savia, todas las lápidas, en las que se hacía constar el nombre del que hizo el donativo para la construcción del servicio público, fueron derribada y molidas a martillazos. Los cuervos azules no destrozaban ojos, pero sí piedras con leyendas que podían ser leídas.



    [1] Acta Capitular del 21 de enero de 1933.





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