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Historia de Priego de Andalucía - Niceto Alcalá-Zamora y Priego de Córdoba

25. LA REGIÓN

La región andaluza en los escritos de don Niceto.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

            Este amor que demostraba al terruño se trasluce también en parecidos términos cuando habla de la región. Mantenedor en varias ocasiones de los innumerables juegos florales que se organizaban en la época, tuvo ocasión en ellos de mostrar una vena poética que otros de sus escritos carecen. Se le ha tildado de tener una prosa seca, difícil, enrevesada y bastante prosaica, a tenor de su carrera en leyes, además de hacer unos discursos excesivamente largos y barrocos. Pero cuando estaba delante de poetas, sabía estar a la altura de las circunstancias y expresarse con los términos y modos que ellos usaban en sus composiciones. El texto que sigue nos lo demuestra: "El amor a la región, sano y honrado en su propia esencia, es tan natural que se prepara por influencias ancestrales y terrenas, que mantienen el tipo y las predisposiciones étnicas; se infiltra por la educación que perpetúa las tradiciones, las ideas y los sentimientos; penetra por los sentidos y llega al alma con la visualidad atrayente de los usos, los lugares y los trajes, y, sobre todo, por la hermosura incomparable de la tierra que protege y abraza como madre y como amante; se afirma en el lenguaje, que si por un lado tiene fuerza expansiva para extenderse la conciencia social, tiene por otro fuerza aisladora, sellando con la intimidad el carácter peculiar del grupo; se desborda en la literatura popular y se condena en la literatura erudita, y, sobre todo, se alienta y sostiene por una historia con apasionamiento y encanto de leyenda, que presentándonos la región idealizada, la destaca antigua posesión de la soberanía, viene a ennoblecerla con la pérdida posterior de ésta, porque ya cobija y no oprime, acaricia y no hiere y la pureza del sentimiento que inspira no se socava ni por agravios del poder, ni por presiones del Estado, ni por prevaricación de los Gobiernos"[1]. Todavía con una prosa más poética se muestra en los juegos florales celebrados en Sevilla en el año 1914. Aquí vuelve a repetir de nuevo como fondo la región, pero la forma alcanza una máxima maestría: "(...) Tenemos cuanto integra, destaca y mantiene un vivo, apasionado, innegable regionalismo sentimental; la delimitación precisa en la Geografía y en la Historia de una personalidad colectiva, manifestada en carácter, costumbres, gustos, fiestas, tradiciones típicas, atrayentes, inconfundibles, expresivas; el encanto de un alma propia, de una música nuestra, de una poesía popular, reflejándose en el donaire espontáneo de la calle, en el decir sentencioso de los campos, en el hondo sentir de la copla humilde; la voluptuosidad ardiente y deslumbradora de una naturaleza que seduce y arraiga, ciega y acaricia; la nota de luz, el matiz de color, el reflejo de cielo, la emoción del paisaje, sin que la tonalidad armoniosa, diáfana, brillante de nuestro día, pueda superarse más que por nuestras noches serenas, luminosas, místicas y sensuales, claras y discretas, incomparable techumbre celeste de la felicidad terrena, ventanal infinito de la alegría, atracción de las almas, que las serena, las exalta, las agita, las extasía en íntimo recogimiento, en dilataciones insondables (...)"[2].

 

 SAUDADE

            Es comprensible que lo que más le doliera en los últimos años de su vida fuera estar alejado de su pueblo y de sus tierras juntadas con tesón, fanega a fanega, y mimadas con el celo propio de un enamorado. En su actividad intelectual, se había planteado bien pronto esta situación de desterrado, pero nunca sospechó que él la sufriría más tarde en su cuerpo y en su alma desde el año 1936 hasta el final de sus días. A todas las contrariedades pudo hacer frente, con un tesón inusitado, pero ésta del destierro resulto ser demasiado grande para él, pues siempre fue un hombre que se sentía agricultor y pegado a los ciclos de la tierra productora. Veamos lo que nos dice en el año 1910 que, ahora leído "a posteriori", es como una premonición que se cumpliría en él varias décadas más tarde. Por el tiempo en que lo escribe era un hombre de mediana edad que ya ha iniciado una carrera política meteórica, sin embargo, parece que nos describe su estado de ánimo en la Argentina: "Ese amor regional, ese cariño a la patria pequeña se siente más, como todas las emociones en nuestras crisis y en nuestros instantes de debilidad, mostrándose quizás más intenso en las lejanías que en la proximidad de la tierra querida: surge en los momentos de fatiga como visión de energía reanimadora; aparece en las enfermedades mostrando la tierra en que nacimos, no ya como ayuda para convalecer y fuerza para tonificar, sino como virtud curativa y milagrera; se muestra en la vejez como impulso que nos lleva a abandonar el derrotero de la vida plena, anidando la senectud con la niñez, y haciendo que los pasos vacilantes de la ancianidad, se den en los lugares que hollaron los primeros pasos torpes de la infancia, nos acompaña hasta el instante mismo de la muerte, queriendo rendir el pobre tributo de nuestro cuerpo mísero y gastado a la tierra que le nutriera con sus primeras y sanas energías."[3]  

            Los que tuvieron la oportunidad de tener contacto con él en los últimos años de su vida, allá en Buenos Aires, nos resaltan hasta la saciedad esta morriña que sentía por su Priego, por España y por sus tierras. Leandro Pita Romero nos dice literalmente: "(...) que había perdido algo más importante que todas las riquezas, que todos los honores, que todas las vanidades, que una vida jalonada por los triunfos podía darle: la prolongación de sus paisajes, el alejamiento de su tierra natal"[4]. Guillermo Cabanellas realza lo anterior en el epílogo de sus Memorias cuando nos dice que: "Lo que más le apesadumbraba era el convencimiento de que moriría lejos de la tierra en la que había nacido"[5]. Este mismo apologista en una hermosa metáfora relata como murió frente a la Pampa, a orillas de un gigantesco río y "conservando en su retina el paisaje de serranías y olivos". Nosotros así queremos creerlo. En su testamento mandó a sus hijos que le pusieran cerca del corazón un puñado de tierra española extraída del rincón nativo y de las montañas pirenaicas. Estos así lo cumplieron.



    [1] ALCALÁ-ZAMORA, Niceto: Discursos. (Juegos florales  de "Lo rat penat". Valencia, 4 de agosto de 1910. Editorial Tecnos. Madrid, 1979, páginas 408 y 409.

    [2] ALCALÁ-ZAMORA, Niceto: Discursos. "Juegos florales del Ateneo de Sevilla", 12 de marzo de 1914. Página 434.

    [3] Alcalá-Zamora, etc., Discursos, etc., páginas 408 y 409.

    [4] Memorias, etc., página 546.

    [5] Memorias, etc., página 544.





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