En nuestro libro El Casino de Priego y otras instituciones recreativas (1848-1998) vimos como después de algunos años de funcionamiento se produce la primera escisión entre los socios del Casino Primitivo, que se extienden desde el año 1859 hasta la unión con el separado Círculo de la Amistad en 1861. La tesis probada de su separación política la mostraba el hecho de que al Círculo se marchan todos los socios de tendencia más conservadora partidarios del llamado antiguo régimen, mientras que los progresistas y liberales permanecen en el grupo, tales como Luis Entrambasaguas, Antonio de la Barrera, Antonio Caracuel y Cámara, Luis Alcalá-Zamora Franco y Gregorio Alcalá-Zamora y Caracuel, éstos dos últimos se distinguirían por su apoyo al movimiento revolucionario de 1868. Una vez solos, vimos que uno de sus primeros acuerdos fue poner a la sociedad el título bastante expresivo de "Casino Liberal". Nombre que desaparece cuando se unen en 1861.

            Esta división latente se manifiesta circunstancialmente en algunas separaciones de pequeños grupos, agravándose otra vez a finales del año 1882, cuando se produce la más larga de las divisiones ya que dura unos siete años, donde vemos de nuevo la polarización existente entre conservadores y liberales, agrupados como la vez anterior, alrededor de algunos clanes familiares, entre los que sobresalen los Valverde dentro del primer grupo, y los Alcalá-Zamora en el segundo. 

            Estas dos tendencias de la pequeña burguesía prieguense, tertulianos en un casino, donde por paradoja está prohibido hablar de política y de religión, son los que desde siempre vienen acaparando la dirección de los poderes político-administrativo y popular-religioso del pueblo. Estas clases pudientes las contemplamos encabezando las juntas de las cofradías y será a través de dos de ellas, la del Nazareno y la de Jesús en la Columna, donde vemos a conservadores y liberales respectivamente apoyando a una u otra en sus fiestas y desfiles procesionales esperando siempre superar a los otros en magnificencia y boato. Celos antagónicos con cierto matiz político que alcanzan su cenit en el último cuarto del siglo XIX y que continúan varias décadas del XX[1].

            Referente al poder político, cuando cesa en Priego la hegemonía electoral de los seguidores de Romero Robledo por la disolución de la facción política por él liderada, toman las riendas el grupo demócrata agrupado alrededor del prieguense Niceto Alcalá-Zamora y Torres. Éste sacará acta de diputado por Priego en las elecciones generales de 1914 y días más tarde por La Carolina (Jaén). Como había anunciado, renunció al acta de Priego, pero hizo que se eligieran sucesivamente amigos suyos, y como nos dice, esto era como votarlo a él. En seis ocasiones se hizo sustituir. Algunos de estos sustitutos fueron José Serrano Ramos, Juan Bufill Torres y José T. Rubio Chávarri, todos de Priego, y que además de ser diputados, ejercieron la Alcaldía de la ciudad en varias ocasiones[2].   

            En 1915, se produjo un grave enfrentamiento entre estas dos facciones cuando José Tomás Valverde Castilla publica un artículo en la revista local prieguense Patria Chica, analizando el problema de la distribución de las aguas en la ciudad. Resalta que sólo los pudientes se podían permitir el lujo de la canalización a su costa de las aguas desde la Fuente del Rey a su domicilio, proponiendo la necesidad de construir una distribución municipal o privada que hiciera posible poner puntos de agua en todos los hogares prieguenses, además de resolver al mismo tiempo el problema de las aguas fecales. Los elementos nicetistas tomaron esta propuesta como un ataque directo a su gestión, y con su alcalde al frente, se desató una fuerte polémica en la revista, que al final terminaría con su existencia al darse de baja todos los nicetistas, y la edición de una serie de panfletos donde se atacaban unos a otros.

            Esta rivalidad de comunicados desatada a consecuencia de lo que se vino en llamar la guerra del agua dejó heridas sin sangre en los espíritus, que quedaron latentes al llegar la Dictadura de Primo de Rivera y dieron lugar a un enfrentamiento continuo y pertinaz. Ahora, José Tomás Valverde Castilla acepta la Alcaldía, mientras don Niceto y sus seguidores se declaran fervientes demócratas y se oponen el régimen dictatorial y al Alcalde que lo representa. Asentados en el poder, los valverdistas dan comienzo a una serie de represalias. Como primera medida, suspenden de sus cargos al secretario, contador, depositario, se hace dimitir al recaudador de arbitrios e impuestos municipales a quien acusan de desfalco de una forma solidaria y mancomunada junto con dos alcaldes nicetistas. Más tarde, se abre expediente al encargado del negociado de estadística. Estos pleitos y contenciosos consiguientes llegan hasta el Tribunal Supremo defendidos por los líderes de ambos grupos, los dos abogados: Niceto Alcalá-Zamora y José Tomás Valverde Castilla.

            La Dictadura, a través de Cruz Conde y de sus correligionarios en Priego, continuó hostilizando a los nicetistas innumerables veces, hasta el punto que en sus Memorias cuenta Niceto Alcalá-Zamora y Torres: "Así de tal modo durante seis largos años una serie interminable de atropellos, exacciones y vejaciones contra parientes cercanos y amigos íntimos, declarados por minúscula y vesánica tiranía local a la que se había dado arriba patente de corso". Como refuerzos de esta afirmación, tenemos la detención de Juan Bufill, con motivo de una falsa denuncia y la invasión de su casa por la Guardia Civil, así como al mismo Niceto Alcalá-Zamora cuando una fuerza de 25 guardias civiles cercan y allanan su finca de La Ginesa, amparándose en el estado de guerra, prohibiéndole que recibiera amigos, intentando meses más tarde procesarle ante la jurisdicción militar por un altercado de taberna que había tenido su casero, precisamente cuando él estaba en Madrid. 

            Por su parte, José Tomás Valverde Castilla escribe sobre la oposición que les hacen los nicetistas: "Fue constante, implacable y desatentada durante nuestra actuación. (...) Se trató de deslucir cuantas fiestas tenían carácter municipal; se lanzaron insidiosamente, las acusaciones y los rumores más absurdos; se entorpecieron de modo sistemático todos nuestros proyectos. Se procuró, socialmente, hacernos el vacío (...)"[3]. Así el logro más importante, la construcción de una red de distribución de agua potable y otra de alcantarillado y desagües que tan necesarias eran para el pueblo, se vio perturbada por numerosas reclamaciones de los nicetistas, ninguna atendida, en las que argumentaban sus derechos adquiridos. Otro de los proyectos valverdistas que más pleitos originó fue la apertura de la calle, llamada hoy Ramón y Cajal, donde se intentaba construir casas de estilo sevillano. Para eso, el Ayuntamiento pidió a los propietarios colindantes con la calle que edificaran ellos mismos o serían expropiados para a continuación vender las parcelas a propietarios que se comprometieran a edificar. Cuatro de los propietarios eran nicetistas, entre ellos el mismo Niceto Alcalá-Zamora, llegando a poner hasta veinte recursos, muchos de los cuales llegaron al Tribunal Supremo.

            Como agradecimiento a los servicios prestados por los valverdistas, el ministro de la Gobernación Severiano Martínez Anido, firma un Real decreto concediendo al Ayuntamiento de Priego de Córdoba el tratamiento de Excelencia: "Queriendo dar prueba de Mi Real aprecio a la ciudad de Priego de Córdoba por su acertada administración municipal, reflejada muy especialmente en importantes mejoras de orden sanitario, cultural y urbano. Vengo a conceder a su Ayuntamiento el tratamiento de Excelencia. Dado en Palacio a veintinueve de diciembre de mil novecientos veintiocho"[4].

            En febrero de 1930, con la caída de la Dictadura, cesan los Ayuntamientos y se forman otros con los concejales que con anterioridad a 1923 habían desempeñado el cargo en virtud del sufragio universal. El Ayuntamiento formado es de clara tendencia nicetista. En abril de ese año, se pasan a las filas republicanas siguiendo a su jefe, que deja la opción monárquica en un célebre discurso pronunciado en Valencia.

            A las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 concurren los valverdistas en las filas de la Unión Monárquica Nacional y los nicetistas, (ya en la Derecha Liberal Republicana), junto a los socialistas. Ganan los primeros por un apurado 51.6% de los sufragios emitidos frente a un 48.4%, si bien la Ley Electoral dio 16 concejales a los valverdistas, 6 a los nicetistas, (ahora republicanos), y dos a los socialistas[5]. Este resultado provisional se vería alterado por los importantes cambios políticos que se venían desarrollando a nivel nacional.

            Declarada la República el 14 de abril, Miguel Maura, ministro de la Gobernación y cofundador con Niceto Alcalá-Zamora del partido Derecha Liberal Republicana, manda realizar nuevas elecciones en los pueblos donde los republicanos no habían obtenido mayoría, fundado en presuntas irregularidades. Se efectúan el 31 de mayo. En ellas, los valverdistas no tenían ya razón de ser. Se aúpan al poder municipal 16 republicanos y 8 socialistas. España era ya mayoritariamente republicana.

            Con la llegada de la República, los campos de batalla se fueron ampliando con el tiempo: del escenario local se pasa a los tribunales, llegándose al Supremo, y más tarde hasta las mismísimas Cortes y la Presidencia de la República. Ya en los últimos años de la Dictadura, los nicetistas presentan una querella en el Juzgado de Priego para el procesamiento del Alcalde y de varios concejales que no prosperó. En 1930, se crea una comisión depuradora que en 1932 levanta expediente de responsabilidades al gestor recaudatorio y a su fiador solidario, quienes al declararse insolventes, provocan que se declaren subsidiarios responsables, con carácter solidario entre sí, a la mayoría de los componentes de la corporación al régimen anterior que verán ahora muchas de sus fincas embargadas, recibiendo en su cuerpo las mismas heridas que ellos habían provocado unos años antes. Varios empleados municipales también son depurados por motivos políticos, acusándolos de ser hostiles al régimen republicano, entre los que se encuentran tres jefes de negociado, dos auxiliares de Secretaría, el oficial primera de Intervención y el oficial de Depositaría, así como el Depositario y el capellán del cementerio. Otros puntos de litigio fueron el hospital de San Juan de Dios cuya junta estaba formada por los elementos valverdistas, que resisten una serie de denuncias sin verse destituidos de sus cargos[6]; la santera del Calvario a quien logran expulsar los valverdistas y el Casino cuyas circunstancias veremos más adelante.

            Fuera de Priego, siendo ya Presidente de la II República Niceto Alcalá-Zamora y Torres, se produce en el Congreso de los Diputados una querella de José Calvo Sotelo, portavoz de los valverdistas quien lo difama por haberse aprovechado en la compra de un olivar, cuando la verdad fue que la finca se compró por un precio mucho mayor que el de mercado[7]. En julio de 1935, el mismo Calvo Sotelo presentó en la Cámara una proposición no de Ley, firmada por 14 diputados, que decía entre otras cosas: "La Cámara ve con desagrado la gestión abusiva de las Autoridades administrativas de Priego y reclama del Gobierno la adopción de medidas que pongan coto a la actuación del Alcalde y los concejales (...)". Proposición contestada por el ministro de la Gobernación y el diputado republicano prieguense José Tomás Rubio Chávarri. El Ayuntamiento de Priego solicita el nombramiento de un delegado para que investigue su labor administrativa[8].

            Por otra parte, los elementos valverdistas no cejaron en su intento de derribar la República y varios de ellos son encarcelados cautelarmente cuando se produce el golpe del general Sanjurjo, poniéndose claramente a favor de Franco que les dejará el poder y la influencia política en la ciudad, con ciertos altibajos, durante los casi cuarenta años de su mandato.

            Niceto Alcalá-Zamora, recordando en sus Memorias tales manejos y atropellos de la facción contraria, acaba diciendo que eran simples faltas de miramiento, si se comparan los fusilamientos que más tarde acabarían con la vida de muchas personas de ideología contraria.

            Por otra parte, en los archivos del Casino no nos encontramos documentación referente a los años del Directorio Militar, las razones se nos escapan. Cualquier hipótesis puede ser verdadera. Alguno de los socios se las llevaría a su casa para leerlas y allí se quedarían olvidadas o fueron eliminadas voluntariamente.

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