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13.06. NICETO ALCALÁ-ZAMORA. Tesis doctoral. 1898. Edición de Enrique Alcalá Ortiz

 




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Historia de Priego de Andalucía - Toros republicanos

04. ASPECTOS DE UNA POLÉMICA: OPINIONES Y RECUERDOS

Resumen de opiniones sobre la célebra corrida del año 1932.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

            El hecho de asistir a la corrida del año 1932 el Presidente de la República, el estado de ánimo de los nicetistas y valverdistas, y la poca asistencia del público a los toros, ha generado en el pueblo a lo largo de los años, entre aficionados a la fiesta de los toros y los historiadores locales, polémicas, comentarios en tertulias, tradición histórica, literatura fabulosa y algunos escritos, donde se vierten opiniones acertadas, verdades a medias siguiendo el partidismo de donde parten, o/y, disparatados cuentos y recuerdos mezclados con datos ciertos o inventados, con buena o con mala intención porque todo hay en la viña del señor.

En los apartados que siguen vamos a hacer un resumen de lo más sobresaliente publicado hasta este momento. En primer lugar, presentamos las opiniones de un valverdista y los recuerdos publicados de Isidoro Sánchez Povedano, vecino de Zamoranos (Priego). Un segundo bloque, donde reseñamos la asistencia a corridas y novilladas en los años precedentes, el comentario de cartel y algunos datos económicos de la corrida, aparecidos recientemente. A la vista de lo anterior, sacamos nuestras propias conclusiones, siempre expuestas a modificación y crítica si aparecen nuevos datos.

            Así se explicaba textual y completamente, en las páginas de la publicación prieguense ?Adarve?, en el año 1984, Carlos Valverde Castilla, hijo del alcalde de la dictadura primorriverista: ?Distinguido amigo: El número extraordinario de este periódico publicado la pasada Feria recogía amplia referencia de lo sentado en páginas especiales de "Diario 16? dedicadas a nuestro pueblo. Y en ellas aludía a la superada polémica entre nicetistas y valverdístas, citando de paso lo ocurrido en una corrida de toros que iba a presidir Don Niceto; afirmando que los valverdistas compraron todas las entradas para hacerle un feo al Presidente de la Repúbli­ca y que, ante ello, se abrieron las puertas de la plaza y los graderíos se llenaron.

Por lo que familiarmente me afecta ten­go que decir que tal afirmación no es cier­ta. Sí lo es que el Sr. Alcalá-Zamora tenía un gran predicamento, indiscutiblemente merecido por su inteligencia y su preparación jurídica. Pero en el terreno político ya no era tan indiscutido; buena prueba de ello es que -según creo­- nunca fue diputado a Cortes por su pueblo por el distrito de La Carolina, donde tenía su feudo electoral regentado por Don Mariano Pérez.

 Y de ello resultó que en las importantes elecciones municipales del 12 abril de 1931 la candidatura valverdista obtuvo los dos tercios de la mayoría de con­cejales, quedando para la lista nicetista el tercio reservado a las minorías. Y cuando año y medio después se produjo el alzamiento ­del general Sanjurjo contra el régimen ­republicano, el 10 de agosto de 1932, -mi padre y varios de sus partidarios fueron encarcelados, siendo trasladados posteriormente ­a Córdoba mi padre, Frasquito Lu­que y Félix Parreño, permaneciendo detenidos el Gobierno Civil hasta el 7 de octubre siguiente, sin formación de causa alguna.

            Este claro atropello no pasó desaperci­bido para la sensibilidad de nuestros paisa­nos, quienes de alguna manera quisieron manifestar su disgusto.

Y ocurrió que a la feria de ese año acudió Don Niceto, como Jefe de Estado, acompañado por Indalecio Prieto como Ministro de jornada. Se montó con tal motivo una gran corrida de toros que, rompiendo la tradición y por ajustarla al viaje oficial del Presidente de la República, se ­celebró el viernes, día 2 de Sep­tiembre, en lugar del día 3 como es costum­bre. Su cartel era de postín: toros de Don Celso Pellón que lidiarían Marcial Lalanda, Manolo Bienvenida y Domingo Ortega. Pero a pesar del reclamo que ello suponía, la gente no acudió al coso, y la corrida resul­tó desairada en todos sus aspectos.

            Como antes digo, mi padre estaba dete­nido en el Gobierno Civil de Córdoba, que desempeñaba el abogado vigués don Ma­nuel María González López (héroe más tar­de en el Alcázar de Toledo y que acabó siendo gran amigo de mi padre). El Gober­nador, naturalmente, asistió a la corrida y pudo darse cuenta de lo que ocurría; vol­viendo a la capital tan pronto como pudo huyendo de la bochornosa situación. Por lo que aquella misma noche supo mi padre que la plaza presentaba un vacío casi com­pleto, pese a abrirse las puertas para que en­trara quien quisiera de balde. Hace unos años, en unas jornadas taurinas en Salaman­ca, me confirmó esto mismo el diestro Do­mingo Ortega.

Por entonces se corrió la voz de que los valverdistas habían comprado todas las en­tradas, como forma simplista de explicar lo ocurrido. Sin pensar que para ello hubie­ran necesitado de muchos miles de duros (que no tenían, por la crisis económica de la época y por los embargos que les habían hecho por supuestas responsabilidades du­rante el gobierno municipal de la Dictadu­ra, posteriormente sobreseídos en su tota­lidad); y que resulta totalmente impensa­ble que en una corrida a la que asistiría el Jefe del Estado, en el ambiente de aquel Priego del año 1932, nadie se diera cuenta de la presunta maniobra de los valverdistas comprando más de cinco mil entradas para evitar que los prieguenses fueran a la plaza. Sin duda que el cambio de la fecha tradi­cional resto público al festejo, habida cuen­ta de la concurrencia de gentes del campo y pueblos limítrofes; también resulta evi­dente que si a la hora de la corrida se abren las puertas de la plaza para que entre el que quiera sin pagar, en el casco urbano la gen­te no se enteró. En definitiva, que nuestros paisanos mostraron entonces su desconten­to por lo que estimaron injustas represalias contra los hombres de la Dictadura.

Esta es la verdad; tan verdad como el hecho de que hoy está felizmente superado aquel antagonismo político. La familia Al­calá-Zamora y sus partidarios tienen hoy todo nuestro respeto y, en muchos casos, verdadero afecto. Con sumo gusto facilitó mi madre para la celebración del centena­rio del nacimiento de Don Niceto en 1977 un retrato que del Presidente de la Repú­blica había pintado el conocido cartelista taurino Ruano Llopis, y que posteriormen­te regaló a un nieto del Presidente. Y este chico, con la sensibilidad y la delicadeza del buen artista, correspondió al obsequio enviándole a mi madre un ejemplar de las Memorias de su abuelo con una sentida y cordial dedicatoria. Así es como se elimi­nan antagonismos, y no haciendo afir­maciones que no se atienen a la realidad.

Con el ruego de su publicación en "ADARVE" le saluda atte[1]?.

 

Isidoro Sánchez Povedano, natural de la aldea prieguense de Zamoranos en su emotivo libro titulado Vivencias de un zagal, publicado en 1990, nos relata la siguiente anécdota: ?(?) El primer año que estuvo de presidente, en la feria de Priego dieron una corrida de toros. Lleva­ron los mejores toreros de la época: Manolo Bien­venida, Domingo Ortega y Marcial Lalanda. Había una gran expectación entre los aficionados por ver la corrida. Mi tío Antonio, gran aficionado a la fiesta, quería ver la corrida, pero cuando fue a sacar la entrada, en las taquillas había el cartel de: «No hay billetes». Las entradas de sol valían a diez pesetas y las de sombra a veinte. Cuando empezó la corrida, en el palco se encontraban el presidente, familiares y amigos; abajo, los emplea­dos de la plaza, toreros y cuadrillas. Toreado el primer toro, el presidente de la República preguntó:

-¿Tan caras habéis puesto las entradas, que no entra nadie?

A lo cual le contestaron:

-Las entradas están todas vendidas desde hace más de quince días.

Entonces ordenó:

-Abrid las puertas.

Como la feria de ganado empezaba justo en la misma plaza de toros, se cundió la noticia como un reguero de pólvora y antes de diez minutos estaba la plaza llena. Miembros de la oposición compraron todas las entradas para que el Presidente se viera solo en la plaza, y fueron los que pagaron, sin que­rerlo, las entradas a los feriantes[2]?.

            Y el mismo autor ante las preguntas de Miguel Forcada Serrano, amplía y rectifica algunos datos: ?Referente a dicha corrida, yo lo he escrito como una anécdota. Mi tío Antonio?, fue muy aficionado a las fiestas taurinas; aquel año 1932 fue a la feria de Priego con gran interés de ver los toros, más que nada por las figuras que toreaban, ya que estas figuras sólo se podían ver en la capital. Yo le oí decir que cuando fue a sacar la entrada no había, entonces se subió tran­quilamente a la feria de ganado, donde con otros vecinos había dejado los animales que había llevado... Yo no le puedo asegurar que él viera el cartel de no hay billetes, lo que sí es cierto es que la plaza estaba vacía y no por falta de gente que querían ver los toros. No sé de qué fuente partiría el ?no hay billetes?; por aquellas fechas todo lo que había en contra de los ?nicetistas? echaban la culpa a los ?valverdistas[3]?.



[1] VALVERDE CASTILLA, Carlos: Nicetistas y valverdistas: rectificación a ?Diario 16?, ?Adarve?, número 202, 1 de octubre de 1984, página 8.

[2] SÁNCHEZ POVEDANO, Isidoro: Vivencias de un zagal andaluz. Editorial Égara, 1990, páginas 170 y 171.

[3] FORCADA SERRANO, Miguel: Toros en Priego, La Caja, Obra Cultural, Colección ?Plaza Mayor?, Córdoba, 1992, página 67.





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