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PRIEGUENSES EN LA HISTORIA - Niceto Alcalá-Zamora y Torres

01. Artículos variados. LA GINESA: UN PATRIMONIO MÁS QUE PRIVADO

La casa de campo de don Niceto en Priego de Córdoba.



© Enrique Alcalá Ortiz

 

           Su legado histórico en vías de dispersión.

"La Ginesa", la casa de campo que D. Niceto Alcalá-Zamora construyó cerca de El Cañuelo para su recreo y descanso, ha sido, hasta hace poco, cuidadosamente mimada por sus hijas, Pura e Isabel, que han conser­vado con cariño cada uno de los objetos de la finca. Pero hoy, desaparecida una de ellas y en delicado estado de salud la otra, su inmueble y mobiliario serán repartidos entre sus herederos legítimos, con lo que de Priego saldrá un patrimonio que tiene un alto valor cultural e histórico. Hacer lo posible para que la Junta de Andalucía adquiera, a su justiprecio, esta valiosa propiedad es un objetivo prioritario, creemos, de todos los estamentos de las sociedades prieguense, cordobe­sa y andaluza.

Para un prieguense que se acerca en sus investigaciones, con inten­ción de ser objetivo, a la figura del presidente de la II República, Nice­to Alcalá-Zamora y Torres, visitar "La Ginesa" es en extremo emocio­nante por la oportunidad única que se le ofrece. Esto me sucedió este verano, cuando obtuve permiso de uno de sus nietos y fui amablemen­te acompañado por un miembro de su familia en Priego. A todos ellos agradeceré siempre esta deferen­cia.

Escondida entre olivos, ofrece un aspecto arquitectónico elegan­te, conforme se va dejando atrás el carril de acceso y se llega al empe­drado de la entrada, hecho en la década de los años veinte y que simula un enlosado blanco y gris. Las enredaderas, de un jardín olvi­dado y en pleno estío, trepan por la fachada y resaltan con su follaje la impresionante belleza de la puerta principal del inmueble.

Esta finca fue comprada por 95.000 pesetas y llegaría a alcan­zar en la comarca una celebridad inusitada, puesto que fue refugio de sus vacaciones y, por lo tanto, centro político de todo el término. Lugar de sus descansos, pero también vértice de amarguras cuando la suerte política le daba las espaldas.

Al ir abriendo puertas y venta­nas, una intensa luz de agosto nos pone al descubierto los tesoros escondidos que sus habitaciones encierran. En el salón de la planta baja vemos escritorios, braseros de principios de siglo, riquísimos bargueños, ruecas, un busto del Presidente que estaba instalado en La Carolina, artísticos platos, lámparas de forja, guirnaldas de azulejos en sus paredes, una capilla particular... En un hueco, una Inmaculada digna de Alonso Cano.          

En una original escalera que da acceso al comedor, cuyo diseño se repite en su casa de Madrid, se contempla un óleo de doña Purifi­cación Castillo, su esposa, obra de Lozano Sidro. Cuadros y objetos artísticos variados adornan las habitaciones. Sobresaliendo de todas ellas, el espléndido comedor situado en la primera planta. Hasta la vivienda de los case­ros conserva el sabor de lo que no se debe perder. Está como se construyó, destacando un excelen­te óleo de Jesús en la Columna pintado por un paisano. Inmueble, mobiliario y jardines forman un etcétera muy largo.

Todo este conjunto, cuya des­cripción detallada sería prolija en este momento, además del precio material que tiene por su riqueza y antigüedad, posee un valor añadido difícil de cuantificar: el valor histórico. Si una hipotética riada de lava cubriera "La Ginesa", como hizo con las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, y después de varios milenios fuera descubier­ta por un cabrero que tropezara con su tejado, los arqueólogos darían saltos de alegría y empezarían a dar conferencias y llenar gruesos volúmenes relatando sus descubri­mientos y contando la forma de vida de un jefe de estado del siglo XX. No le demos esa oportunidad y seamos consecuentes con el teso­ro que tenemos entre manos, ¿Quién tiraría un lingote de oro por la borda? Sería el acto de un inculto o el de un loco. Perder esta coyun­tura en los tiempos que corren es un verdadero disparate.

Es cierto que la familia se ha mostrado gene­rosa en muchas ocasiones y que hemos detallado en otros artículos. Destacando en estas donaciones las casas que construyó don Niceto para familias modestas en la calle San Marcos y que sus hijas regala­ron más tarde al patrimonio eclesial y donde el perseverante don Do­mingo levantó la iglesia de la San­tísima Trinidad. Además, última­mente, el extraordinario legado de la casa familiar con su valioso mobiliario, donde se ubicará un museo. Pero si queremos tener un comportamiento ético con el perso­naje histórico que nos ocupa, administración y familiares, deben hacer un sublime esfuerzo para salvar de la dispersión el patrimo­nio de un presidente. Sería una luz turística que iluminaría las destar­taladas vías al viajero que se acer­cara atraído por la historia de este pueblo y por la figura de uno de sus hijos más ilustres.

Insistiendo, y a fuerza de ser machacón, me empecino, resaltan­do que la historia de Priego, de la Subbética, de Andalucía y de Es­paña en general, pues el tema tras­ciende lo local, se encuentran ante un dilema importante: contempla­remos impávidos cómo unos obje­tos de museo se distribuyen entre sus legítimos herederos y anticua­rios, o seremos capaces de con­servar "La Ginesa" y su mobiliario para crear una fundación cultural alrededor de la figura de Niceto Alcalá-Zamora, personaje de la historia española y además prie­guense[1].



[1] Adarve, nº 323, 1 noviembre 1989, páginas 12 y 13.





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