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03.18. PRIEGUENSES EN LA UNIVERSIDAD DE GRANADA. (Trabajo de campo).

 




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Historia de Priego de Andalucía - Priego de Cuenca: el otro Priego

01. LA LLEGADA

Nos acercamos a Priego de Cuenca.



 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

            Priego de Cuenca, el del norte, el de Castilla‑La Mancha, no éste que disfrutamos llamado hasta el siglo XIX "el de Andalucía", será siempre un pueblo atrayente para todos los prieguenses que se acerquen a contemplar sus hermosos testimonios artísticos y culturales. A caballo entre la Alcarria y la Serranía de Cuenca, a pesar de que la curva de su población va disminuyendo, se muestra aún orgulloso por ser cabeza de comarca y por conservar, en sus calles, portadas, escudos, monumentos, conventos y parajes ese encanto y prosapia de los que fueron importantes.

            Para llegar a él, subiendo de Andalucía por la autovía, hay que tomar el desvío de Ocaña y dirigirse hasta Tarancón, importante ciudad, donde se puede ver su famosa ermita de Riánsares. Sin pensárselo mucho, se prosigue contemplando el paisaje de tierras alcarreñas, muchas veces evocador de la campiña cordobesa. Con una primavera seca y un verano tórrido, los girasoles miran escuálidos a los coches que pasan velozmente, mostrando una figura esmirriada y reseca como muestra de una cosecha parca en resultados. Mientras tanto, los vendimiadores, hombres y mujeres, desaparecen y emergen entre las vides y se les ve, ataviados con toscas ropas, llenar con canastones y espuertas, los cajones de los tractores que esperan impávidos los racimos maduros de uva amarillenta y dulzona.

            Si se tiene tiempo hay que descansar en Huete para visitar algunos de sus monumentos y a continuación hacer los pocos kilómetros que restan hasta Priego. Los pueblecitos de los alrededores muestran una tranquilidad de abandono, apenas si hay jóvenes, pues los escasos transeúntes suelen ser castellanos mayores que ven con ojos de complacencia lo "ancha que es Castilla".

 

 

Lagares en la montaña

            En Villaconejos de Trabaque, muy cerca de Priego, se huele ya a nuestro homónimo. En un bar céntrico hay un cartel en blanco y negro que anuncia las pasadas fiestas de septiembre que ellos celebran a mediados de este mes. Muy cerca de él, otro cartel, ya a colores, donde se ofrecen tres festejos taurinos: una novillada, una charlotada y una suelta de vaquillas para general diversión de mozos y valientes que deseen hacer piruetas delante de la fiera. No es poco para una ciudad que no pasa de los 1.200 habitantes, aunque en épocas pasadas alcanzó los 4.000. La plaza de toros, que recoge a vecinos y comarcanos de 43 municipios, no está mal para estos pricenses que sientan alrededor de su ruedo la afición de toda la comarca que roza los 20.000 habitantes.

            Por toda ella, en épocas no muy lejanas, los agricultores han ido horadando las montañas de los alrededores y han excavado unas cuevas muy irregulares en su disposición y hechura, ya que han aprovechado las partes más blandas de la tierra. Las hay de las más variadas formas: rectilíneas, onduladas y con complicados ramales y oquedades. En ellas aún existen gigantescas tinajas que se llenaban de mosto del que convenientemente fermentado, trasvasado y aclarado se obtenían los exquisitos vinos blancos, claretes, tinto rojo o rosa pálido. Hoy la mayoría de estas originales bodegas de Priego están abandonadas y en ruinas, llenas de piedras, cascajo y basura, o bien derrumbadas, donde algunos reptiles e insectos pasean su montañosa soledad, si bien algunas sirven de cuadra para reposo de semovientes, almacén de cachivaches y aperos de labranza, propios ya de un museo de etnología, aunque en lugares como en Villaconejos, las suelen usar como recinto donde celebran fiestas camperas. Por esta razón, muchas tienen sus puertas para impedir el acceso a alimañas y curiosos. Lo que era industria para producir sangre a fin de calentarse en invierno, ha devenido en lugares para consumir aparte de sus vinos, el típico resoli, caricia del paladar, hecho a base de aguardiente, café, canela, esencia de corteza de naranja y azúcar. En la provincia de Cuenca lo tienen comercializado y se consume durante todo el año, principalmente durante las fiestas de Semana Santa, donde los cofrades abusan de sus bondades hasta el extremo de alcanzar el séptimo cielo de la alegría, pues suele tener un contenido de alcohol de 18 grados, desde luego, mucho más fuerte que el elaborado en Priego y en la Subbética por la Navidad, donde se le pone "pero ruiz" y "bella Luisa" productos típicos de estos contornos.

            Entonando el cuerpo con esta bebida hay que marearla con el cordero a la caldereta, plato de los pastores manchegos, muy rico y sabroso, al que se podrá acompañar con otros típicos del lugar como el ajo arriero y el morteruelo, caricias del paladar y medicina de apetitos. Para endulzar la boca, se degustará al famoso alajú, dulce casero hecho a base de almendra entera, miel y pan rayado. No debemos asustarnos por la pesadez de estómago, porque para eso está la apreciada agua de Solán de Cabras, serrana por nacimiento y noble por sus bondades.





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