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17.21. EFEMÉRIDES HISTÓRICAS DE FUENTE TÓJAR EN LA PRENSA CORDOBESA

 




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PRIEGUENSES EN LA HISTORIA - Francisco Alcalá Ortiz: Impresiones de un prieguense en los Estados Unidos

07. LA DURABILIDAD DE LA CONSTITUCIÓN AMERICANA

Las circunstancias que han hecho que sea la constitución más antigua del mundo.



© Francisco Alcalá Ortiz

 

            Lo que más se alaba de la Constitución americana es su durabilidad. De hecho, es la constitución vigente más vieja del mundo. ¿A qué se debe tanta robustez?

            Como era de esperar, se han ofrecido muchas explicaciones, y, como no hay modo de probarlo contundentemente, todas se quedan necesariamente en simples teorías.

            La Constitución americana, a diferencia de la inglesa, es muy difícil de enmendar. Para hacerlo, se requieren dos tercios de ambas cámaras y, además, la ratificación por tres cuartos de los estados. De 2.500 enmiendas propuestas sólo han sido aprobadas 26.

            Si pasar una enmienda es difícil, llegar a un consenso previo sobre ella, es quizá más difícil todavía. Los representantes de la cámara baja no son elegidos en listas proporcionales como en España, sino uno por distrito. De esta forma se eliminan los grupos minoritarios que suelen ser los más radicales, y, al mismo tiempo, se dificulta la creación de un grupo legislativo compacto, ya que las campañas en cada distrito son independientes unas de otras. La primera cámara de los representantes tenía objetivos muy limitados, e incluso respecto de ellos, su poder era disminuido todavía más por el corto tiempo - dos años- que duraba su mandato. Si, por milagro llegaban a un acuerdo, éste tenía que ser luego tamizado por el senado, por el presidente y por el tribunal supremo, todos los cuales eran elegidos separadamente, no por el pueblo, sino por las legislaturas estatales, y operan independientemente uno del otro. Si estas tres últimas instituciones no han actuado como muro de contención contra el que chocaba la marea popular, al menos han sido un complejo entramado que iba gradualmente atenuando su ímpetu.

            Por ser tan breve, la Constitución es también vaga y elástica, y así se ha prestado a interpretaciones contradictorias. Tanto los tribunales conservadores como los progresistas la han interpretado de acuerdo a sus ideas. A veces, una decisión judicial ha sido revocada por otra. En ocasiones, el Tribunal Supremo parece estar legislando más que aplicando la ley. Este poder discresionario del judicial es una sorpresa para todos los extranjeros. Expresiones rutinarias como promover el «bienestar del país», han dado pie a medidas que favorecían ya a las industrias ya a los consumidores. Gracias a estos poderes «implicados», aunque nunca explicitados en la Constitución, ésta sigue siendo válida todavía y lo será en el futuro previsible.

            Otras expansiones de la Constitución no han venido por vía judicial, sino por vía práctica. Es decir, han sido cambios de hecho en respuesta a las circunstancias cambiantes, que no han venido acompañados por correspondientes cambios constitucionales. A medida que la labor del ejecutivo se ha ido complicando, se han ido creando ministerios (o secretariados como aquí se dice), o agencias especiales, que hoy son numerosísimas, El mismo sistema de partidos políticos es algo ajeno a la Constitución. Lo mismo se diga de los grupos de presión (Iobbies) que aquí están muy desarrollados y  organizados y actúan como partidos políticos de grupos e intereses particulares. Recientemente también han aparecido los comités de acción política (PACS) que recaudan fondos para financiar las costosas campañas electores, y cuyo peso puede imaginarse fácilmente.

            Reconociendo la validez de estas explicaciones, en último análisis, hay que decir que, si la Constitución no ha sufrido un cambio revolucionario, es porque en el país no ha habido nunca una revolución propiamente dicha. En otras palabras, los supuestos del sistema social americano siguen siendo aceptados por la mayoría. Para mí, ésta es la explicación número uno.

            La amenaza más seria a la solidez de la Constitución vino de parte de los movimientos progresistas que florecieron con la industrialización del país y que se extienden desde el final de la guerra civil (1861-1865) al principio de la primera guerra mundial (1914-1918). Muchos de estos movimientos, al mismo tiempo que reanudaban demandas  tan antiguas como la Constitución -creación de papel moneda para evitar la baja de precios, restricción de las ventas de tierra a los colonos que las cultivaban- incorporaban otras nuevas: instauración de impuestos graduados a la renta, nacionalización de los ferrocarriles y teléfonos, derecho de voto a las mujeres, elección popular del presidente y de los senadores, representación proporcional en la cámara baja, corrección de las prácticas abusivas y sucias en las campañas electorales dominadas por el dinero, limitación de las contribuciones monetarias a dichas campañas, medidas antimonopoIísticas, protección del consumidor, y recurso al referéndum, entre otras cosas, para invalidar las decisiones de los tribunales supremos federales y estatales.

            Como se ve, la mayoría de estas demandas, casi todas llevadas a efecto en sucesivas enmiendas, se encaminaban a hacer el proceso electoral más democrático de lo que realmente era, y a poner un freno al abuso de los magnates de la industria que prosperaban por entonces, sin llegar ni de lejos a un programa similar a lo que hoy día se llamaría democracia social. Por supuesto, nada de sindicalismo o socialismo.

            De 1830 a 1930 la mayoría de los obreros manuales en América eran emigrantes de la primera generación, que no sólo vivían aquí mejor de como habían vivido en sus países de origen sino que tenían un miedo comprensible a hacer demasiado ruido y acabar en las listas negras que los patronos se  pasaban de unos a otros. Muchos eran también analfabetos. Cuando sus descendientes de la segunda o tercera generación ascendían en la escala social no querían identificarse con la clase baja, que no sólo era baja sino además extraña por su lengua, religión, costumbres y estilo de vida. Muchos hasta cambiaban de nombre y terminaban siendo más americanos que los americanos viejos. Los obreros industriales aquí, al contrario de Europa, han sido siempre un bastión de muchos elementos del conservadurismo.

            Uno de los primeros sindicatos obreros (AFL), creado en 1881 sólo para obreros especializados, se negaba a abrazar ninguna ideología ni a vincularse a ningún partido político. Su mentalidad era la de cualquier otro grupo privado decidido a ejercer presión manipulando a los políticos profesionales, aceptando así los supuestos del sistema establecido. No se trataba de derrocarlo, ni de reformarlo siquiera, sino sólo de explotarlo para provecho propio, que es lo que hacen todos, aunque no todos con la misma fuerza y la misma fortuna. Los mismos dirigentes de los sindicatos (the bosses) han disfrutado siempre de salarios descomunales para así poderse enfrentar de igual a igual con patronos y ejecutivos.

            Dado el decrecimiento numérico de obreros industriales y la debilitación de los sindicatos, yo no percibo amenaza interna ninguna al presente estado de cosas. No cuento, claro, con los accidentes de la historia. Si estas son buenas o malas noticias, cada uno tendrá que decidirlo de acuerdo con sus ideas.

            (Adarve, número 274, 1 de octubre de 1987, páginas 11 y 12).





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