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03.19. ALMEDINILLENSES EN LA UNIVERSIDAD DE GRANADA (Trabajo de campo)

 




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PRIEGUENSES EN LA HISTORIA - Francisco Alcalá Ortiz: Impresiones de un prieguense en los Estados Unidos

09. MRS. ROHRBAUGH PREGUNTA, ANALIZA Y CONCLUYE

El poder asociativo.



© Francisco Alcalá Ortiz

 

            Mrs. Rohrbaugh empieza sus razonamientos con esta duda metódica: ¿son las mujeres diferentes de los hombres? Digo duda porque Mrs. Rohrbaugh ha estado segura siempre de que hombre y mujeres son iguales. Entendámonos. No es que niegue las diferencias anatómicas y fisiológicas que son palpables. Lo que ella piensa es que las implicaciones de estos hechos innegables han sido exageradas y explotadas por los hombres en provecho propio. En último análisis, el eterno femenino ha sido siempre masculino.

            Mrs. Rohrbaugh, además de mujer, es doctora en sicología, sicóloga practicante y profesora en el departamento de siquiatría de la Universidad de Harvard. Su curso sobre la sicología de las mujeres es uno de los más populares entre los estudiantes. Gracias a esta preparación, Mrs. Rohrbaugh es capaz de hacer un examen detallado de todo lo escrito en los últimos veinte años sobre las diferencias entre hombre y mujeres y refutarlo punto por punto, sin dejar títere en pie.

            ¿Que las chicas sobresalen en habilidad verbal y los chicos en habilidad matemática? ¿Que los unos juegan mejor al ping-pong y las otras bailan mejor la samba? ¿Que los unos tartamudean y las otras no? ¿Que las niñas prefieren las muñecas y los niños las pelotas y las ametralladoras? ¿Que los hombres duermen la siesta? ¿Que roncan más? ¿Que usan pañuelos y paraguas más grandes? ¿Que padecen más del corazón y mueren más jóvenes, pero nunca de cáncer de la matriz?

            Todas las diferencias comprobadas a partir de los pocos meses de edad sostiene la doctora Rohrbaugh, ya están viciadas por la diferente influencia cultural que sufren los dos sexos desde el momento mismo en que vienen al mundo y uno es vestido de azul y el otro de rosa, uno es circuncidado y el otro no.

            Pero, ¿y el hecho de que los bebes niños se agitan y manotean más que las bebes niñas antes de que intervengan circuncisiones y colores? ¿Y que, cuando llegan a la adolescencia, de pronto y sin que nadie lo pueda remediar, a unos les crece la barba y a las otras los pechos? Ya hemos dicho que estas diferencias no se niegan, porque sería locura. Lo que se rechaza es el tinglado que los hombres han montado sobre ellas. Estas mismas diferencias existen entre perro y perra y ello no obsta para que ambos cacen liebres y perdices, ladren a los intrusos, corran en el canódromo, y roan un hueso, todo en pie de igualdad entre sexos. Lo mismo podría afirmarse de mulos y mulas, burros y burras, y así sucesivamente.

            Y ¿qué me dice usted de los gorilas y babuinos que no tienen cultura y sin embargo los machos son lo que llevan la mejor parte, los que juegan a pelearse y los que dicen palabrotas, o algo que equivale a ellas? Eso de que estos primates no tienen cultura, dejémoslo para luego. De momento, por cada gorila o babuino que usted me traiga, yo le puedo aducir cientos de especies animales donde prevalecen la hembra, empezando por la mismísima reina de

las abejas.

            Si, hechas las necesarias salvedades, se puede decir que las mujeres son básicamente iguales que los hombres, ¿a qué se debe entonces la gran disparidad profesional que encontramos entre ambos? ¿Por qué la mayoría de las secretarias, oficinitas, enfermeras y maestras de escuela primaria han sido y son mujeres? La injusticia indigna todavía más cuando se deja de decir, como hace la doctora Rohrbaugh que la mayoría de los mineros, pastores, bomberos, soldados, serenos, guardias de la porra, verdugos, enterradores, barrenderos, basureros y boxeadores han ido y son hombres.

            Tampoco menciona que en los últimos doce años, es decir, desde que empezó el movimiento de reivindicación femenina, el porcentaje de mujeres entre los abogados ha subido del 4 % al 18 %; entre los ejecutivos, del 18 % al

36 %; entre lo agentes de bolsa, del 10 % al 25 %; y entre los expertos en computadoras del 17 % al 31 %.

            Pero, redarguye la doctora, ¿por qué las mujeres en todas las ocupaciones sólo ganan el 70% de los hombres? Ella debería saber que, aparte los hábitos discriminatorios admitidos por todos, la desigualdad también se debe a que las mujeres tienden a trabajar más a jornada parcial, al interrumpir su trabajo por razones de maternidad, y a subordinar su empleo al de su marido. Para un empresario, esta discontinuidad y falta de total dedicación al trabajo constituyen un hándicap. Para él sólo cuentan los beneficios y los costes.

            ¿Qué hacer, pues, en vista de esta posición desventajosa de las mujeres? Dentro de la sociedad americana, y dadas sus reglas del juego, a las mujeres no les queda más que un camino, que es precisamente el camino que también le queda a los hombres. A no ser que se cambiara radicalmente el sistema, cosa que nadie prevé para el futuro inmediato.

            No hay una solución que pueda ser válida para todas. Cada mujer debe empezar reexaminando los supuestos de que parte, lo que para ella significa ser mujer, lo que espera de la vida y el modo cómo quiere vivirla. Qué valor le da al trabajo y al éxito profesional, a la casa, al matrimonio y a los niños. Aclarados estos valores, debe jerarquizar sus aspiraciones, y perseguirlas de un modo metódico.

            Si sus fuerzas flaquean y se siente sola, consulte a un sicólogo, pero femenino no masculino, ya que los hombres han proyectado sus perjuicios en la sicoterapia misma, empezando por Freud.

            Lo mejor de todo es que busque mujeres que se hallan en la misma situación y se organice con ellas. Hay una infinita variedad de grupos. De casadas, viudas, divorciadas, solteras, con hijos y sin hijos, con hijos dentro y fuera del matrimonio, que quieren abortar y que no quieren, que han tenido un aborto y que lo van a tener, mujeres violadas por extraños, apaleadas por amigos y esposos, etc., etc. Raro es el día en que no se celebra una reunión en alguna escuela, iglesia, casa, u oficina de algún movimiento femenino.

            Estos grupos fomentan la solidaridad entre las mujeres y le ayudan a sentirse independientes, activas, "asertivas", y fuertes, que es lo opuesto a como los hombres las quieren pintar. La asociación activista es también el mejor modo de influir en el gobierno y en la opinión pública. Es decir, de tener influencia, que es lo que nunca hemos tenido.

            En esta solidaridad de las mujeres con los mismos problemas radica nuestra fortaleza personal y nuestro poder social. Sólo con ella conseguiremos nuestra completa liberación. Todo lo que en América se ha hecho, se ha hecho de este modo.

            (Adarve, número 281, 1 de febrero de 1988, página 11).





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