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17.13. EL INSTITUTO NACIONAL DE SEGUNDA ENSEÑANZA ALCALÁ-ZAMORA

 




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Poemas a Priego - Poesía

PRIEGO ES

Niceto Alcalá-Zamora, primer presidente de la II República Española, nos habla de su pueblo y de su casa de campo.

Niceto Alcalá-Zamora y Torres



          EL TÉRMINO MUNICIPAL 

"El término municipal de Priego, según acredita el censo de población, cuya copia literal exhibo ante la Sala, es un raro islote en la geografía política andaluza, sin parecido, por lo demás, con los municipios del Noroeste de España, que son los más semejantes a aquél, formado por una ciudad grande, populosa y rica y por treinta y nueve aldeas y cortijadas más, de las cuales sólo dos tienen una población próximamente del 8% de la ciudad, pero en los otros núcleos la proporción baja, en los más, cerca del 1%, en algunos, cerca del 1 ó 2 por mil[1]".  

PRIEGO ES 

"Priego es como un trozo de territorio del noroeste español dejado caer en el corazón de Andalucía: el valle largo y estrecho de un río, trazado y cortado por montañas, en cada uno de cuyos repliegues o laderas brota un afluente y surge una aldea. Cerca de cuarenta núcleos rurales rodean una ciudad como de quince mil a veinte mil almas. Ésta ha sido de tradición fabril y en conjunto sin latifundios, con mucho regadío y propiedad media pequeña y aún pulverizada, formando una economía de equilibrio y compensaciones, en la región insólitos. El trabajo, estimulado por la fertilidad con frecuencia escasa del suelo, ha sido el artífice de una prosperidad general y mantenida. Inicióse ésta en el siglo XVII, y de estos comienzos quedó como ambiente artístico una propensión hacia el barroco, en algunos monumentos muy felizmente combinado con la serenidad renacentista"[2].

 

CASA DE TEMPORADA 

          I

       CÓMO ES MI CASA

 

Una casa de campo es una amante

que en la pasión con que se siente amada

del alma de su dueño es el semblante.

No te quiero con lujo y animada,

tediosa imitación de la ciudad,

ni te alabo de espléndida hermosura

ni te luzco cual hembra de recreo,

alarde no de amor, de vanidad,

insolente pregón de la aventura

que, en frívolo desfile de paseo,

de otro aviva la envidia o el deseo.

No eres mi distracción, eres mi hogar;

sueño contigo para mí y aquellos

que, siendo míos, tuyos me parecen

porque, cual yo, bajo tu amparo crecen.

Trazado por mi mano,

a imagen de mi vida fue tu plano;

cuido y labro el jardín que te rodea

y mi hora más dichosa acaso sea

del invierno en el campo a ti cercano,

cuando el fruto que es mío

con mi trabajo gano.

Te miro de mi esfuerzo satisfecho

y aún amo más lo que heredé ya hecho,

que, si en los días de la niñez sombría

y en las horas de incierta juventud

diole al alma alegría

y a las fuerzas salud,

¿no liga más que orgullo gratitud?

Mi vida hice gemela de tu vida,

dándonos cita en cada despedida,

y si retorno a ti tras larga ausencia

es con tanta emoción y tal vehemencia

que, misterio profundo,

logro, si en soledad nos deja el mundo,

sin morir, renacer a otra existencia.

 

                     II

Dos casas, si en las dos vive un hogar

y el alma entre las dos repartió amor,

dan intensa dulzura de dolor,

en ambas a la vez queriendo estar.

Nuestra vida, de árbol semejante,

procura ahondar donde se halló feliz;

y en la vaga tristeza del errante

dura siempre el tirón, con que el trasplante

corta, seca y entierra una raíz.

Vuelvo solo a habitarte en el invierno,

con recuerdo feliz, que es dolor tierno;

y algo en ti me responde, aun siendo mudo,

cuando allá en las revueltas del camino

te veo por vez primera y te saludo,

que si el poder divino

permite de la flor a la fragancia

esparcir a distancia

emanación sutil pero sensible

-aún más tenue que el átomo invisible-­

que al sentido extasía,

aunque un alma en tus muros no encerró,

¿ha de impedir que yo

te pueble con efluvios de la mía?

 

Abriéronse, premiosas, las ventanas,

despertando con luz la estancia quieta,

las montañas lejanas

volvieron a mirarse en el espejo,

que acusó inexorable en su reflejo

en mí cansancio como en ti una grieta:

unas goteras más sobre unas canas.

Es que de ausencia ambos padecimos;

De mutuo desamparo nos dolemos;

mas ya juntos vivimos;

con amor uno al otro nos reharemos,

que apenas penetré en el aposento

circulaba por él, tibia, la vida.

Se fue templando el aire con mi aliento;

el cristal que retiembla con el viento,

de éste me ampara al par que me recrea;

y, en gozosa subida,

la escala de mercurio entumecida,

más que calor midiendo sentimiento,

tan pronto se encendió la chimenea

y a la lumbre acerqué los pies helados

en minutos subió cinco o seis grados.

Que todo sigue igual pronto lo advierto;

la prueba de ello noto

en un juguete roto,

un papel olvidado, un libro abierto,

que, al estar hoy como quedara ayer,

dice que nadie más entró por dueño,

que el tiempo transcurrido ha sido un sueño[3].

 



[1] Un informe sin taquígrafos. Tip. de Saturnino Peñalba. Cabra. 1928.

[2] Memorias. Editorial Planeta. Barcelona, 1977.

[3] Horas de tregua, México, 1974





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