© Enrique Alcalá Ortiz
l renacimiento cofradiero que hemos tenido en las décadas finiseculares del siglo que se nos acaba ha marcado su impronta de modo diverso. Primeramente, vimos la reorganización de algunas cofradías de penitencia de deambular mortecino hasta entonces como la de los Dolores; la reaparición de otras de secular antigüedad como la de las Angustias; y, la creación de otras nuevas como la de Jesús Preso. A estas se añaden la profunda renovación de algunas casi desaparecidas como La Pollinica, Resucitado y Caridad. Todas ellas unidas a las tres clásicas, Nazareno, Columna y Soledad se han montado en una dinámica de esplendor en la que año tras año nos sorprenden con nuevas iniciativas, bandas, cornetas, estandartes, tronos, medallas, palios, imágenes, faroles, vías crucis, triduos, novenas, velas, misas, admisión de hermanos, juntas de gobierno con numerosos miembros, tomas solemnes de posesión, candelería, cromados, dorados y más. Esto por citar algo.
Las hermandades de gloria no han sido extrañas a este movimiento renovador. Y no se han quedado en las devociones con tradición en la localidad, sino que hemos asumido y potenciado otras foráneas por aquí desconocidas de una forma organizada. Estoy hablando de la Hermandad del Rocío. Algunos, con razón o sin ella, pensamos que sería agua de verano y que se secaría al recibir los rayos de las primeras dificultades. Nos equivocamos, o se equivocaron en las previsiones. Con los altibajos propios y normales de toda agrupación (ya sea de tipo religioso o profano), han reafirmado su marcha y consolidado su existencia. Lo demuestran el cúmulo de actividades llevadas a cabo por este inquieto grupo, incansable en sus afanes, que crece año tras año.
En otro sentido, el aspecto historiográfico no se ha quedado en la zaga. Así, hoy contamos con un abundante material bibliográfico (que probablemente veremos aumentado en años venideros) donde podremos consultar, estudiar y aprender mucho de nuestra historia, en su aspecto de religiosidad popular. Las cofradías de los Dolores, Nazareno, Soledad y Columna cuentan ya con sendas crónicas e inventarios de las que se sienten muy orgullosos. Y es para estarlo. Aspecto este complementado con el de las revistas y boletines compuestos y editados por las propias hermandades. Nunca hasta ahora se había visto tal. Nazareno, (la más vetusta), Caridad, Soledad, Columna y últimamente Aires del Calvario de los Dolores informan anualmente sobre su historia y sus actividades, sirviendo de vehículo de unión y encuentro.
Dentro de este contexto EL CAMINO del Rocío, haciendo un símil facilote podemos decir que ha hecho camino. Pero no un camino cualquiera. Su estela es una autopista sin peaje por donde han circulado dejando las huellas de su pluma e ingenio numerosos colaboradores que se han unido a la labor del alma mater, motor de muchos tiempos de revolución, incansable y tesonero de su director, Antonio Mérida. A la vez, padre, madre, arquitecto, maestro de obras y peón, todo en uno para que siempre, a su tiempo y hora El Camino, no sirviera de pasaje, sino que empezara él mismo a caminar, es decir, a llegar al buzón de hermanos y simpatizantes. Esta labor cultural grandiosa, callada, es una inestimable fuente que ha enriquecido y que seguro seguirá enriqueciendo nuestro acervo cultural.
Acostumbrados a ver como nacen y desaparecen muchas publicaciones como esas estrellas fugaces que vemos en los meses de verano, tenemos que valorar y ponderar la permanencia durante diez años de esta revista. Hazaña para los anales de nuestra ciudad. Pergamino y medalla para su currículo. La profundidad, calidad en textos, fotos y edición, así como el contenido particular de El Camino nos sorprendió al principio porque somos conscientes del enorme esfuerzo y horas de trabajo que todo ello conlleva. Las enhorabuenas entusiastas a millones, tenemos que mandarlas lo que valoramos esta faceta a la vez que felicitarnos por tal acontecimiento.
Estoy seguro que su Blanca Paloma hará palmas con sus alas cada vez que la devoción que exhala El Camino de los rocieros le llegue envuelta en la oración completa que forma cada una de sus páginas.
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