© Enrique Alcalá Ortiz
omo pauta común, las cofradías y hermandades prieguenses, tanto de penitencia como de gloria, mantienen entre sí unas sanas relaciones de convivencia, heredadas de sus mayores, que se demuestran cuando una de ellas organiza cualquier acto en la calle o de culto dentro de sus sedes respectivas. Así, en cada una de las iglesias se suelen apartar unos bancos para que sean ocupados por las directivas invitadas, que se ven igualmente en los condumios posteriores donde se vive, entre sobrias copas y aceitunas aliñadas es necesario decirlo, momentos de camaradería y sana hermandad, dejando celos, pequeñas envidias y resquemores atados en el olvido necesario. Estos intercambios son igualmente sostén importante en las rifas, en las que una regla no escrita subraya en negrita la visita obligada a la otra cofradía. Sería una falta grave, la no asistencia y el inicio de una tirantez desagradable. Todos a todo, es el resumen del código. Que no es óbice para que en ciertas reuniones de la Agrupación de Cofradías, hayan nacido roces, a veces graves, aunque lógicos, en unas relaciones humanas donde salta la tensión acalorada, chamuscando contertulias, afortunadamente sin provocar graves incendios que no fueran apagados con el agua de una simple regadera.
La primera prueba de amistad por la devoción a sendos titulares entre las hermandades del Nazareno y la Soledad nos la encontramos en los archivos de ésta última el año 1701, unos pocos años después de la creación de la hermandad de rogativa fundada en 1684. En el inventario de dicha fecha se detalla expresamente: «Dos lienzos de pintura; el uno de Jesús en la Columna y el otro de Jesús Nazareno», añadiendo en otras relaciones inventariadas «que están en las paredes a los lados del altar» o «que están en la capilla». Dichos datos nos ponen de manifiesto que en el momento de la creación de la hermandad de rogativa de la Soledad en los años finiseculares del XVII, se inician unas buenas relaciones de amistad con las otras hermandades establecidas en el convento de San Francisco de la Observancia. El hecho demostrativo de poner los dos lienzos a ambos lados del altar de la Soledad es una prueba evidente de la importancia principalísima de estas relaciones. En los escasos inventarios realizados por la Cofradía después de la desamortización del convento franciscano de la más estrecha observancia de San Pedro, no aparece ya inventariado el cuadro de Jesús Nazareno, dejando paso a otros de factura más perfecta que pertenecieron a los frailes. Los dos cuadros en cuestión del Nazareno y la Columna cuelgan actualmente en la pared izquierda de la oficina, propiedad de la Cofradía. El de Nazareno es un lienzo al óleo de 90 x 99 centímetros que se encuentra muy deteriorado. Enmarcado en madera de media caña y dosel dorado con pan de oro, representa a Jesús Nazareno que ocupa todo el centro del cuadro cargado con una cruz, una pierna adelantada, túnica morada con sendos bordados en la manga y en la parte inferior, y marchando descalzo. Su posición es semejante a la imagen del Nazareno de Priego, aunque no su parecido físico.
Para que se sumasen al espectáculo de los soldados romanos que ya procesionaban la Columna y el Nazareno, en el año 1709 se invita a la Hermandad de la Soledad a crear su propio escuadrón, propuesta que se desestima, siguiendo la opinión de Juan Francisco Parrilla y otros más, considerando la carga tan pesada que sería para los hermanos en los tiempos tan calamitosos que corrían. Sería en 1713 cuando se reúnen los hermanos mayores Pedro Ortega del Nazareno y Pedro Morales de la Soledad «y dijeron que debido a la buena unión y conformidad en que se hallaban dichas hermandades, que la Hermandad de la Soledad había de asistir con 18 soldados a la procesión que la Hermandad del Nazareno hace el viernes por la mañana; y la dicha Hermandad de Jesús Nazareno, ha de hacer lo mismo para la procesión del Viernes Santo por la tarde en la de la Soledad (...)».
Así se recoge en la Concordia que firman las tres hermandades en 1718 -Columna, Nazareno y Soledad- donde se adoptan normas de funcionamiento compartido referentes a la concurrencia a los actos de Semana Santa, novenarios de mayo, funciones y entierros, además de los gastos ocasionados en cada asistencia. El espíritu de estas reciprocidades permaneció con los lógicos altibajos. En las constituciones aprobadas en 1859 se establece que la Soledad debería prestar asistencia a los novenarios solemnes de rogativa de la Columna, Nazareno y Buen Suceso, y a las procesiones de las dos primeras con 12 cofrades que formarán sin cera delante del pendón de dichas cofradías. En Semana Santa, asistirían también 18 cofrades con cirios para alumbrar en el lado derecho de las sagradas imágenes. Todas estas intenciones estatutarias se recogieron en una nueva concordia celebrada en marzo de 1862. A pesar de todo lo aprobado, estas asistencias mutuas poco a poco debieron enfriarse porque en 1876, el Hermano Mayor y presbítero, Joaquín Arjona y Montoro expuso que por parte del notario Ramón Linares y Martos, Hermano Mayor de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, se le había manifestado el consejo de fray Ceferino González, Obispo de Córdoba, indicando la conveniencia de que se prestasen ayuda mutua las tres cofradías que sacan sus procesiones en Semana Santa, contribuyendo cada una con 18 cofrades.
La última de las colaboraciones importantes se produce el 29 de mayo de 1993. A requerimiento del Nazareno, se reúnen en la capilla de la Soledad una comisión organizadora formada con cofrades de la Columna, Nazareno y Soledad con objeto de debatir la idea de salir en el domingo del Nazareno los tres pasos juntos. Con esta contribución se realizarían los actos y cultos para celebrar el cuarto centenario de la fundación de la cofradía nazarena. El pueblo de Priego emocionado, pudo ver aquel año los tres pasos encadenados por un amor común.
En la oficina de la Soledad existen enmarcadas dos fotografías; en una se ven espléndidos los asistentes a la reunión coordinadora preparatoria del triple desfile procesional; la otra, muestra los tres pasos de Jesús Nazareno, Columna y Soledad en el Altillo de la Cárcel. Elocuente testimonio de esta hermandad de hermandades.
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