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Historia de Priego de Andalucía - Temas variados

ACCIÓN SOCIAL EN PRIEGO

Aquellos tiempos, cuando no existía ninguna clase de servicios sociales, o al menos muy escasos para las muchas necesidades de la población.

© Enrique Alcalá Ortiz



                             

        B

ien individual o colectivamente, la sociedad ha intentado en todo momento paliar las diferentes necesidades, situaciones sociales varias y carencias comunitarias de todo tipo que en un determinado momento histórico se han presentado. Los servicios sociales siempre han intentado llegar a la solución de toda clase de problemas, pero lógicamente, en todos los momentos históricos, la demanda ha sido demasiado numerosa para poderla atender en su totalidad, de aquí, que los casos solucionados se quedaron siempre cortos frente a los considerables que irremediablemente permanecían sin solución por los siglos de los siglos. 

A través de la iglesia 

                El ejemplo más sobresaliente de la sociedad eclesial a través de la jerarquía, órdenes religiosas, obras pías, asilos, fundaciones, patronatos, hermandades y cofradías, o simplemente particulares, ha sido la ayuda al prójimo siguiendo uno de los principios básicos de su credo religioso. Los casos podrían ser numerosos, y la relación demasiado extensa, por lo que como muestra, nos quedamos con la obra pía que llevó a cabo el abad Palomino.

Priego pertenecía a la abadía de Alcalá la Real (Jaén) cuando el abad José Martínez Palomino creó con su propio dinero, para todos los pueblos de su Abadía, en el año 1797, una fundación pía a la que dotó con 1.300.000 reales que impuso en la casa del marqués de Astorga y el interés de la renta ‑¡ un cuatro por ciento !‑ se destinaría cada año para los pobres enfermos, limosnas de pan en tiempos de calamidad y temporales, para aceite del viático cuando saliera a visitar a los enfermos, para sostener al capellán y colegio de la Virgen de las Angustias y para la Casa de Expósitos de Priego, y como aumento del sueldo al ama mayor y ropa a los niños. Para hacernos una idea del grave problema social de la llamada popularmente "Casa cuna" durante los siglos XVIII y XIX, podemos citar una referencia sobre Priego de Luis Ramírez y de las Casas Deza quien nos cuenta en su "Corografía de la provincia de Córdoba" que " (...) entre tanto, cada año se recogen sobre setenta niños y por más diligencias que se practican para prohijarlos, muchísimos tienen que perecer víctimas de la miseria porque el Ayuntamiento no tiene recursos para lactarlos". Por lo escalofriante de la cita, la dejamos sin comentarios.

Cuando llegaba el ansiado momento de repartir el pan, curiosamente no todos los estómagos eran iguales: a los hombres se les daba un pan entero, a las mujeres medio pan y los niños recibían una cuarta parte. Así pues, podemos decir que nuestro abad Palomino, (recordado en una calle en la actualidad), fue uno de los primeros creadores del seguro de paro obrero, pues destinó fondos para este fin. Con razón en su tumba, que se conserva en la iglesia parroquial de la Asunción, dice entre otras cosas "recordado por su piedad e inmortal por el llanto de los pobres". 

La Corporación y otros 

Como cabeza de partido judicial, Priego tenía su propia cárcel, ubicada donde actualmente existe el monumento al Sagrado Corazón. Cárcel que fue trasladada en el período republicano al edificio que hoy ocupa la estación de autobuses. A los presos, mal atendidos en la época, eran frecuente verlos asomados a las ventanas de sus celdas implorando una limosna al viandante. Para paliar en parte estas necesidades, los vecinos de la calle "Cochinicos", de poco tránsito entonces, criaban un cerdo, en la vía pública con las sobras de sus comidas, que sería después rifado por la Hermandad de la Caridad, la cual destinaba los beneficios obtenidos a los desgraciados inquilinos de la cárcel.

La Corporación, lógicamente, nunca se quedó a la zaga de la acción social, aunque sus medios eran limitadísimos en las épocas históricas que estamos esbozando. Como un ejemplo puntual, y que se repite a lo largo de todo el presente siglo, ha sido el problema del paro, secular en nuestras tierras, madre de emigrantes, problema remediado, pero nunca curado. Así en 1905, debido a las malas cosechas, se produce un paro entre los obreros eventuales que ascendía hasta los 800 hombres, ya que sólo éstos contaban a efectos de estadísticas. En la situación dramática en la que vivían, se llegan al Ayuntamiento y exponen a las autoridades la necesidad que pasan sus mujeres e hijos. Hay reuniones urgentes en las que se acuerda sacar cualquier peseta de las pocas y exiguas partidas existentes, dirigirse el ministro de Fomento y pedir a la Diputación ayuda urgente para que manden alguna remesa que se destinaría al arreglo de calles o caminos vecinales. Como las ayudas vienen tarde y apenas dan para unos días de trabajo, la solución es la alternancia de empleados durante los días que duraba el presupuesto. Estas escasas ayudas estaban incrementadas con las de los propietarios, mayores contribuyentes, que eran requeridos por la Corporación, a los que se pedía y casi se les exigía que se repartieran según sus propiedades, algunos asalariados durante unos días. Éstos, con un sueldo de 1 peseta tenían que hacer frente al coste del pan, por entonces de 40 céntimos. Este año no fue un ejemplo único, sino cuando el problema se agrava. Vuelve a haber una fuerte crisis en 1912 y durante el período de la Primera Guerra mundial. Por el año 1923 con motivo de un homenaje que se le hace al obispo Caballero hay reparto de pan a los numerosos parados. Problema que se agrava en la República y se engrandece en la posguerra. Gerald Brenan, inglés afincado en las Alpujarras granadinas, cuenta cómo en el Priego de estos años no existía tanta carencia y mendicidad como en otros pueblos de la provincia, pero los que vivimos esos tiempos, pudimos ver con nuestros ojos y sufrir con nuestros estómagos las hambrunas bochornosas, y sabemos los beneficios sociales y limosnas que  doña Elena Maristany, mujer de enorme corazón, Hija Adoptiva de la ciudad, desparramó entre los prieguenses, muchos de los cuales buscarían en Cataluña nuevos horizontes.

 

 Esperanza

 

Aunque el problema ha estado presente en las autoridades políticas y religiosas, ‑más o menos intensamente según las épocas como hemos esbozado, parece ser que actualmente con el apoyo de las instituciones oficiales se van a crear, programar y canalizar ayudas oficiales que van a ser llevadas a cabo por trabajadores sociales, expertos en las diferentes problemáticas, porque aunque ya de hecho hay ayudas y varios programas realizados o en fase de realización, el objetivo último será la implantación generalizada de equipos que actúen en toda nuestra comunidad de una forma continuada. Es decir, presentar la batalla con programas, técnicas modernas, profesionales cualificados, dedicación plena y financiación a lo que hasta ahora no ha sido más que poner parches a una talega llena de agujeros. En definitiva, hacer justicia social bien entendida, allí donde siempre han estado la caridad, los favores, las buenas obras o las limosnas como medicinas para paliar el mal endémico que nuestra sociedad ha soportado como un pesado lastre sin podérselo quitar de encima.

 

 





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