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Historia de Priego de Andalucía - Temas variados

EL ANTIGUO PASEO DE LAS ROSAS Y EL PATRIMONIO

El antiguo Paseo de las Rosas, el Balcón del Adarve y el monumento a los creadores del patrimonio.

© Enrique Alcalá Ortiz


  

E

l bien logrado monumento diseñado por Cristóbal Povedano en el Paseo de Colombia, llevado a cabo por los artistas y artesanos ?profesores y alumnos ? de la desaparecida «Escuela Taller Fuente del Rey», ha sido la última actuación de gran importancia realizada en el primero de nuestros parques urba­nos.

La historia moderna del «Paseo de las Rosas», ?denominación popular del jardín ? arranca de los primeros años del siglo pasado cuando se inicia una remodelación de su espacio con el derribo de la Puerta del Sol, la torre ochavada (el baluarte octógono que la defendía) y los últimos lienzos del recinto amurallado, construyéndose a continuación la lla­mada Alameda del Adarve[1] que experimentaría una nueva adaptación en el año 1874[2]. En esta alameda se solían realizar capeas donde interve­nían aficionados locales. En las celebradas 1878, un aficionado local de apodo Espartero fue derribado por una vaca, y al caer tuvo la mala suerte de darse en la cabeza con uno de los bancos rústicos allí instalados por cuyo motivo murió[3].

Hace exactamente cien años, en 1894, se produ­jo un fuerte temporal en el Atlántico, alcanzando toda la zona sur de España. En Priego se formó un ciclón que causó gravísimos daños en el campo, desgajó muchas ramas de los vetustos álamos del Paseo, derribando algunos de ellos. A la vista de tal panorama, y para evitar posibles accidentes, el Ayuntamiento acordó la tala total de todo el arbola­do, «con lo cual quedó el Paseo convertido en un lugar de desolación»[4] .

Con el tiempo, el solar se fue transformando en un estercolero, puesto que el vecindario lo usaba además como depósito de cerdos y picadero de caballos como nos cuenta Juan de Callava Fernández, hasta que Juan Ramón Linares Martos tomó particularmente la iniciativa para convertir lo que era un muladar en un jardín de rosas. Este paisano de primera categoría: ?(...) Habló, consultó, y pidiendo a unos sirviendo a otros, y comprometiendo a muchos, reunió algún dinero; de Notario pasó a Ingeniero, y trazó el paseo; de Ingeniero, a maestro albañil, y levantó la muralla del Adarve en parte caída; de albañil a fontanero, y cruzó de cañería para riego, todo el perímetro aco­tado; y cuando obtuvo el donativo de la fuente del centro, que lleva el nombre del donante, se hizo jardinero y llevó a efecto las plantaciones, quedán­dose en definitiva como guarda del paseo, hizo de un muladar un paraíso, como él mismo decía, única satisfacción que tuvo, pues quien para complemen­to de su obra compró (alguien sabe como) los escaños de hierro que existen, no mereció le paga­ran los jornales de un hombre que tuvo de ayuda para hacer las plantaciones: bien es verdad, que servicios de leales se premian mal si se premian?[5].

Estos elogios se prolongan igualmente en la pluma de Carlos Valverde López quien nos resalta esta generosidad de Ramón Linares, al sacrificar sus propios intereses «y la contribución de sus amigos» para regularizar el perímetro del entorno, colocando una verja y dándole el aspecto de un paseo moderno dotándolo de árboles, arbustos y macizos de plantas. Por fin, en agosto de 1898, con la colocación de una fuente regalada por Carlos Valverde López, se dieron por terminadas las obras y el recinto se abrió al público. Con motivo de su inauguración se celebraron importantes veladas[6]. 

La muralla del Paseo 

Si bien el recinto rectangular estaba hecho un «verdadero vergel» y un mar de rosas así que la primavera apenas se asomaba por la sierra de los Judíos, el bajo de la muralla del Paseo que unía el camino del Adarve con la Puerta Granada se encon­traba en estado ruinoso y sin pared en las orillas que daban a las profundas huertas, por lo que resultaba un verdadero peligro para los vecinos.

Será otro Linares, de nombre Trinidad Linares Martos, en este caso alcalde, quien en 1904 manda la elaboración de un proyecto para remodelar los balcones y el acceso a las huertas colindantes y el camino que baja hasta la Puerta Granada[7].

Estas mejoras impresionaron a los murguistas de la época que nos historiaron estas obras con la siguiente copla, aprovechada además para denun­ciar las cuevas que todavía se habitaban por debajo del Adarve: 

En mil novecientos cuatro

¡ay, qué me mato!,

atención a lo que digo:

¡ay, qué me tiro!,

nos pusieron la Baranda

-osú qué ganga-

para evitar el peligro. 

Todo lo han dejado,

muy bien hecho,

pero hay una cosa

que no se ha dispuesto:

el quitar las cuevas

que habitan allí

para que en el pueblo

no haya que decir[8]. 

De esta forma, el Paseo, si el siglo XIX lo inició con derribos de murallas y torreones medievales, en los inicios del XX vio aparecer balcones semicirculares con asientos de tiras de hierro y gigantescas farolas acristaladas de multicolores to­nalidades. 

«De las Rosas» a «Colombia» 

La Alameda del Adarve, popularmente llama­da como ya hemos indicado Paseo de las Rosas, Cambió su nombre en 1923 por el de Paseo de Colombia con motivo del homenaje extraordinario que se le rindió a nuestro obispo Antonio Caballero y Góngora para conmemorar el segundo aniversario de su nacimiento.

Durante tres días hubo misas pontificales con asistencia del prelado de la diócesis Adolfo Pérez Muñoz, reparto de pan a los pobres, bendición de automóviles, batalla de flores, iluminaciones ex­traordinarias, conciertos de la Banda del Regimiento de Córdoba y otros municipales en los paseos, exposición de objetos que pertenecieron al Obispo, corrida de toros, velada estilo siglo XVIII, fandangos populares, verbenas y serenatas por orquestas de bandurrias y guitarras. El último día por la mañana se celebró un solemne acto religioso en la Fuente Rey ante la imagen de Nuestra Señora de la Salud, se siguió repartiendo pan a los pobres en el Castillo. Por la tarde se descubrieron tres lápidas: una que daba el nombre de Obispo Caballero a la antigua calle Acequia; la que señaló la casa de su nacimien­to; y la de Colombia a su Paseo; finalmente se descubrió el monumento erigido a su memoria en la Carrera de Álvarez, obra del escultor Coullaut Valera. Por la noche se terminó con conciertos y con una gran velada literaria en la que hablaron eminentes personalidades de la región, todo embellecido con iluminaciones extraordinarias. Los actos se vieron realzados con la presencia del entonces Ministro de la Guerra, Excmo. Sr. D. Niceto Alcalá-Zamora, varios prelados, representantes de las repúblicas iberoamericanas y de la Academia de la Historia de Colombia[9].

El esfuerzo realizado por la Corporación y por su alcalde Enrique Pérez Luque en estas «fiestas cívi­co-religiosas» fue desproporcionado para su presu­puesto, ya que se gastó casi una tercera parte del total. En cifras de hoy podríamos encontrar un paralelo en este ejemplo: de un presupuesto de 1.000 millones se gastan 300 en festejos. Por esta razón el pueblo sabio cantó en los carnavales de los años siguientes:

 

En tiempos hubo un Alcalde

que gastó muchas pesetas

en música y aderezo,

recordad cuando las fiestas. 

Si eso lo hubiera invertido

en la calle de San Marcos,

se le hubiera agradecido

mucho más que el novenario.

 

Si eso lo hubiera invertido

en la calle Cañamero,

se le hubiera agradecido

algo más que los festejos[10] 

Si bien la lápida colocada en la casa natal del obispo en la calle San Luis despareció no sabemos cuándo, el nombre dado a la calle no ha variado en este siglo, así como la denominación oficial del paseo. Sin embargo, el busto del obispo se ha mostrado viajero desde su colocación, y eso a pesar de estar realizado en pesado bronce. Colocado primeramente en la Carrera de Álvarez sobre la fuente actual que existe en la plaza Santa Ana, fue desalojado en remodelaciones urbanísticas y provi­sionalmente se pasó algunos años en «El Cuartillo» (la prisión preventiva del Municipio), causa esta que provocó que Manuel Muñoz Morenico le dedicara algunas poesías jocosas. De allí pasó al Llano de la Iglesia, para colocarlo después en la entrada del Paseo de Colombia, para finalmente ponerlo en su actual ubicación que por lo pronto, y por el tiempo que lleva, parece que es definitiva.

Hace ya más de dos décadas, se hizo una remodelación importante en la flora del paseo y se colocaron dos fuentes. Una rectangular de estilo granadino, con surtidores a lo largo de su perímetro, y otra circular, con baranda de hierro protectora que lucía en el centro un penacho de riscos y plantas acuáticas. Mediada la década de los setenta se haría otra de forma oval, con un pequeño parterre en su interior[11].

En las dos últimas legislaturas se han llevado a cabo importantes proyectos en las fuentes, pavimentación, losado, jardines e iluminación que han dado al lugar un aspecto moderno, convirtiéndo­se en uno de los más visitados y disfrutados de la ciudad, aumentado por las terrazas de los bares que llegan a ocupar buena parte del recinto. A nuestros paisanos del XIX debemos agradecer esta iniciativa que disfrutamos en el XX. 

Homenaje a los creadores del Patrimonio 

Aparte del obispo Caballero, en Priego, se le ha rendido homenaje, entre otros prieguenses ilustres, a Niceto Alcalá-Zamora, José Álvarez Cubero y Adolfo Lozano Sidro que podríamos decir son algu­nos de los nombres clásicos de nuestro catálogo de notables.

A estos recuerdos de un pueblo agradecido se le suma el monumento recién construido dedicado «A los creadores de nuestro patrimonio». Desde hoy, Francisco Hurtado Izquierdo, Gerónimo Sánchez de Rueda, Teodosio Sánchez de Rueda, Francisco Javier Pedrajas, Juan de Dios Santaella, Antonio Caballero y Góngora, José Álvarez Cubero y Remigio del Mármol, unos prieguenses de nacimiento y otros de adopción, tendrán desde el silencio de lo intemporal un punto nuevo donde mirar y recrearse dentro del mapa de nuestro patrimonio artístico. Si bien de algunos de ellos teníamos conocimiento, paradójicamente y que triste es a veces la historia, de otros apenas sabíamos nada hasta hace algo más de dos décadas. Fue precisamente un inglés, Rene Taylor, quien siguiendo las huellas de Hurtado Izquierdo y los Sánchez de Rueda llegó a nuestros archivos y quitó el polvo a la deshonra del descono­cimiento. A partir de ese momento se hicieron gran­des a nuestros ojos los que embellecieron iglesias y monumentos civiles creando un estilo peculiar de barroco que los expertos han venido en llamar ?Escuela barroca prieguense», cada vez con más peso y espacio en las antologías de arte.

Para reparar olvidos incomprensibles, y porque honrando nos ennoblecemos todos, aparece en el momento y en lugar adecuado este monumento de hierro forjado y mármol blanco, clásicos materiales de la simbólica duración eterna de unos nombres de artistas que ya para siempre estarán renacidos junto al patrimonio que nos legaron. Complementando esta materia inerte, el agua como símbolo de la vida, y la vegetación como testimonio de ella, pondrán el alma a esa impresionante escultura de «Ganímedes», príncipe troyano, que por ser tan hermoso, fue arrebatado por Júpiter bajo la forma de águila y transportado al Olimpo donde sirvió de copero a los dioses.

Abarcando todo esta simbiosis de artistas, patri­monio y mitología, se ha diseñado la cúpula de circulares barrotes dorados, abierta al espacio de esa bóveda celeste donde se proyectarán cada vez que los leamos los nombres de los artistas que aparecen en letras de bronce en el más amplio de sus paralelos.

Cristóbal Povedano con este proyecto ha conso­lidado una trayectoria de dedicación y trabajo por su pueblo y sus artistas, con una generosidad digna de encomio, a la vez que ha demostrado, una vez más, amplias capacidades para el diseño y la creación artística. Aptitudes que se han visto complementa­das con la experiencia de Antonio Fernández Pare­ja, Antonio Serrano Serrano, Antonio Serrano Ávila, Manuel Sánchez Villena, Fernando Cobo, Francisco Alcalá Aguilera, Epifanio Ramírez Navas, José Ma­ría Ortiz Pérez y a los asesoramientos de Manuel Jiménez Pedrajas y Fernando García Márquez, pro­fesores y técnicos de la Escuela Taller, y la compe­tencia de sus alumnos que han logrado llevar a cabo tan importante realización, a la que deseamos dila­tado futuro y mayoritaria aceptación.

 



[1] Ramírez y de las Casas-Deza, Luis María: Corografía histórico-artística de la provincia y Obis­pado de Córdoba; y Alcalá-Zamora, Pedro: Apuntes para la historia de Priego.

[2] Vera, Ángel Luis: Aproximación ala evolución urbana de Priego de Córdoba. Adarve, año 1993.

[3] Valverde López, Carlos: Memorias íntimas y populares. Manuscrito, año 1878.

[4] Valverde López, Carlos: Memorias íntimas y populares. Manuscrito, año 1894.

[5] Callava Fernández, Juan de: Las aguas de Priego. ?Patria Chica?. Priego de Córdoba, agosto de 1915.

[6] Valverde López, etc. Años 1897 y 1898.

[7] Archivo Municipal de Priego. Acta del 7 de marzo de 1904, siendo alcalde Trinidad Linares Martos.

[8] Alcalá Ortiz, Enrique: Cancionero Popular de Priego, tomo II, página 140. Año 1986.

[9] Programa de los actos «Caballero y Góngora. Centenario, 1723-1923. Priego».

[10] Alcalá Ortiz, etc. página 140.

[11] Amypa, ?Adarve?, año 1976.

 





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