© Enrique Alcalá Ortiz
uchos andaluces quizás pronuncien esta frase con un deje de pena en su voz, mostrando una frustración por un deseo todavía no conseguido. El hecho de ir al Rocío y hacer El camino se está convirtiendo en un acto de obligado peregrinaje similar al de los musulmanes a La Meca o al de la Europa medieval a Santiago de Compostela. Incluso el Papa para el año 92, -año de las Españas-, ha anunciado que estará con La Blanca Paloma.
Nunca he estado en el Rocío.
Devociones, nacidas en otros lugares y más tarde importadas, llegan a nuestra ciudad bien pronto. Un ejemplo lo tenemos en la Virgen de la Cabeza. El hecho de la aparición de la Virgen a un humilde pastorcillo en los agrestes parajes de Sierra Morena se difundió como un reguero de pólvora por toda Andalucía. Nuestra Virgen de la Salud es una Virgen de la Cabeza, acompañada por el pastor y su rebaño que rememoran el evento. A lo que hay que añadir la fundación de una hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza en la ermita de San Sebastián, que a la postre, cuando llegó la moda de poner nombres de vírgenes a las iglesias consiguió quitar la titularidad al santo martirizado. Igual sucedió con la calle que da acceso a dicha ermita. Cuando esta hermandad se reorganizó en 1976, lo hizo independientemente de la matriz de Andújar y ella misma crea y organiza su romería que, hoy por hoy, está totalmente arraigada en el pueblo.
Nunca he estado en el Rocío.
Hace unos cincuenta años, al término de nuestra Guerra Civil, debido al hecho de armas protagonizado por el capitán Cortés, en el santuario de la Virgen de la Cabeza, esta romería tenía tanta importancia o más que el Rocío. Y aunque actualmente continúa teniendo bastante categoría, en esta clase de manifestaciones multitudinarias religiosas, se ha quedado a muchas leguas de la difusión alcanzada de la que se produce en el sur, allá por las arenas almonteñas.
El sur del sur está llegando al norte del sur. Me explico. La influencia de la baja Andalucía sobre la del centro y norte es avasalladora. Se copia la Semana Santa de Sevilla, por todas partes vemos vírgenes al estilo de "La Macarena"; hay más academias de sevillanas que luceros en el cielo; los carnavales de Cádiz con sus pegajosos tanguillos nos ponen en vilo; el flamenco dicen que apareció en los llanos del Guadalquivir; en cada pueblo hay varios grupos rocieros; el sur del sur es el que solamente tiene playas. Y por si esto fuera poco, el sur de este sur en el que vivimos se ha convertido, con su Rocío, en un fenómeno universal, que gracias a los medios modernos de comunicación de masas se nos ha colado de rondón.
Dicen que si vas te quedas enganchado para siempre. Los preparativos, la comida en amistad, las veladas junto al fuego, el sueño arropado por las estrellas, las carretas engalanadas con el simpecado, los trajes rocieros, el camino de pinares, de caudalosos ríos, de movedizas arenas; la Blanca Paloma que espera, la devoción popular y toda la parafernalia consiguiente son píldoras demasiado fuertes para digerirlas de pronto y olvidarlas una vez acabado el proceso digestivo. Puede ser.
Yo nunca he estado en el Rocío..., por ahora.
