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02.09. COPLAS CANTADAS DEL CANCIONERO POPULAR DE PRIEGO DE CÓRDOBA

 




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Historia de Priego de Andalucía - Esas calles tan llenas de historia

PRIMEROS NOMBRES DEL SIGLO XX. (IV)

Detalle de los nombres de las calles de Priego a principios del siglo pasado.

                                                                     © Enrique Alcalá Ortiz



 

 

    C

ualquier paisano que se levantase en los primeros años del presente siglo en este pueblo olvidado -al que ya llamaban ciudad- y diese un paseo por sus calles, ya embarradas, ya en nubes de polvo, podría al volver a su casa contar a su esposa que después de atravesar Cochinillos y Pavas, bajó por la calle Herreros, cruzó Horno Viejo con dificultad, a causa del numeroso tráfi­co de caballerías y carruajes, para desembocar en la Plaza Vieja, donde hizo una compra de verduras. Bebió un sorbo de agua fresca para reponer fuerzas y caminando lentamente por Mesones y Zapateros, se encontró, en un peri­quete, en Puente de Tablas. Dudó en seguir por la Carrera del Águila hasta el Paseo del Adarve donde estaba el Circo de Gallos y llegar hasta Locos, donde podría saludar a un amigo y descansar al mismo tiempo. Finalmente, se deci­dió continuar por Tintes, y más tarde vería las obras que estaban realizando en la Plaza de Escribanos. Tardó muy poco en ponerse en el Huerto Rondel, pero la subida, por un camino sin urbanizar, por lo que sería más tarde calle de José Cruz Conde, fue más pesada. Se lo tomó sin prisas y con filosofía se­nequista. Mientras tanto, siguió por Huerto de Almarcha y salió hasta Conde de Feria, calle que acababan de arreglar el arrecifado después que unas fuertes tormentas la habían puesto intransitable. En el Pósito había mucho ajetreo aquella temporada. Allí recogería un encargo de trigo que llevaría al horno de la calle Tostao. Hecho éste, bajó por Prim y atravesando despreocupadamen­te Niceto Alcalá-Zamora, se encontró en la Fuente del Rey, en la que esperó que llegara la fresca noche, sentado en la dura, pero acogedora piedra de uno de sus bancos blanquecinos.

 

LAS CALLES DEL AÑO 1900

 

    L

as calles de este pueblo, al principio de siglo, están llenas de esa inmovili­dad que caracteriza y sella la vida de sus gentes. Han de pasar varios años -exactamente diez- para que comiencen a subir lápidas de mármol, de cerá­mica, metálicas o simplemente nombres pintados sobre las blancas paredes encaladas. Para más tarde cansadas de dar información al viandante, bajar de nuevo -quién sabe si con pena o con gloria- y cederle el paso a un novicio nombre. Y ellas, desfiguradas por el sol y la lluvia, ponerse en la cola de espe­ra, pues su turno, sin duda, le llegaría más tarde. La estupidez es una raíz que nunca se seca, porque podrán suprimir los nombres, pero las calles serán siem­pre de las gentes que las habitan.

                Cuatro grupos, que hemos reunido con alguna característica en común, comprendían el conjunto de las pocas calles que existían en el año 1900. Estos eran los siguientes:

                PRIMERO. Calles cuyo nombre es de origen popular: Locos, Plaza de Ca­ballos, Bajondillo, Adarve, Carrera del Águila, Pasillo, Salsipuedes, Nueva, Horno Acequia, Acequia, Mesones, Alta, Torrejón, Cañamero, Carnero, Ca­ñada, Gitanos, Noria, Ancha, Plaza Vieja, Herreros, Pavas, Polo, En medio Palenque, Tostado, Cana, Batanes, Plaza Palenque, Horno Palenque, Pradillo, Parras, Postigo, Horno Viejo, Casalilla[1], Plaza Nueva, Tercia, Cava, Solana, Ribera, Zapateros, Puente de Tablas, Tintes, Plaza de Escribanos, Molino, Molinos, Ribera de Molinos, Callejón del Toro y En medio Huerta Palacio y Calle de los Morales.

            SEGUNDO. Calles cuyo nombre está relacionado con la religión: Santa Ana, Santiago, San Francisco, San Francisco Vieja, San Guido, San Marcos, San Juan de Dios, San Pedro, San Luis, Verónica, Virgen de la Cabe­za, Santo Cristo, Llano de la Iglesia, Trasmonjas, Amargura, Gracia, Caño de los Frailes, Calvario y Belén.

            TERCERO. Calles dedicadas a un personaje: Plaza Villalta, Valdivia, Cá­novas del Castillo, Fuente del Rey, Conde de Feria, Prim, Estrada, Ramírez,

Montenegro, Puertas Nuevas, Herrera y Almarcha.

            CUARTO. Calles dedicadas a una ciudad: Puerta Granada, Loja y Málaga. Haciendo un resumen, no resulta el siguiente cuadro estadístico:

 

ORDEN

DENOMINACIÓN

UNIDADES

TOTAL

1

Nombres de origen popular

49

59.04

2

Nombres relacionados con la religión

19

22.89

3

Dedicadas a un personaje

12

14.46

4

Nombres dedicados a una ciudad

3

3.61

TOTALES

83

100.00

 

                Un somero análisis, en composición y estructura, del precedente cuadro, nos muestra, primeramente, que casi el sesenta por ciento del conjunto de las calles están dedicadas a aquellos nombres que salieron de una fuente inagota­ble y fecunda: las gentes que habitaban esos lugares, que viven ese camino en su paseo diario. Ellas, con su fantasía ingeniosa, apoyados en una sencilla lógi­ca y fácil deducción, fueron, sin darse cuenta, repitiendo lo que más sobresa­lía en el lugar, y que continuamente veían: Molinos, Hornos, Mesones, Tin­tes, etc. Otras veces era su rasgo geográfico el que predominaba, y por lo tan­to, la consecuencia de su nombre: Río, Ribera, Alta, Ancha, Torrejón, Altillo de la Cárcel. Su aspecto y vetustez, en otras: Plaza Nueva, Plaza Vieja. O bien, el oficio de sus vecinos: Herreros, Zapateros, Plaza de Escribanos (actualmente Dr. Pedrajas Suardíaz. Como detalle curioso constatamos que en la Guía Telefónica 1984-85, la actual, todavía existe un abonado, don A. Canónigo Calabrés[2], con domicilio en la Plaza de Escribanos, 6; o de la clase de personas tristemente diferenciadas: Locos, Gitanos. La fauna tiene un representante en ese animal mitológico, adorado, respetado en numerosas culturas, lleno de poderío y bravura: Callejón del Toro. Acompañado por otro de una potente simbología sexual: Carnero; del elegante y útil Caballo y del Águila imperial, símbolo de la realeza. Y Pavas. La flora viene represen­tada por Cañamero, Parras y Calle de los Morales, testimonio callejero de un glorioso pasado textil de la industria de la seda. Y por fin, su estructura, en forma de laberinto micénico, sorprendente y culta, es lo que hizo que una recibiera el sugestivo título de Salsipuedes. Cuando oímos su nombre, senti­mos un vértigo desafiante que nos reta a penetrarla.

                El segundo grupo -calles cuyo nombre está relacionado con la religión­ representa un poco más de la quinta parte del conjunto. Un amplio abanico que va desde Santo Cristo, nombres de vírgenes -Cabeza, Gracia- hasta los fundadores de aquellas órdenes religiosas que poseyeron aquí sede y propie­dad o que tuvieron alguna relación con la localidad: San Pedro, San Francis­co, San Juan de Dios. Del género femenino existen pocas representantes: San­ta Ana, esposa de Joaquín y madre de la Virgen; y Verónica, aquella mujer ju­día que, con un paño blanco, limpió el rostro del Salvador -según la tradi­ción- y quedó milagrosamente grabado en la tela. Algunos nombres que re­memoran los santos lugares: Calvario y Belén; y por último, dos con fuerte sa­bor popular: Llano de la Iglesia y Caño de los Frailes. La calle Carrera de las Monjas no aparece, porque su nombre oficial era, en estos momentos, el del General Prim.

                Divinidades, vírgenes, santos, instituciones religiosas, santos lugares exis­ten, pero hay unas ausencias significativas que han ido ganando muchas ca­lles, año a año, "golpe a golpe" y esquina a esquina: las de las jerarquías ecle­siásticas que no estuvieran ya consagradas como santos. Papas, obispos, ma­gistrales, deanes y sacerdotes, antes de coronar el ecuador del siglo, fueron de­jando la humildad de sus cargos para ponerse a la altura de los balcones: Caba­llero, Albino, Pérez Muñoz, Palomino, Padilla, Romero Mengíbar, J. Apari­cio, Juan XXIII, Pío XII, Cardenal Cisneros y Ángel Carrillo.

                Casi el quince por ciento representa el grupo dedicado a una persona de re­lieve civil de la localidad o de importancia a nivel nacional, ya perteneciente a la clase nobiliaria, política o militar. Algunos de los nombres locales, como Ramírez, fueron benefactores del pueblo, creando asilos y residencias; se ga­naron un merecido y continuado puesto en el recuerdo y el homenaje. Otros desaparecieron montados en el huracán veleidoso de la política sin dejar hue­lla, ni recuerdo. (Veremos más tarde, y oiremos los diferentes vientos que mueven, a una velocidad inconcebible, buscando un norte, sur, este u oeste que no hallan, a multitud de personajes de este apartado).

                Ya vimos la desaparición de Prim y Cánovas del Castillo. Se suprimió de la misma forma el nombre de Conde de Feria, don Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa, hijo primogénito de don Lorenzo Suárez de Figueroa, tercer con­de de Feria, y doña Catalina Enríquez Fernández de Córdova, octava señora de la Casa de Aguilar y segunda marquesa de Priego[3]. Acompañó a Car­los V en Duren, Flandes y Argel, donde demostró su excelente espíritu militar. En el verano de 1548, llega a Priego con fiebres de paludismo y muere en 1552, en la casa solariega del marqués de Priego. No llegó a poseer el Marquesado porque su madre le sobrevivió. En los últimos meses del año 1933 cambiaron su nombre, por el de Galán[4], y más tarde -1936- éste fue cambiado por el de Adolfo Lozano Sidro. Como restos de la nobleza queda la calle del Mar­qués (Locos, a principios de siglo), las aguas del Marqués y la calle del Conde de Superunda. El Duque de Medinaceli (calle Fuente del Rey) tuvo una corta existencia durante el período republicano. Como los anteriores los tacharon definitivamente del catálogo de vías, veredas, calles, carreteras, callejones, parajes, pasajes, avenidas, plazas, plazuelas, caminos, sendas, llanos y glorie­tas.

                De algunos, de los otros personajes tenemos pocas referencias, sólo leves sospechas del que se trata, pero nunca sabemos con seguridad a quién se dedi­ca la calle. De Puerta Nueva, transformado después en Puertas Nuevas, cono­cemos a Alonso de Vílchez Puerta Nueva, Alguacil mayor, y a Andrés Sán­chez Puertas Nuevas, receptor y cobrador del servicio real de alcabalas (1642). Estrada, que significa camino y sitio donde se transita o se sientan las muje­res, era un título que ostentaba la Condesa y madre del Duque de Medinaceli (1886)[5].

                En el acta del 10 de julio de 1525 aparece el nombre de Benito Almarcha como regidor del Ayuntamiento. Es firmante de memoriales importantísimos, que reivindican libertades, privilegios y haciendas a la Casa de Aguilar, usur­pados por causa del repartimiento. En el siglo XVII hay una queja de vecinos de Las Navas, porque otro ha tomado e invadido parte del llamado Camino Real de Almarcha. La calle Huerto de Almarcha -del árabe al-marbat, pra­do, especialmente el inundado y población asentada en vega o tierra baja ­debe su anchura actual a don Carlos Valverde López que en el año 1893 se di­rige al Ayuntamiento pidiendo permiso para, a sus expensas, ensanchar la ve­reda existente.

            A la muerte de Pedro Fernández de Córdoba, don Alfonso, su hijo, sólo contaba ocho años. Su tutoría la desempeñó su madre doña Elvira de Herrera que nombra a un pariente, llamado Juan de Herrera, como alcaide. Le siguen, del apellido Herrera, una verdadera saga representada por tres generaciones sucesivas de alcaldes: don Alonso de Herrera[6], don Francisco de Aranda y Herrera y don Alonso Fernández de Herrera. Durante sus mandatos se hacen importantes realizaciones: Pósito, Carnicería, se reforma la Fuente del Rey. Otro Herrera importante, llamado Juan, nos aparece como fundador del Hos­pital el 28 de octubre de 1637.

                Villalta, puede ser apellido, o una contracción de las palabras villa y alta. Montenegro, apellido y título, y de Valdivia no hemos conseguido ningún da­to de interés.

                Escasísima representación -estamos en el grupo cuarto- tienen los nom­bres dedicados a lugares geográficos de  fuera de la comarca. Todos ellos na­cieron -Puerta Granada, Málaga y Loja- con un carácter primario de cartel indicador de direcciones para las diferentes ciudades que enlazan con sus respectivos caminos. Son calles anuncios. Estos aparecieron más tarde: el 4 de agosto de 1927. Un acta del Ayuntamiento nos lo dice de la siguiente forma: "Disposiciones recientes han establecido la obligación de colocar placas indica­doras del pueblo en las entradas de las carreteras, habiéndose adquirido una que habrá de colocarse en la entrada por San Marcos en la carretera de Mon­turque a Alcalá la Real, pero como hay dos entradas más se acuerda, por una­nimidad, adquirir dos placas más".

 

                Años más tarde aparecerá una nueva calle que tendrá ese sentido de placa indicadora: la calle Iznájar. Y con un carácter de proximidad geográfica: la calle Rute. Los nuevos nombres de países, lugares geográficos o ciudades na­cerán ya por un acuerdo oficial, apartado del sentido de orientación o de la creación popular, que durante todo el período que comentamos no crea nin­gún nombre. Así aparece Colombia -virreinato del Obispo Caballero- en el año 1922. Después del año 1939, Argentina -que acoge emigrantes y envía trigo- Perú, Tucumán, Islas Filipinas, El Salvador, Santa Fe y Chile. Más recientemente. América, España y provincias andaluzas: Córdoba, Jaén, Sevi­lla, Granada-y Almería. Y un hecho glorioso para nuestras armas: Lepanto.

               

                Diez años después de la primera relación de calles que hemos detallado anteriormente, es decir en 1910, aparecen en las actas capitulares las siguien­tes nuevas calles: Puerta del Sol, Real, Jazmines, Paseo, Barrio de la Cruz, Rinconada y Llano de San Pedro, que, por supuesto, no son calles de nueva creación, sino simples omisiones en el padrón de calles. La estructura adminis­trativa de los funcionarios dejaba mucho que desear, era rudimentaria, con lentitud de tortuga en su gestión y poco rigurosa en sus estadillos. Estaba muy alejada de la exactitud matemática de las complejas relaciones de los moder­nos ordenadores. Es la época del "vuelva usted mañana".

 

                Pasando las amarillas hojas de los años, llegamos hasta el 1934 donde hacemos una parada. Ya ha habido años de mucho movimiento callejero que detallaremos, lo más sobresaliente, en otros apartados. Echamos una mirada a algunos nombres nuevos: Caminillo, Casería Lucenica, Bailajarros[7], Iznájar y Estación, que forman un barrio en la parte alta de la ciudad que nunca se debió haber permitido. En la época de la Dictadura se prohibió toda edificación por esa zona por la existencia de los pozos negros consiguientes que podrían infectar las aguas de la Fuente Rey, pero hubo después bastantes edificaciones en la República. También se relacionan en esta fecha de 28 de junio de 1934: Fuente de la Salud, San Miguel, Piloncillo, Plaza de San Anto­nio, San Nicasio, Nuestra Señora de las Mercedes (no hay acta que suprima su antiguo nombre de Pavas)[8], Callejón de la Hoya (una deformación foné­tica la ha transformado en Joya) y Lechoncillo, llamada también Cochinillos. En una reciente reestructuración le han dado el nombre de Azahar. ¿Qué olfato podrá resistir el cambio tan brusco de olores?[9] .

 

MI CALLE YA NO ES MI CALLE

 

    E

mpieza el baile. Sube y baja de la verticalidad. Danza que agrupa expec­tantes curiosos en busca de la novedad y la fiesta gratuita. Durante todo este siglo veinte se ha bailado en toda España y durante mucho tiempo por aficio­nados a toda clase de credos políticos. Pero, absurdamente, este baile no aparece en ninguna antología folclórica. Habrá que recogerlo, si queremos ser rigurosos, y presentarlo como parte de las manifestaciones típicas que, al fin y al cabo, son parte de una cultura: la nuestra.

 

            El nuevo nombre para el pueblo, si llega a saber leerlo -el analfabeto es mayoritario- es, casi siempre, un adminículo extraño. Alguien importante será cuando las autoridades han hecho que otros pongan la placa. Aunque algunas veces, las menos, la nominación puede ser popular, el pueblo llano nunca entenderá por qué se cambia "un nombre de toda la vida". Los nom­bres son patrimonio cultural-lingüístico-histórico, y como tal intocable. Quiero decir que así debería ser. Nuestra obligación será transmitir íntegra­mente estos heredados lexemas y punto. Hacerlos desaparecer es un acto tan punible éticamente como sería hacer uso de las vetustas piedras del castillo de Medinaceli para firme del fondo de una piscina con depuradora.

 

                Desde aquí abogamos -con una ingenuidad pueblerina y con una exigencia intelectual- por la recuperación de todos, exactamente todos, los nombres desaparecidos. Basamos nuestra petición en lo anteriormente expuesto, en el bajo coste económico de la operación y en que hoy existen calles para todos los que resulten desplazados. El viejo tópico que dice que las generaciones, futuras os lo agradecerán, se cumpliría con exceso.

 

                Si lleváramos a un sistema de coordenadas cartesianas las variables: al eje de las abscisas, las épocas políticas desde comienzos de siglo hasta los años cuarenta, y el número de los cambios de calles durante cada período, al eje de las ordenadas, nos daría como resultado una gráfica muy parecida a la famosa campana del alemán Gauss. Tendríamos un largo período de diez años en el que la curva no se levanta del eje de las abscisas, pues no se efectúa ningún cambio. Subiría una vez en el año 1910, descendería de nuevo para subir el año 1913, y por dos veces el 1922. Todo esto durante la época constitucional de Alfonso XIII. En los años de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), los trueques son los mismos, cuatro exactamente. En la República (1931-1936) es cuando empieza a ascender con un ritmo vertiginoso y alcanza la cúspide en intensidad y frecuencia en los años de la Guerra Civil (1936-1939), para volver a descender nuevamente. Con la Constitución de 1978 la curva, para recupe­rar su energía, ha tomado un intenso movimiento de acertada recuperación del vocablo perdido y rotulación de las nuevas calles recién nacidas.



[1] Quizá sea un apellido. 

[2] Guía telefónica, 1984-85, provincia de Córdoba, página 256.

[3] Libro Capitular de 1528, Cabildo de 1 5 de agosto, 24 de agosto y 14 de septiembre. Libro Capitular de 1529, Cabildo de 25 de marzo. Igualmente, Manuel Peláez del Rosal, El malogrado Conde de Feria, Adarve 30 de agosto de 1958, página 13.

[4] Véase el apartado Compañeros de ala.

[5] A mediados del siglo pasado ejerció en Priego un médico llamado Augusto Estrada. Por el año 1 872 se encontraba enfermo y ejercía esporádicamente su profesión. Era el afor­tunado poseedor de un carruaje de los cuatro que existían entonces en la localidad (Val­verde López, Carlos, Memorias íntimas y populares, manuscrito inédito, años 1872 y 1900).

[6] Actas del Cabildo del 10 de julio de 1 525 y Libro Capitular de 1586.

[7] Ya aparece en el siglo XIX. En Luque existía a primeros de siglo una calle con el mismo nombre.

[8] En el número 16 del decenario Patria Chica (1915) se recoge lo siguiente: "Un ruego nos permitimos hacer hoy al Sr. Alcalde, que por la baratura de su ejecución, no duda­mos será atendido.

Aunque los nombres de las calles de Priego, salvo, contadas excepciones, no se distin­guen precisamente por su belleza, ni por su finalidad, hay algunos como el de la calle de las Pavas, francamente inadmisibles. La peligrosa duplicidad de acepciones de dicho ró­tulo, se presta, a las mil maravillas al retruécano indecoroso a quien tan aficionados so­mos los andaluces.

                        Razones de decencia, y de estética al mismo tiempo, prescriben el cambio de rotulación de la referida vía. Pudiendo honrar apellidos tan ilustres como el del Obispo Caballero o el del abate Palomino no nos explicamos la existencia de títulos tan malsonantes. Abrigamos la creencia de que el Sr. Bufill propondrá la reforma en la primera sesión que se celebre".

                        Seguramente esta proposición fue atendida pronto, ya que oficialmente aparece el nom­bre cambiado unos pocos años más tarde.

[9] Una antigua tradición cuenta que los vecinos del barrio criaban al aire libre en la calle Le­choncillo, con los desperdicios de sus comidas, un cochino que después subastaban, y dinero obtenido era entregado a la Hermandad de la Caridad que lo empleaba en obras benéficas.

 





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