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12.005. PRIEGO CIUDAD, 2007

 




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Historia de Priego de Andalucía - Esas calles tan llenas de historia

CALLEJEO POR EL SIGLO XIX. (III)

Los nombres de nuestras calles en el siglo XIX.

                                                                    © Enrique Alcalá Ortiz



 

 

    E

n las últimas décadas del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, las calles de nuestro pueblo llevaban estos sugestivos títulos: Santa Ana, Real, Jazmines, Bajondillo, Adarves, Callejuelas y Llano de la Iglesia, San Luis, En Me­dio Huerta Palacio, Molinos, Barrio de San Pedro, Solana, Carrera de las Monjas, San Marcos, Huerto de Almarcha, Parras, San Guido, Herrera, Cal­vario, Cabeza, Toril, Palenque, Fuente del Rey, Cana, Sebastián Martín, Luis Sánchez, Calle de Montes, San Antón, Herreros, Calle de los Morales, Río, Málaga, Gitanos, La Noria, Loja, Ancha, Cañamero, Solares, Pasillo, San Francisco, Puerta Nueva, Horno, Montenegro, Calle de la Acequia, Puerta Granada, Barrio de la Cruz, Carrera del Águila, Pedro Ramírez, Zapateros, Plaza, Tintes, Lavadero, Mesón Viejo y Torrejón.

                Habían desaparecido, ya para siempre, algunos evocadores nombres del si­glo XVII -año 1683- tales como: Calle de Lopera, Racionero, Río Arriba, Humilladero, Rinconada del Espinar, Horno los Zamoranos, Palomar y calle del Señor San Nicasio.

                Tendrían que pasar bastantes años para que hubiese algún cambio oficial en el título de las calles. En las actas de 1836, habían desaparecido bastantes de los nombres propios dedicados a una persona, y aparecen en acta con el nom­bre popular con los que el pueblo los conoce.

                El primer cambio importante de este siglo nos lo encontramos el 21 de octu­bre de 1842, y se hace a solicitud de un oficio del Sr. Comandante de las Mili­cias Nacionales (de tendencia liberal), en el que interesa que se cambien algu­nos nombres y parajes públicos por otros que signifiquen la vida social de nuestros días. En la dicha instancia detallaban que los rótulos que tienen los nombres de las calles, Carrera de las Monjas, del Río y Fuente del Rey, sean reemplazados. El de la primera con el de la Libertad, porque a ella la casua­lidad o quizá un espíritu simpático ha llevado siempre a morar al mayor nú­mero de los que en este pueblo han arrastrado en todo tiempo por aquella cualquier compromiso; el de la segunda con el de la Unión, porque hecha de algunos meses a ésta, paseo público, el contacto inmediato con las personas, sus reuniones y trato frecuente han disminuido sobremanera los resentimien­tos antiguos, y de desear es que por los mismos medios se continúen amorti­guando, y se obtenga, al fin, la concordia mutua; y el de la tercera con el del Triunfo, porque éste recuerda el que allí obtuvieron los patriotas en el año 1836 de los forajidos y rebeldes que le acometieran proclamando a Carlos V.

                La Corporación va mucho más lejos -y en consideración a estas sentimien­tos dignos de buenos ciudadanos- toma el importante acuerdo de cambiar los siguientes nombres: Palenque por Plaza Teatro; Calle Fuente del Rey por Calle del Triunfo; San Marcos por calle de la Feria; Carrera de las Monjas por Carrera de la Libertad; calle Acequia por Calle de Granada; Mesones por Ca­lle del Comercio; Zapateros por General Lacy[1] ; Alta por Calle de la Mariana[2]; Calle del Río por Calle del General Riego[3]; Cañamero por Calle de la Victoria; Solana por Calle de la Constitución; San Pedro por Plazuela del Ayuntamiento; Ancha por Calle de Torrijos[4]; Puente Tablas por Calle de la Independencia; Tintes por Calle del Progreso; Carrera del Águila por Carrera del Empecinado[5]; Llano de la Iglesia por Plaza de la Milicia Nacional; En ­medio Palenque por Calle del Palenque; En medio Huerta Palacio por Huerta; parte de la calle Real, desde la esquina de la casa de don José Molina hasta la Puerta del Sol, por Calle del Llano; Fuente del Rey por Fuente de la Fama; la parte del Barrio de San Pedro, desde la esquina de la casa de Isidoro Rodrí­guez, hasta el horno de don José Merino, por Calle del Cuartel; y, Calle del Barranco por Calle del Postigo.

                De este acuerdo se dio cuenta al Juzgado de Primera Instancia, al Sr. Co­mandante de las Armas y al Sr. Vicario de estas iglesias, para que le conste y lo tenga presente en cualquier acto público que pudiera ocurrir.

                Tuvieron muy corta existencia, pues en los años siguientes no aparecen sus nombres de nuevo. En las actas capitulares se las sigue llamando con su pri­mer nombre.

                Con motivo de la promulgación de la Constitución de 1869, el Ayunta­miento organiza unas importantes fiestas que le importan un total de 500 escu­dos de gastos. Duran del 10 al 13 de julio y se celebran en ellas un solemne Tedeum en la parroquia; fiestas de máscaras, dos corridas de vacas, que se dan en la Carrera del Águila; se ponen colgaduras en los balcones y luces durante la noche; repique general de campanas que dio principio desde la señal de queda y continuó mientras duró éste; se cerraron todos los establecimientos a las diez de la mañana, excepto los de comestibles que permanecieron abiertos; y la banda de música tocó piezas escogidas desde la hora de retreta.

                Un acto sobresaliente fue la procesión cívica (manifestación) que se celebró el día 10, jueves, bajo la presidencia del Alcalde don José Arriero Hoyo, con el siguiente orden: primero la banda de música municipal, seguida de la fuerza de voluntarios de la Libertad; después los particulares convidados por la Co­misión Organizadora, luego el clero; después el juzgado dependiente del mis­mo y abogados, y tanto este cuerpo como el clero irán confundidos, incluso el Jefe de la Guardia Civil, cerrando la comitiva el Ayuntamiento bajo la presi­dencia del Sr. Alcalde, que llevará a su derecha al Sr. Arcipreste y a su izquier­da el Sr. Juez de Primera Instancia.

                La procesión cívica sale de las Casas Capitulares (Llano de San Pedro), con­tinuando por las calles Puente Tablas, Altillo de la Cárcel, Llano de la Iglesia, Real, Santa Ana, Águila, Mesones, Río, Fuente del Rey, Palenque, Prim y Plaza (Plaza de Andalucía), y ya en este punto se descubrió al público una lá­pida que decía: "Plaza de la Constitución Democrática de 1869". Cuando ter­minó el acto, se continuó por la calle Solana hasta el Llano de San Pedro, pun­to de su salida.

                Dos hechos luctuosos de este siglo XIX repercuten en nuestra historia de las calles: los asesinatos de Prim y Cánovas del Castillo. Son dos vidas paralelas, aunque sus calles en Priego formaron ángulo recto: Prim (Carrera de las Mon­jas) y Cánovas del Castillo (Río, primero, y después, Paseíllo). El primero, ge­neral, político, diputado, revolucionario -fue uno de los instigadores de la re­volución de 1868- marqués de los Castillejos, Ministro de la Guerra, expe­dicionario a Méjico, presidente del Consejo en el Gobierno Provisional de Se­rrano. Niceto Alcalá-Zamora dice, a propósito, de este personaje: "De la fi­liación familiar me enteró desde muy niño el retrato de Prim, colocado en mi casa como si fuese la reliquia de un pariente protector (...)[6]". Murió asesi­nado en Madrid en 1870. Igual fin tuvo Antonio Cánovas del Castillo que mu­rió asesinado en Santa Águeda (Guipúzcoa) en 1897. Este fue escritor y seis veces presidente del Consejo de Ministros como jefe del partido conservador.

                El 2 de enero de 1871, por boca de su presidente, don José Arriero Manjón, se pone de manifiesto la triste nueva del asesinato de Prim en la calle del Turco de Madrid. La Corporación, honrada y liberal, se siente consternada por tan alevoso asesinato y celebra solemnísimas exequias en la parroquia de la villa. Todos los gastos ocasionados se pagarán del bolsillo particular de los Sres. Concejales "a fin de no gravar en nada los fondos municipales con un acto que nacía espontáneamente del corazón de los Sres. Regidores". La Carrera de las Monjas ya se llamaba Prim desde hacía unos años. Su nombre desapa­reció en los primeros meses del Movimiento Nacional.

A la Calle Río, se le da el nombre de Cánovas del Castillo un día después de su muerte, el 9 de agosto de 1897, siendo alcalde don Félix Pérez Luque. En 1910 trasladan su nombre a la plaza del Paseíllo, y por fin, desaparece defini­tivamente durante la Segunda República.

                En abril de 1897, siendo alcalde el arriba citado, se lee una Real Orden en la que se manda se proceda a reparar inmediatamente la rotulación de las calles y plazas de todo el término municipal. Pero las arcas municipales son tan exi­guas que el Ayuntamiento acuerda que se le consulte a la Superioridad que puesto que los gastos han de ser por cuenta de la Municipalidad, se sirva mani­festar de dónde se han de sacar fondos "que tan larga como costosa operación necesita, teniendo en cuenta veinte anejos y caseríos aislados".

No obstante lo anterior, en mayo se ponen los nombres con pintura hasta que vengan los rótulos encargados.

                Se despide un siglo y se entra en otro, oliendo a pintura en las esquinas de las calles.



[1] Luis de Lacy Goutier tiene una biografía apasionante. A los 14 años mandaba una expe­dición a tierras portorriqueñas. Lucha contra Napoleón. Es nombrado Capitán General de Galicia. Prepara una conspiración contra Fernando VII, llevado por su espíritu liberal. Es fusilado en el castillo de Bellver, dando él mismo la orden a los soldados. Hoy, su nombre está escrito en el salón de sesiones del Congreso.

[2] Mariana Pineda, la bella andaluza de ojos azules y animados que sufrió afrentosa muerte en el garrote vil, por su lucha en defensa de la libertad.

[3] Rafael de Riego y Núñez luchó en la guerra de la Independencia. La conducta de Fernan­do VII le hizo sublevarse en Cabezas de San Juan (1820) para proclamar la Constitución de 1812. Colmado de honores en la reacción de 1823, fue después condenado y ahor­cado.

[4] José María de Torrijos y Uriarte fue militar, y liberal por ideologías. Su vida es paralela a Lacy y Riego. Fue igualmente fusilado.

[5] Juan Martín Díez, "El Empecinado", fue un famoso guerrillero que combatió contra los franceses en la guerra de la Independencia. No fue obstáculo para que Fernando VII le condenara a muerte.

[6] ALCALÁ-ZAMORA, Niceto, Memorias, Editorial Planeta, pág, 19.

 





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