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06.10. CARLOS VALVERDE LÓPEZ. POETA DE PRIEGO. (1856-1941)

 




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Historia de Priego de Andalucía - Esas calles tan llenas de historia

ESAS CALLES TAN LLENAS DE HISTORIA. (I)

Buena parte de la historia de los pueblos está escrita en el nombre que llevan o han llevado sus calles.

                                                                    © Enrique Alcalá Ortiz



                  

A

l tomar contacto con un pueblo desconocido lo primero que nos llama la atención son sus calles. Si somos de la misma comarca o país, sus gentes, vistas las circunstancias de viandantes apresurados y fugaces, no dejarán de ser para nosotros, otros paisanos a los que no hemos visto desde hace cierto tiempo.

                Son esos espacios, aglomeración de tabiques horadados, curados con hierro y madera, que llamamos calles, los que nos acogen y nos dan una bienvenida callada en voces, vociferante en ruidos, pero plenas de históricos sucesos, contenidos olvidados, pasiones sangrantes, negocios fraudulentos, esperanzas que se alcanzaron o que resultaron fallidas. Ellas son seno de nuestros senti­dos, espectadoras mudas y cicerones de nuestros paseos.

                Esa fuente a la que nadie hace caso, pues de tanto pasarla se nos muestra indiferente; esa casa solariega que contuvo estirpes hoy dispersadas y consu­midas; esas piedras que tanto soportan y que han pasado de la alpargata de cáñamo y la burda albarca a aguantar el roce leve de los aros dentados de los veloces neumáticos; esos rincones ruinosos; esas estrechas, callejas de encanto perturbador; esas iglesias con su arte y su misterio; esos balcones desparrama­dos a la altura del cuerpo, con sus férreas y artísticas rejas divisorias de amores juveniles, orejas que tanto saben de los ruidosos vecinos que parlo­tean los sucesos diarios.

                Las calles son nuestro tiesto. Su contorno dibuja el cuadro de aquellos recuerdos que fueron nuestros. Los que somos urbanos -cortijeros en los pueblos- situamos un suceso, en un tiempo: el de nuestra vivencia; y en un lugar, casi siempre una calle: una calle con nombre.

 

LAS CALLES DE PRIEGO

 

C

on este título publicó Manuel Muñoz Jurado en el número extraordinario de Adarve, el 27 de octubre de 1963, la poesía que recogemos a continuación. Es un merecido homenaje que le hacemos a quien hizo bellos unos nombres, muchas veces, prosaicos.

 

Entró Isabel la Católica

por la Puerta de Granada,

después de pasar por Loja

y haber visitado Málaga.

 

Tres Obispos la acompañan

Pérez, Caballero, Albino,

el Gran Magistral Romero

y el gran Abad Palomino.

 

Una banda de Batanes

con un toque nunca visto

alegraban al cortejo

al Compás de San Francisco.

 

Entre Cana y Montenegro

Barrera Polo y Solana

hicieron una tribuna

en el Arco de Santana.

 

Pedro Ramírez y Estrada

Lozano Sidro y Morales

cumplimentan a la Reina

con sus cartas credenciales.

 

El Conde de Superunda

y el gentil Marqués de Priego

se pusieron en contacto

con el Cardenal Cisneros.

 

Mercedes, Carmen y Angustias

las tres damas querubines

adornan todo el Palenque

entre Flores y Jazmines.

 

La Reina se recorrió

toda la Huerta Palacio

para subir al Castillo

donde estaba San Nicasio.

 

Isabel concede Gracia

con poderes que atesora

pues a Álvarez Cubero

le dio la Cruz de la Aurora.

 

A Ubaldo Calvo le dio

porque le daba penica

un sitio donde vivir:

la Casería Lucenica.

 

Se les dio pan a los pobres

del Horno Viejo, que alivia,

pero estaba muy Tostado

y resultó de Valdivia.

 

La Reina se desprendió

de collares y de alhajas

al ver por el Mirador

aquellos pobres de Iznájar.

 

Les habló de la Argentina

de su paso por Colombia

y al Santo Cristo pidió,

que no se pare la Noria.

 

Se hizo una calle Nueva

y les dijo a sus alcaldes

que le dieran de beber

en el Caño de los Frailes.

 

Al saber el Buen Suceso

de la llegada Real

los Gitanos y los Locos

se pusieron a bailar.

 

Sonaban las Caracolas,

bailaban hasta los Jarros,

y Enmedio de aquel Belén

despertaron a San Marcos.

 

Esperanza Casalilla

la mujer de Piloncillo

le dio un abrazo a la Reina,

en el mismo Paseíllo.

 

Y Piloncillo le dice

a su mujer con templanza

no te metas en la bulla

Salsipuedes, Esperanza.

 

La reina les dijo... quiero

a las Molinos bajar

y de paso despedirme

de aquel Ramón y Cajal.

 

Quiero subir al Calvario

por la promesa que debo

a rezar una oración

por los Héroes de Toledo.

 

En busca de la Estación

atravesando un Pasillo

su majestad se marchó

por el mismo Caminillo.

 

Villalta nunca creyó

que la Reina se había ido

 y Cañada contestó:

con ella todos San Guido.

 

Virgen de la Cabeza,

Santiago y San Fernando

 yo quiero ver a la Reina

porque si no me da algo.

 

Corre por el Huerto Almarcha

y a las Parras se subió

a ver si la divisaba

y tampoco allí la vio.

 

Atraviesa el Torrejón,

la Cañada del Pradillo

y los vio que se perdían

por el mismo Bajondillo.

 

Con qué pena y Amargura

vio a la Reina trasponer,

gritando desde el Adarve:

¡viva la Reina Isabel!





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