© Enrique Alcalá Ortiz
La Semana Santa es una celebración vivencial, completa y de una diversidad enorme, porque en ella inciden numerosas variables del comportamiento humano, tanto colectivo como individual. A la vez, el acontecimiento, refleja, como esas estrellas que nos dan luz por las noches, muchos rayos de lenguaje luminoso en los que podemos descifrar, o más bien atisbar someramente, el contenido de su mensaje reanimador.
Es por lo que, la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, llamado el Nazareno, se ha convertido necesariamente en el acto religioso más relevante de todos cuantos la liturgia celebra dentro del año. Desde el miércoles de Ceniza, pasando por la Cuaresma, hasta el domingo de Resurrección, vías crucis, misas, homilías y oficios se conjugan en oraciones continuadas para regar los campos donde crecen nuestras creencias primigenias y fundamentales.
Con ser importante y raíz la Pascua dentro de los muros de los templos, la especial idiosincrasia del pueblo andaluz tuvo que emerger sin premeditaciones programadas para descubrir esa personalidad de calle que nos distingue y concretiza. De esta forma, hoy, cuando, casi todo se hace por un interés terreno, muchos prieguenses, hombres y mujeres, dedican gran parte de su ocio dentro de las cofradías y hermandades, en innumerables horas de trabajo, a poner a punto sus pasos para que su estación de penitencia sea culto, pero también efemérides y grandiosidad. Las palmas de la Pollinica, el dolor de la paz, Caridad, Soledad, Angustias y Dolores; el Jesús Preso, en la Columna, en el Calvario y finalmente en el Entierro y Resucitado, señalan ampliamente, alrededor de una imaginería insuperable, la necesidad existencial de un pueblo que ansía estar presente y ser protagonista. Es decir, estar para ser, y ser para vivir.
Además en Priego, la Semana Santa se convirtió en símbolo y señal, en partida de nacimiento y patria, en origen y naturaleza, cogiéndose como bandera a Jesús Nazareno y como figuración máxima la bendición del hornazo en el Cal-varia Allí, el dogma religioso se amalgama con la vivencia individual para hacerse identificación colectiva.
Por esta razón, los paisanos acudimos y los extraños se admiran.
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