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17.07. PRIEGO EN EL CANCIONERO POPULAR

 




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Historia de Priego de Andalucía - La obra pía del abad Palomino

2. LA ABADÍA DE ALCALÁ LA REAL

Notas sobre la fundación y prerrogativas de la abadía de Alcalá la Real (Jaén) a la que pertenecía Priego de Córdoba.

 



 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

            Dentro de la actividad conquistadora de Alfonso XI, el Justiciero, rey de Castilla y León (1311-1350), por todo el Valle del Guadalquivir, y después de contribuir a la victoria del Salado de Tarifa, el rey, hizo penetrar su ejército en el Reino de Granada a principios del año 1341. Envió algunas naves pertrecha­das con intención de poner cerco a Málaga para que los moros entretuvieran sus efectivos. Esta hábil estratagema que hizo distraer las fuerzas enemigas, permitió de improviso poner cerco a Alcalá de Benzayde, que se entregó -ocho meses más tarde- con la condición de que dejase libres y salvos a los habitantes de la villa. Seguidamente se tomaron Priego y Rute, entre otras villas y castillos[3]. Alcalá permaneció en poder castellano hasta la conquis­ta definitiva por los Reyes Católicos, pero Priego caería de nuevo en poder de los moros.

            Inmediatamente se organiza la vida a la manera castellana-cristiana. Alfonso, el Onceno, funda en la Mota, la Santa Iglesia Mayor que erigió en Abadía, y como diócesis propia, con una demarcación que comprendía el terreno recién ganado a los moros que no había pertenecido a los obispados limítrofes de Jaén y Córdoba. Se extendía, pues, su radio de acción sobre Alcalá, Frailes, Castillo de Locubín, Priego y Carcabuey. Más tarde se le anexionó Noalejo. Cinco siglos duró esta organización eclesiástica que se extinguió el año 1851 con la firma del Concordato.

            Al ser la Abadía de patronato Real, los reyes proveían de una forma libre, por medio de cédulas, el cargo de Abad, y éste tomaba posesión sin someterla a la sanción de Roma. A pesar de este patronato real "vere nullius", o sea, independiente de toda diócesis, el rey, para pagar la ayuda en la reconquista recibida por el Arzobispo de Toledo, don Gil Álvarez de Albornoz, agregó la abadía a la diócesis de Toledo, como sufragánea de la misma, carácter que conservó hasta su extinción[4]. Para distinguirse de otros abades sujetos a jurisdicción, los de Alcalá, como verdaderos obispos, usaron siempre las vestiduras pontificales como anillo, pectoral, báculo y mitra.

            Fueron muchísimas las prerrogativas, preeminencias, inmunidades y rega­lías que engrandecían la función de la Abadía entre las que se contaban: poder votar en el Tribunal de la Fe, de Córdoba, cuando algún reo de su jurisdicción fuese sentenciado; no pagar impuestos de lanzas; hacer propuestas para proveer dos capellanías de la Real Capilla de los Reyes Católicos de Granada; asistencia a los concilios de Toledo, con voz y voto; recibir encomiendas y ser ejecutores de letras pontificias; presentarse ante los reyes en los besamanos y demás ceremonias palaciegas con sus vestiduras prelaticias; nombrar provi­sor, vicario general, fiscal eclesiástico, civil y criminal y vicario foráneos, y crear ministros de su curia. Así como también conocer en las causas matri­moniales, conceder indulgencias, dispensas y convocar sínodos[5].

            Como soporte financiero el rey la dotó en un principio con los quintos de las cabalgatas y despojos que por derecho de conquista correspondían a la co­rona.

            Rodrigo Méndez de Silva[6] le atribuye una renta de 15.000 ducados. Pero se cree que las rentas fueran más importantes, ya que en la sesión del día 11 de junio de 1595, se hace constar que se rentaba 30.000 ducados, y esto sólo en el término de Alcalá la Real. A principios del siglo XIX, lo regulado por la Cámara de Castilla como productos de esta Abadía pasaba de 40.000 duca­dos. Esto demuestra, por lo tanto, la importancia de las rentas decimales, a pesar de que sus dos terceras partes se adjudicaron a la Capilla Real de Grana­da en tiempo de Carlos V.

            La Abadía fue un cargo muy apetecido. Su mitra fue ceñida por abades, obispos, arzobispos, patriarcas y cardenales. Incluso dos vástagos de la fami­lia reinante de los Austrias empuñaron su báculo.

            Entre los treinta y cuatro que se han podido identificar hubo uno que sobre­salió por su carácter de benefactor, y por la incidencia que. esto tendría sobre Priego de Córdoba: Abad Palomino.

 





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