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03.07. HISTORIA Y ANÉCDOTA DEL ´92 EN PRIEGO. (Tomo II)

 




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Historia de Priego de Andalucía - La obra pía del abad Palomino

7. UNOS INTERESES QUE NO LLEGAN

Dificultades para cobrar las rentas.

 



© Enrique Alcalá Ortiz

  

            El cobro de los intereses se convirtió en un calvario de sangrantes dificulta­des. El dinero tenía que pasar por muchas manos. Manos que pertenecían a cuerpos que formaban parte de organismos de presupuestos flacos y esqueléti­cos, en los que había más partidas con sus bocas abiertas que pesetas para alimentarlas. Los intereses o no llegaban o llegaban con un retraso de tortuga despistada.

            El conde pagó lo estipulado hasta 1808, pero consta documentalmente que desde esta fecha hasta el año 1819 no pagó[16]. Como ejemplo de lo que pasó en este siglo a finales de noviembre de 1885 se da cuenta del cobro de los intereses correspondientes al período de tiempo comprendido entre 1868 y 1883. En los quince años que comprende se cobraron 59.709,92 pesetas, que se repartieron entre todos los pueblos de la fundación, correspondiendo a Priego un total de 15.552 pesetas por el citado tiempo con una media anual de 1036 pesetas.

            Después de esto, pasan diecisiete años largos sin que se reciba una peseta. A principios de siglo, el capital impuesto se encontraba reducido a la mitad y estaba representado por inscripciones intransferibles cuyos intereses pagaba la Hacienda Pública. Pero sucedía que el Ayuntamiento de Alcalá la Real con el título de Patrono, obtenido del Protectorado, sin consentimiento, ni aún conocimiento de los demás partícipes, cobraba los intereses que se aplicaban por la Delegación de Hacienda de Jaén, donde el pago de aquellos estaba domiciliado a compensar débitos que Alcalá tenía por consumos, y conse­cuentemente, contraviniendo las cláusulas de la fundación piadosa, privando a los demás partícipes de lo que les correspondía y como consecuencia a los pobres de los beneficios y consuelos de sus limosnas.

            Esto había sido posible porque, si bien, el abad nombró patrono de la obra pía a su sobrino don Andrés Tirado Martínez Palomino, éste en virtud del poder que tenía conferido, cedió el cargo a los abades, que lo ejercieron hasta la fecha de la extinción de la Abadía el año 1851. Los pueblos que pertenecían a la Abadía, Alcalá y Castillo de Locubín, pasaron a la jurisdicción de la diócesis de Jaén. Carcabuey, Priego y su copartícipe Almedinilla se agregaron a la de Córdoba. Por lo que el hecho de cobrar se complicó con esta rees­tructuración eclesiástica.

            En septiembre de 1900, bajo la presidencia de don José Luis Castilla y Ruiz, el Ayuntamiento intenta poner remedio a tal estado de cosas y para ello se aprueba: pedir que se releve a Alcalá la Real del Patronato, puesto que no cumple los fines de la fundación; que se nombren patronos a los obispos de Jaén y Córdoba; y, que la Dirección General obligue al Ayuntamiento de Alcalá a formar presupuesto extraordinario para satisfacer a los copartícipes de la obra[17].

            Pero el tiempo pasa y no se resuelve nada. El Ayuntamiento tiene necesida­des apremiantes -como veremos en su capítulo correspondiente- y desea recabar algunos fondos para calmar el hambre y las carencias de los numero­sos parados-pobres del pueblo. Es de nuevo alcalde don José L. Castilla y la administración del patronato ha pasado a depender de la Junta Provincial de Beneficencia de Jaén, presidida por el gobernador civil, siguiendo la Real Orden de 4 de diciembre de 1901. Ahora se plantea el caso al Ministro de la Gobernación, haciéndole saber los intereses retenidos por Alcalá desde el año 1883, y que desde' que la Junta Provincial de Beneficencia de Jaén rige el patronato, tampoco ésta ha pagado nada. Asimismo, se dirigen de nuevo al Ayuntamiento de Alcalá exigiéndole los intereses, y que en caso de negativa se ejercitarán las acciones judiciales pertinentes. Estamos ya muy lejos, en este momento, en el tiempo y la situación de aquel pacto de Hermandad firmado en el río Caicena en el siglo XIV.

            Esta vez las acciones tomadas producen efecto. El 26 de marzo de 1904, el Gobernador de Jaén envía un cheque de 960 pesetas correspondiente al prorrateo de los intereses líquidos del año 1902. Por fin se cobra algo, después de la pequeñísima suma de 1.000 pesetas que se cobraron en 1893. El Gober­nador acompaña un oficio comunicando que al objeto de que el Ayuntamien­to de Alcalá abone los descubiertos que tiene pendientes, sin perjuicio del expediente que se tramitará en su día, se acuerda retenerle las cantidades que como mayor partícipe de las memorias tiene que percibir, hasta tanto quede saldado el descubierto. Se retiene dinero, pero no existe constancia de que sea devuelto a sus legítimos propietarios.

         También se hace constar en el oficio del Gobernador que: "¡estando pendientes de cobro los intereses de 1903 por no haberse justificado hasta la fechas los de 1902, ante la Dirección General de Administración, es la causa por la cual no se pagan los fondos!" Es el cuento de la pescadilla que se muerde la cola. No se envían fondos, porque no hay justificación, pero no se justifica porque no se reciben.

            Siendo ya Alcalde don Trinidad Linares Martos -el 23 de enero de 1905­ se recibe de nuevo, cheque por 1.920 pesetas, correspondiente a los ejercicios de 1903 y 1904. Meses más tarde, se insta de nuevo al Ayuntamiento de Alcalá para que pague los atrasos. Se reciben, de nuevo intereses, 1.910 pesetas en 1907, correspondientes a los años 1905 y 1906. En 1908 llegan 960 pesetas por cada año de 1900 y 1901.

            A trancas y barrancas, con retrasos de tres y cuatro años se van recibiendo los recalcitrantes y difíciles intereses: Todavía en 1916, se solicitan los intereses que se van reteniendo a Alcalá, pero que la Junta de Jaén no distri­buye. Los últimos intereses se reciben el 13 de diciembre de 1930. Después de esta fecha desaparece todo rastro del legado pío. Se mueven vientos que hacen que se respiren nuevas situaciones políticas.





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