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08.03. LO QUE ELLOS VIERON DEL PRIEGO ANTIGUO

 




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PRIEGUENSES EN LA HISTORIA - Pedro Alcalá-Zamora Estremera. (1858-1912)

AUSENCIAS CAUSAN OLVIDOS

Sobre Priego y prieguenses. Les pide a sus amigos Mariano M. Aguacil y Ricardo de Montis que contesten a sus cartas.

Por Pedro ALCALÁ-ZAMORA ESTREMERA

Para Mariano M. Alguacil y Ricardo de Montis. 

                     Muérete y verás, dijo uno que no se había muerto, pero sabía que contra un vivir para ver, está el precitado remedio.

                    Porque es indudable que si después de difunto se pudiera ver, se verían cosas mucho más peregrinas que las que vemos en vida. Y, ¡cuidado que viviendo se ven cosas estupendas!

                    Incluso las estrellas, hablando en lenguaje figurado, o desfigurado, pues yo creo que hacer que algo sea lo que de por sí no es, equivale a desfigurarlo.

                    Pero hemos convenido en decir varias frases al revés, para estar de acuerdo con lo absurdo de las leyes humanas, y no debemos lamentarnos.

                    Dejemos, pues, en paz a los inmortales con sus sabios decretos, que limpian, fijan y dan esplendor y vamos al asunto.

                    Éste es que mis buenos amigos y excelentes compañeros en la prensa cordobesa, los señores cuyos nombres van al frente de estas líneas, siempre fueron muy corteses conmigo; siempre menos en las presentes circunstancias.

                    Un mes ha que aguardo, con el ansia que esperamos lo agradable, una carta, que en justa correspondencia a la que le dediqué apenas hube llegado a esta pintoresca comarca, me trajera los ecos de esa peña que forma el epílogo de nuestras noches, y de ese Gran Capitán, donde, durante el verano, pasamos las horas de holganza que los periódicos nos dejan, y a la verdad son muy pocas.

                    Deleitábame ya viendo entre las iguales líneas, con los ojos de la imaginación, las siluetas de las cordobesas y las flores con que adornan sus negros cabellos, que tan lindamente describe mi amigo Ricardo; creía oír los ecos de las causseries de última hora, que con tanto gracejo ameniza mi amigo Mariano, y ¡nada! El primero canta en sonetos, como Petrarca a Elena, y el segundo mantiene ociosa la donosa pluma.

                    No estamos a la recíproca.

                    Por esto el epígrafe con que encabezo estos renglones viene pintiparado.

                    Sí, ausencias causan olvidos.

                    Pero mi veraneo toca a su fin, que todo tiene límites en la tierra, hasta la holganza veraniega; y a mi regreso tomaré venganza de vuestro criminal silencio.

                    Gozad, por las noches, de las delicias del paseo, admirando los ojos, la elegancia, los encantadores palmitos de nuestras paisanas; esparcid el ánimo oyendo a mi amigo Pepe Lacarra subrayar las picarescas seguidillas del contramaestre, en Mariana, y aplaudiendo a su simpática hija, que se ha hecho una buena artista, en poco tiempo; yo, mientras, desde las gradas del trono de la dulce Pereza, cuyo leal servidor soy, es dedicaré un recuerdo amistoso, y entre bostezo y bostezo fraguaré un maquiavélico plan de venganza.

                    Priego, día 12 de agosto.

(?Diario de Córdoba?, número 14530, 17 de agosto de 1899).





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