© Enrique Alcalá Ortiz
iguiendo la tendencia actual, y al igual que en otras iglesias de la localidad, en la de San Pedro, las tumbas existentes en muros y suelo fueron suprimidas en sucesivas remodelaciones modernas. Llegó la época en que estaba mal visto colocar delante de los ojos de los fieles tantas lápidas mortuorias que ponían de manifiesto la brevedad de la vida terrenal en este valle de lágrimas. Todas las eliminaron excepto una: la del Conde de Superunda.
Con motivo de las obras de 1992, se retiró la lápida de su tumba, la primera vez en la historia según nuestras noticias, y algunos prieguenses tuvieron ocasión de ver los huesos humanos del personaje tan ilustre. Sus restos óseos estaban dentro de una caja carcomida por el tiempo, siendo depositados en una bolsa. Comprobaron que no había nada más, y finalmente consolidaron la losa en el muro.
Natural de un pueblo logroñés, José Manso de Belasco nació en 1689 en Torrecilla de los Gameros. Como descendiente de un importante linaje, fue educado para la carrera militar. Sus primeros hechos de armas los realiza luchando a favor de Felipe V en contra de Carlos de Austria, ambos pretendientes al trono español. Siendo ya Caballero de la Orden de Santiago, es destinado a América y nombrado Gobernador General de Chile. En este cargo apacigua importantes rebeliones de indios, funda numerosas ciudades, reparte y rotura tierras, organiza la enseñanza, industrializa el país y, en general, impulsó la colonización, haciendo méritos sobrados para ser nombrado Capitán General y Virrey del Perú.
En este puesto tiene que hacer frente a los daños causados por un fuerte terremoto y la posterior epidemia producida por los cadáveres insepultos, dedicándose a la reedificación de Lima y el puerto de El Callao, así como al apaciguamiento de nuevas rebeliones de indios insumisos, por cuyos méritos Fernando VI le concedió el título de Conde de Superunda. Después de 16 años en el puesto, pide el relevo y durante su viaje de regreso, hace escala en Cuba, donde la suerte no le acompañó. La isla fue asediada por los ingleses con una poderosa escuadra y la junta de defensa constituida bajo la presidencia del Conde de Superunda, decidió entregar la plaza.
Por este hecho, cuando llegó a España, fue Juzgado por un Consejo de Guerra, que lo despojó de sus honores, títulos, propiedades y lo condenó a muerte. Pena ésta conmutada por destierro, y merced a la gestión de Antonio Caballero y Góngora, le indicaron la villa de Priego. Aquí llegó pobre de solemnidad, muriendo en la posada de Marqués, donde fue confinado, el año 1767. Parece como si nuestra villa, en este siglo de progreso tuviese destinada a ser protagonista de la gran historia, siendo, primero, en 1723, cuna del Virrey Antonio Caballero y Góngora, y más tarde tumba de otro.