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11.12. INICIATIVA APROBADA POR EL PLENO DE LA CORPORACIÓN MUNICIPAL

 




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Personas - Prieguenses

UBALDO CALVO SÁNCHEZ

Maestro de primeras letras que enseñó a leer a Niceto Alcalá-Zamora y Torres y a Carlos Valverde López.



                                                                                                                             © Enrique Alcalá Ortiz

 

  N

os encontramos a don Ubaldo Calvo y Sánchez, por primera vez, el día 15 de enero de 1861, fecha de su ingreso en el Casino Círculo de la Amistad, sien­do presidente don Juan Antonio Calvo y Sánchez. Un año más tarde será elegido vocal de la Junta Directiva. Participa activamente en las veladas litera­rias del Casino y según consta hizo un discurso en abril de 1890 que fue muy regocijado. También participa en asociaciones religiosas, siendo vocal de la Junta del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de la Soledad. Fue el maestro de primeras letras de personajes que enriquecerían la vida prieguense, como don Carlos Valverde y don Niceto Alcalá-Zamora. El primero nos dice que "enseñó a tres generaciones y tenía por máxima no abarcar muchas mate­rias, pero las que daba, las enseñaba bien. La asignatura en que ponía más empeño era la Gramática, y dentro de ella, la Ortografía. De mí sé decir, que las mismas reglas ortográficas conozco ahora que el año 1867 en que salí de su escuela".

                    Con el Ayuntamiento está relacionado durante la presidencia de don Pablo Luque Serrano. El día 11 de abril de 1898, el Sr. Presidente manifiesta la con­veniencia de reducir a 825 pesetas la dotación de la Escuela Pública de Adultos que desempeñaba interinamente don Ubaldo Calvo por fallecimiento del propietario don Rafael María Roldán Priego, pues la cantidad que se pagaba, 1.000 pesetas, no se encontraba dentro de la escala que determina la Ley de 9 de septiembre de 1857. De esta forma se le queda reducido el sueldo a 68.75 pesetas mensuales. Murió de una pleuresía el día 24 de junio del año 1.900.

         Ubaldo Calvo es el primer maestro nominado para una calle en este siglo, y le dieron su nombre a la calle que llevaba el de Cañamero, nombre popular evocador de la flora de lejanos tiempos.

        Así se recoge en acta -10 de octubre de 1935- la propuesta y acuerdo: "Manifiesta el Sr. Presidente que hace años tuvo Priego la suerte de tener un Maestro de instrucción primaria modelo en su clase; Maestro bueno y sencillo que sobre sus dotes de honradez y laboriosidad destacaba la estimable de go­zar del don de enseñar. A este hombre, que de su profesión hizo un culto, se le ha tenido en el olvido y es hora de subsanar esta distracción procurando de algún modo la perpetuidad de su nombre (...)". Esto era verdad, pero una verdad a medias. Habría otras razones de más peso. En este caso, un senti­miento moral de agradecimiento del alumno hacia el maestro. Y este alumno, era ahora muy importante, ejercía un alto cargo: "Presidente de la Repú­blica". El nos lo cuenta de esta hermosa manera: "Mi maestro de primeras letras se llamaba don Ubaldo Calvo Sánchez. Oí decir que en su mocedad tra­bajó como albañil, lo cual le honraba, tanto más cuanto que llegó a ser hombre de cuidada y correcta urbanidad. Como era natural, no poseía exten­sa cultura; pero sabía transmitir sus conocimientos. Me distinguió desde los primeros días con una predilección singularísima, extraordinaria. Era su escuela privada, de pago, y al llevarle la retribución de mi primera mensuali­dad me dijo que la devolviera a mi padre. Reprendióme éste por lo que creía mi torpeza; y al convencerse por sí mismo de la obstinada negativa, intentó sustituir el pago por obsequios, que el maestro aceptaba cortés, haciendo otros mayores. Para poner término a tal emulación de liberalidades mi padre abordó el tema y recibió esta respuesta: "Ni usted, con ser su padre, me quita el orgullo de enseñarle gratuitamente". Dejé la escuela, en que entré con cua­tro años, a los ocho, y ya hacía tiempo que en un rudimentario ensayo de graduada el maestro me confiaba, bajo vigilancia, la sección de párvulos. Creyó en mí, quiso asociarse a mi nombre, y al ganar notoriedad he cuidado siempre de rendir un tributo piadoso a su memoria". 

                Lo consiguió. Esta' vez su deseo -junto con el del Alcalde se ha visto cumplido. Su nombre continua doblemente, en lápida y azulejos donde en un principio lo colocaron, como homenaje de gratitud de un presidente, que escribió más de treinta y seis libros, al maestro que le enseñó a hacer la "o" sin el canuto[1]. 



[1] ALCALÁ ORTIZ, Enrique: Historia de Priego de Andalucía.





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