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MEMORIAS DESORDENADAS - Historia de la Huerta Palacio

47. ZURDO POR LA GRACIA DE DIOS

Ser zurdo en tiempos de Franco era un asunto grave.



© Enrique Alcalá Ortiz 

 

  L

a ignorancia de los métodos pedagógicos de entonces perpetraron conmigo uno de los atropellos más graves que se puedan cometer en la enseñanza con un escolar. El riguroso autoritarismo hacía llevar a los maestros a imponerte la escritura con la mano derecha. Para nada contaba que la naturaleza hubiese dado prioridad a tu lóbulo derecho del cerebro, y por consiguiente fuese la mano siniestra donde estaba tu natural habilidad. La mayoría de las personas son diestras, pero habemos un gran número de siniestros que no contaban para nada en los caminos educativos, a los que nos obligaban a escribir con la mano derecha. No sólo escribir, había que comer, usar la navaja, el tenedor, el cuchillo, incluso dar la mano con la derecha. Era de personas maleducadas usar la izquierda delante de las otras. Podía ser que como la izquierda política estaba prohibida, perseguida y machacada, todo lo que sonase a izquierdas había que prohibirlo. Pero dejando bromas aparte, porque el caso es muy serio, obligar a usar para toda actividad la mano con la que no se tiene habilidad natural, y obligar a emplear la inhábil es una cosa muy grave que no tiene nada de risa, sino de tragedia.

         Su magnitud es muy difícil de cuantificar en palabras, y solamente se puede hacer una idea el lector haciendo la siguiente experiencia si es diestro: durante un día hágalo todo con la mano izquierda, no use para nada la derecha. Para nada, eh. Seguro que esa noche no podrá dormir. Y si la experiencia dura un mes, tendrá que tomar ansiolíticos y antidepresivos. Y si por un descuido usa la derecha, todas las miradas te dirán que lo haces mal y empezarán a regañarte día tras día. Si sabes que la experiencia es para siempre, la locura hará presa en ti y seguro que la Seguridad Social tendrá un nuevo jubilado prematuro con derecho a cama en una residencia de maniacos depresivos.

         Yo no me volví loco como el supuesto teórico, sino tartamudo. Me apareció una tartamudez que se me fue quitando, menos mal, conforme fui creciendo y me iba acostumbrando a escribir con la mano derecha, pero mi fluidez verbal quedó resentida para siempre y pienso muchísimo más rápido que mi capacidad de fonación es capaz de poner en práctica. Por esto, hablar en público me crea unas leves tensiones y movimientos gástricos, ya difuminados, aunque no superados. Está claro que nunca serviré para echar grandes discursos, sino los tengo escritos delante. Y ni incluso así. Estos trastornos no vinieron solos, porque aparte, me crearon una disfunción total en el manejo de mis manos. No sé usar ninguna con la destreza requerida: la izquierda porque no tengo hábito y la derecha porque no es capaz de aprender. Mi escritura es un desastre y mi maña para las reparaciones domésticas de casi nula competencia. Me perdieron para siempre en el mundo de las habilidades manuales. Me sorprendían las películas americanas donde frecuentemente se veían escribir a los actores con la mano izquierda y nadie del film se espantaba. En el gallinero donde yo estaba, había pupilas dilatadas que no acababan de asimilar lo natural de la escena.

         Cuando estudiaba primero de Magisterio, teníamos una asignatura que llamada Caligrafía. Había que hacer muchos cuadernos de una letra tipo español y otra gótica, y aparte teníamos un libro de teoría. En él había un tema que hablaba de la escritura de espejo y del ambidextrismo. Para mí fue un descubrimiento, una medicina y un descanso. Hablaba por fin de la escritura con la mano izquierda. ¡Mi mano! Cogí el lápiz con la mano prohibida y empecé a escribir de izquierda a derecha y me salía el escrito como si toda la vida la hubiese usado. Qué alivio, aquello sí era escribir con gusto. Me salía una caligrafía nunca vista, mi caligrafía, además para más gracia, inclinada..., hacia la izquierda. Es que no tengo remedio. Después empecé a escribir escritura de espejo, haciéndolo al revés, de derecha a izquierda, como lo hacen los moros y aquello salía tan fluido como el manantial de la Fuente de la Salud.  Ponía el papel a contraluz y aquella escritura se leía perfectamente. Entonces tuve un motivo de orgullo, una poca de reparación a la frustración contenida de muchos años, sabía escribir para adelante y para atrás, al derecho y al revés con la mano que los demás apenas movían. Así que muchas veces para justificar mala letra con la mano derecha, alardeaba de esta capacidad de la izquierda. Años más tarde, me enteraría que el célebre genio del renacimiento italiano, Leonardo da Vinci, también fue zurdo, y todos sus escritos los había realizado con escritura de espejo.

         Yo sigo escribiendo con la derecha, porque a pesar de los intentos y capacidad de mi mano siniestra son muchos años y eso crea hábito se quiera o no. Lo que sí hago con la zurda es pintar, jugar al pimpón, mondar una naranja, coger el martillo, etc., es decir, todo menos escribir.





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