© María de los Reyes Cubero Ortiz

Las tradiciones forman parte de la cultura de los pueblos, se insertan de tal modo en el pensamiento, que condicionan formas de vidas. En nuestro pueblo, los niños aprenden a tocar un tambor incluso antes de aprender a andar.

Dentro de la uniformidad que rige el desarrollo del mundo cofrade cada hermandad en su ciudad o en su pueblo, tiene unas características peculiares que las diferencian a unas de otras, cada uno tiene su propia historia con esa inmensidad de anécdotas y detalles peculiares que le dan carácter a cada grupo, aunque exista una fuerza íntima y espiritual que los unifica en lo más importante, la devoción a una imagen.

La devoción a nuestros titulares se nos transmite como una herencia, la herencia de nuestros padres la mejor herencia; son muchos años acumulando devoción y vivencias, la fe y el amor son parte de nuestro día a día en los momentos alegres, en los sufrimientos, en la amistad, en el trabajo y en la esperanza.

Como un entusiasmo luminoso, en octubre de 1971 y siendo ya Hno. Mayor, la persona más querida y respetada de nuestra cofradía, Avelino Siller Calonge, comienza la renovación dentro de la misma. Un grupo de jóvenes empiezan a trabajar sin descanso, en una Hermandad que había estado congelada los últimos años.

Con esto se produce una gran explosión, una bomba de entusiasmo abre un agujero donde caben numerosos prieguenses que se dan de alta en la cofradía y forman un grupo que se ponen a trabajar sin descanso, es admirable la cantidad de cosas que hicieron en los años que sigue, de no ser nadie y estar completamente apagados, se crea un verdadero espíritu de hermandad, juntando mucha voluntad a la hora de trabajar en común.

La mejor forma de ver lo que se ha hecho en estos últimos 37 años, es subir andando al calvario, el entorno alumbrando, con árboles por todas partes, nuestra ermita nueva, reluciente, impecable, con altares barrocos, sacristía, camarín, almacén de túnicas, etc.? son pruebas que testimonian muchos cientos de horas de gestión de preocupaciones y de trabajo, sin con esto no es suficiente hay que esperar sentados en las escalinatas de acceso a la ermita, para poder contar los innumerables penitentes, hombres y mujeres que acuden en la tarde de Lunes Santo a contemplar la seriedad, la belleza y la majestuosidad de nuestro desfile procesional, y sin quedan fuerzas y aguanta el sueño, hay que aguantar en la madrugada del Viernes Santo a la Virgen de los Dolores y al Cristo de la Buena Muerte desde la parroquia de la Asunción a su ermita, y ver el cortejo arrebatador e impresionante que asciende por el calvario.

Hoy 37 años más tarde parece que la historia se repite, los hijos de aquel grupo de jóvenes amigos, que pusieron nuestra cofradía en le lugar que hoy está estamos trabajando con el entusiasmo, la misma fuerza, la misma ilusión, que pusieron nuestros padres, volvemos a restaurar nuestra ermita, nuestra sacristía, hemos convertido, la nave en Casa de Hermandad y sin descanso trabajamos para nuestro proyecto más importante, el Nuevo Trono para Nuestra Titular.

Quisiera sirvan estas líneas, para rendir un homenaje a nuestros mayores, por su gran labor, pero mis palabras más especiales son un agradecimiento para todas las personas mayores y jóvenes de mi junta de gobierno.

Al hermano que me hace reír, al que me hace llorar. Al que con sus manos (Benditas manos) trabaja incansablemente. Al que me anima cuando me derrumbo.

Al que me aconseja en los problemas, en las decisiones importantes, haciéndome sentir segura, tan sólo con su presencia. Y al que cuando me encuentro pérdida me ayuda a encontrar en María, el  refugio que me da la fuerza necesaria para seguir luchando.

Que María de los Dolores y Cristo de la Buena Muerte, los motores de los cofrades del calvario, nos den la fuerza necesaria para que la herencia de nuestros padres, sea la mejor herencia para nuestros hijos.

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