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12.045. LA CREENCIA INMACULISTA EN PRIEGO

 




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Historia de Priego de Andalucía - Carnavales en Priego

19. EVOLUCIÓN HISTÓRICA: DESARROLLO, APOTEOSIS Y DECADENCIA

Desde el nacimiento de los "rincoros" hasta su extinción.



 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

         Me decía mi paisano Gabriel Tarrías que los rincoros habían muerto con nuestra generación. Las causas de esta extinción hay que buscarlas en la evolución que han tenido las costumbres y los usos, debido en gran parte al desarrollo industrial, social-económico, al cambio cultural y de mentalidad que en estos años ha experimentado la sociedad española en general y la andaluza en particular.

         Mi intento ahora es aportar solamente algunas notas históricas de nuestra fiesta, -en el doble sentido de cante y baile- nunca buscando su nacimiento o procedencia, asunto este alejado de nuestro propósito y en el que apenas dos historiadores se ponen de acuerdo.

         Ramón Menéndez Pidal, nos dice: "(...) sabemos que en los refinados gustos de la Roma imperial, en el siglo I, se abrían ancho campo los cantos de la Bética, especialmente, la occidental, la misma que hoy más se distingue en sus canciones y danzas populares". Danzantes y cantantes andaluces, de Cádiz sobre todo, alegraban ya lo más selecto de la sociedad europea.

         Dando un gran salto en la historia, nos encontramos con las jarchas. De Margit Frenk Alatorre tomamos el siguiente comentario acerca de su descubrimiento: "desde tiempo atrás se tenían noticias del refinado invento de Mocá-dan de Cabra, árabe del siglo IX: había creado la muwáshaha, artificioso poema árabe clásico, que debía rematar en una estrofa (jarya) escrita en lenguaje callejero, ya fuera árabe vulgar, ya el romance de los cristianos. Por el mismo contraste de estilos, esa avulgarada estrofilla debía dar al poema su "sal, ámbar y azúcar".

         Se conocían gran número de muwáshahas con remate en árabe vulgar y apenas indicios borrosos de algún remate en español. Pero en 1928 el hebraísta Samuel M. Stern reveló al mundo 20 jarchas escritas en lengua romance, que figuraban en muwáshahas hispano-hebreas de los siglos XI a XII; la más antigua parece ser anterior al año 1042. Y esas pequeñas estrofas resultaron ser encantadoras cancioncillas de amor puestas en boca de una muchacha: ingenuos lamentos de ausencia, dolorosas súplicas al amado (designado con el arabismo habibi), apasionadas confidencias a la madre y a las hermanas (...)".       

 

         De Dámaso Alonso tomamos ésta que nos sirve de ejemplo:

 

Vayse meu corazón de mib,

ya, Rab, ¿si se me tornarád?

¡Tan mal mi doled li-l-habid!

Enfermo yed, ¿cuándo sanarád?

 

 

         Si la comparamos con la forma y el fondo de esta copla, de entre las miles que hemos recopilado, veremos que hay muchas coincidencias:

 

Mi corazón es un niño

que no para de llorar,

cuanto más le digo calla,

más sentimiento me da.

 

         A la vista de esto tenemos que preguntarnos: ¿lleva razón Ricardo Molina cuando se preguntaba por la licitud de suponer que los actuales cantes y bailes andaluces proceden de las jarchas?

 

         Muchos calendarios pasaron, cuando Cristóbal de Castillejo (1492? -1550) escribía esto:

 

"(...) Madre, un caballero

que estaba en este corro,

a cada vuelta,

haciame del ojo (...)".

 

         El pueblo seguía cantando y bailando. (Está fuera de nuestro objetivo estudiar el amplio desarrollo en siglos posteriores). Centrándonos en el tema de nuestro estudio, nos encontramos con las primeras referencias escritas que hemos hallado acerca de los rincoros, las cuales se deben a Carlos Valverde López. En sus ?Memorias Intimas y Populares?, y en el año correspondiente a 1860 nos cuenta que, para celebrar las grandes victorias obtenidas por Prim en África, se efectuaron en la Carrera del Águila (Carrera de Álvarez) grandes veladas patrióticas; se quemaron fuegos artificiales y la alegría y el bullicio reinaron por doquier. Mientras, los chicos jugaban a moros y cristianos (tradición perdida en Priego hace muchos años). Las chicas, nos cuenta, cantaban en los rincoros:

 

La plaza de Tánger

la van a tomar,

porque ya han tomado

la de Tetuán.

 

         Esta es, pues, la referencia local más antigua que poseemos, hasta la presente, respecto a coplas y rincoros. Es lástima que hable de guerra y no de amor. Aunque, desde luego, si retrata el desastroso siglo XIX.

         Pero donde Carlos Valverde, profundiza en el tema de los rincoros, en su novela ?Gaspar de Montellano?, publicada en Tip., de J. Azuaga, Málaga, en el año 1922, y más tarde en el periódico local Adarve, durante los años 1956-57-58, donde se recogen muchos aspectos costumbristas del Priego de la  época. Refiriéndose al verano en la Fuente del Rey dice: "(...) ¿Qué de ver y aún más de oír a los  pequeñines, un poco apartados del común paseo, enlazadas las manos, girando y cantando en múltiples coros, que llaman rincoros, con voces que por lo dulce dijérase que remedaban a la de los ángeles?"

         Estamos en verano y se hacían rincoros, en un pueblo donde el estío suele ser muy caluroso. Pero la época alta de los rincoros era el invierno. Cualquier motivo era bueno para ponerse a bailar. En su novela, C. Valverde, nos dice después de haber relatado -con una gracia exquisita- la matanza del cerdo: "(...) y allí era el yantar sin tasa y el beber sin tino; y después alzados los manteles, el cantar sin tregua (...)".      

         Se acerca la Navidad. Después de narrar la confección de los dulces, -aún hoy se continúan haciendo- prosigue: "(...) las consecuencias de este ambiente de optimismo y contento se patentizaban sobremanera por las noches, acentuándose cuando más se acercaba el tiempo pascual.

         El teatro habría sus puerta, los círculos y centros de recreo se animaban, las casas ardían en fiestas, y, en las calles y en las plazas, la gente del pueblo, alegre y bullanguera, no se cansaba de hacer rincoros.

         Esta diversión típica de Priego, muy buena para entrar en calor durante las noches invernales, consiste en asirse de las manos alternativamente mozos y mozas formando espacioso círculo, y girar moderada o vertiginosamente según lo demanda el compás de la copla cantada a coro. Y al par que se calientan los cuerpos con el trenzado de los pies, se enardecen las almas con el contacto de las manos. Pero no se pasa de ahí (...)".

         Y llega el día de Nacimiento: " Era costumbre que nadie trabajara; todo el mundo estaba de huelga y aún de juerga; máscaras, estudiantinas, cabalgatas, músicas, bailes al aire libre, rincoros (...). Así se continuaba, especialmente los domingos, hasta que se llegaba a su puesto más alto en las fiestas de la Candelaria y de los Carnavales. Después de éstos, se cerraba la temporada:

 

Muchachas, cantad, bailad,

que se pasa el Carnaval,

viene la Semana Santa

y tendremos que rezar.

 

         Pasan los años. El desarrollo va trayendo la uniformidad a los pueblos. Las tradiciones se van perdiendo. José María, en el año 1956, al hablar de la noche de las candelas, nos cuenta, con hermosa pluma, cómo van desapareciendo las tradiciones peculiares y características del pueblo: "(...) Al perderse la tarde del primer día de febrero, en las primicias de la Festividad Mariana de la Purificación, se divisaba, desde el Adarve, un

         Estaba anunciando una decadencia que ya no tendría remedio.





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