INICIO
 CURRÍCULO  
 NOTAS BIOGRÁFICAS  
 CRONISTA OFICIAL  
 ARTÍCULOS  
 LIBROS  
 FOTOTECA  
 ADARVE FOTOGRÁFICO  
 ENVÍA TUS FOTOS 
 VÍDEOS 
 NOTICIAS DE PRIEGO 
 ENLÁCENOS 
 LIBRO DE VISITAS 
 BLOG 

 

13.02. TROZOS ESCOGIDOS Y VELADAS LITERARIAS

 




Visitas
desde el 1 de mayo 2007
Historia de Priego de Andalucía - Carnavales en Priego

21. LAS MURGAS DE CARNAVAL

Murgas de Carnaval de las primeras décadas del siglo XX.



 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

 

         Otra manifestación folklórica, popular y priegueña de raigambre tradicional, que se sumaba al alboroto de las fiestas de los Carnavales, eran las murgas.

         Un puñado de amigos unidos por la amistad, con algún oído musi­cal, con ganas de pasarlo bien, y al mismo tiempo obtener unas pesetas era la condición necesaria y suficiente.

         Hemos tenido la suerte de poder charlar amigablemente con alguno de aquellos chicos -hoy venerables hombres maduros de más de se­tenta años- que nos han pintado con sus recuerdos el cuadro multico­lor de aquellos carnavales "de antes de la guerra", en los cuales ellos eran protagonistas destacados: don Manuel Salazar Bonilla, don Mi­guel Ruiz Gámiz y don José Mateo Porras eran componentes de una de las más famosas murgas de entonces. Con sus recuerdos hemos con­feccionando el comentario siguiente.

         Aquellos sí que eran años, nos divertíamos de una forma sana y ale­gre. En nuestra murga salíamos quince o veinte, a veces, más. Unas se­manas antes de que llegara el Carnaval, en casa de nuestro director, que se llamaba Paquillo, o en alguna cochera cedida por un amigo, ensayábamos, después de nuestro trabajo, las coplas que se cantarían durante los tres días de Carnaval y el domingo de Piñata.

         La música era copiada, como muchos de los componentes pertene­cíamos a la Banda Municipal de Música, teníamos acceso e informa­ción sobre diversas clases de partituras. Entre ellas seleccionábamos las que más se adaptaban a nuestros gustos y necesidades. Nosotros no sabíamos componer música. Las letras sí eran originales. Nuestro di­rector, que tenía un genio y una gracia extraordinarios se inventaba muchas letras. Otras veces, poetas locales se llegaban y nos entregaban algunas poesías cuyo tema era algún suceso del pueblo. Siempre can­tábamos más de veinte coplas, puesto que durante todo el año se iban sacando de las anécdotas graciosas y acontecimientos sobresalientes para hacer una crítica satírica, humorística, irónica y graciosa. Salíamos dos o tres murgas. La nuestra era una de las mejores, y no lo decimos con ánimo de orgullo petulante, sino porque se daba la cir­cunstancia de ser músicos algunos de los del grupo, los otros compo­nentes eran voces, teníamos a nuestra disposición los instrumentos musicales que eran propiedad del Ayuntamiento. La nuestra llevaba dos clarinetes, Mateo y Miguel: saxofón, Salazar; platillos, bombo, trompeta, bombardino y trombón. Las otras tenían instrumentos más pobres. Con canutos de caña, papel de fumar e hilo se fabricaban, unos pitos, un vibrato. Actualmente se venden en los comercios, pero en­tonces no pasaba esto. Se solían también acompañar de tambores, y, a veces, zambombas y flautas.

         Las murgas no tenían un nombre especial, cada año se les daba uno diferente que iban en relación con el tema predominante: betuneros, camareros, carboneros, miopes, etc. Casi todos éramos jóvenes con gana de fiesta. Mujeres no había ninguna. Ellas sólo eran observado­ras. En este canto de crítica satírica no participaban, aunque la mayoría de las coplas hacían referencia a las mujeres.

         La ropa que usábamos era muy simple. Se pagaba con lo que sacábamos pidiendo, pero las ropas eran muy económicas. Una vez nos hicimos unos uniformes formidables, exactamente, un frac que nos confeccionaron con tela negra de forrar ataúdes. El pantalón anchísi­mo de listas, y una corbata roja, gigante. Los bombines nos costó mucho trabajo conseguirlos. Todo aquello importó un total de doce pesetas o cosa así. Por calzado usábamos alpargatas, sandalias, zapatos con enormes hebillas, según el traje del año.

         La organización de las murgas era una cosa espontánea, una cosa entre amigos. No eran financiadas, ni patrocinadas por organismos oficiales, partidos políticos o cofradías. No recibíamos ninguna clase de ayuda económica, ni de ninguna otra. Ni se organizaban concursos donde se pudieran conseguir algún premio. Así que nosotros buscába­mos la financiación de las siguientes formas; dos de nosotros con trajes iguales a los que cantaban, con sombreros en la mano, iban recabando del auditorio alguna ayuda económica. Echaban una perrilla, una gor­da, un real. El que daba una peseta, ¡uh!, era un buen regalo. La otra forma de ganar dinero consistía en que la imprenta, en unos pliegos sueltos, nos imprimía las coplas del año, que se vendían a un real o dos, al mismo tiempo que se tocaba. Algunos años, también íbamos -subidos en el cajón de una camioneta- a las aldeas de los alrededo­res para ampliar el auditorio y engrosar la bolsa. El último día repar­tíamos de una forma igualitaria toda la recaudación, deducidos los gastos, todos nos llevábamos la misma parte: director y murguistas. Repartíamos a tres o cuatro duros. Para unos muchachos como noso­tros aquello era una fortuna, cuando una copa y una buena tapa costa­ban un real.

         Aproximadamente a las once de la mañana, de casa del director o de donde ensayábamos, se salía formados y marchábamos tocando pasa­calles. Visitábamos al Alcalde, a quién cantábamos todo el repertorio. Después a tocar por todo el pueblo; al llegar a una esquina el director decía: "Aquí", formábamos corro y tocábamos, a las órdenes de su batuta. La gente se arremolinaba en derredor nuestro, nos convidaban, echaban dinero y compraban los pliegos para conservar las coplas. El gran alboroto se formaba en el Paseíllo, donde acudían todas la mur­gas a interpretar y a cantar. Se formaba un barullo enorme con másca­ras, rincoros y juerga. Si había música, nosotros acabábamos antes, pues luego se tocaba ahí en la Plaza para que las máscaras bailaran y disfrutaran. Entonces el Paseíllo -ya lo han quitado ­estaba en alto. Tenía una pared a todo alrededor y escalinatas de acce­so para subir. Pero eso lo han rebajado. Construyeron un escenario para que pudiéramos tocar cuando lloviese.

         A todo lo largo de las primeras décadas del siglo, las murgas experi­mentaron diferentes altibajos. Fray Liberto (seudónimo), el año 1915, como hemos visto más arriba, nos comentaba en el periódico local Patria Chica, algunas notas sobre las murgas de ese año.

         En los años veinte y treinta hubo un incremento de murgas, como lo demuestra el buen número de coplas que hemos recopilado oralmente. El Carnaval de 1936 fue el último que salió en Priego. Hoy día, en numerosos pueblos y ciudades de Andalucía, han vuelto a renacer con una vigorosa fortaleza. Aquí existen intentos de ciertos grupos que deseaban resucitarlos de nuevo. ¡Qué consigan sus objeti­vos!





1021 Veces visto - Versión para Imprimir




Libro de
Visitas


Colabora con tus fotos



Buscador de Artículos



[INICIO] | [CURRÍCULO] | [BIOGRAFÍA] | [CRONISTA OFICIAL] | [ARTÍCULOS] | [LIBROS] | [FOTOTECA] | [ADARVE FOTOGRÁFICO]
[ENLÁCENOS] | [LIBRO DE VISITAS] | [ENVÍA TUS FOTOS] | [BLOG]


Diseño Web: © dEle2007