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Historia de Priego de Andalucía - Carnavales en Priego

30. SIN LA FIESTA DE MOMO

Los carnavales fueron prohibidos en los tiempos de Franco.



 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

 

         Como todos sabemos, Franco se sublevó contra la República en julio de 1936, así que este año no le dio tiempo a suprimir lo ya celebrado, pero en el siguiente de 1937, abolió a golpe de decreto la fiesta del Carnaval. El fascismo político y el integrismo religioso proscribieron una vez más una celebración popular pagana que estaba a leguas del nacional-catolicismo naciente y que pervivió durante cuatro décadas.

         La medida prohibitiva, surtió los efectos apetecidos. El Carnaval desapareció de todas las poblaciones españolas de una forma fulminante, pues no hemos de olvidar que era una celebración generalizada. Todo signo de manifestación externa fue quitado completamente, poniendo a los contraventores a disposición del gobernador civil. Así que máscaras, algarabía y murgas quedaron en el baúl de los recuerdos de las personas mayores y poco a poco la tradicional celebración fue desapareciendo de la memoria histórica de sus habitantes. Pero no del todo. El pueblo conservó, lo que le permitieron, que fueron los rincoros y los confetis. Los días de Carnaval, sin máscaras, los jóvenes de los diferentes barrios del pueblo hacían rincoros y allí batían palmas y cantaban durante muchas horas, a la vez que se despertaban los primeros enamoramientos. Y muchos, paseaban Carrera de la Monjas arriba y Carrera de las Monjas abajo. Arriba, abajo. Abajo, arriba. Normalmente se iniciaba el Paseo en el Paseíllo y se llegaba hasta la iglesia de las Mercedes. Era un deambular continuo de un lado a otro, de jóvenes que buscaban compañía y diversión sana, al mismo tiempo que se arrojaban montañas de papelitos unos a otros. Y tantos se tiraban por la mitad del siglo XX que la calle amanecía completamente cubierta de papelitos con más de una cuarta de espesor, hecho demostrativo de lo arraigada que estaba esta costumbre entre los jóvenes. Arrojarse papelitos unos a otros era la diversión predominante.

         Cuando la censura se fue haciendo más suave, se celebraron en el Casino, ya en la década de los cincuenta algunos bailes con motivo de los carnavales, a los que acudieron incluso vestidas de máscara algunas mujeres, pero eso sí, con la cara descubierta y sin pasear ostensiblemente por la calle. Por estos años se dieron bailes de Carnaval que eran muy concurridos, celebrándose del  mismo modo en Navidad. Como se bailaba en el salón de la primera planta, un artículo aparecido en Adarve en 1959  sugería la posibilidad de peligro por la gran cantidad de gente en continuo movimiento, indicando la necesidad de cambiarse al salón de abajo.

         Este aspecto de los bailes en el interior del Casino, bien en sus salones o en los jardines, se incrementará en el mandato de Alberto Rivadeneyra Galisteo quien quiso dar un cierto aire de modernidad a la sociedad por la década de los sesenta del siglo XX, redactando nuevos estatutos, comprando un televisor, reformando totalmente la repostería e inaugurando el llamado ?Jardín Parrilla?  donde se organizan bailes, y como decía el anuncio ?(?) pasará un rato agradable con buena música, temperatura ideal, extraordinaria iluminación, grato ambiente (?)?.  A estos bailes tenían entrada toda la juventud que lo deseara, organizándose sobre todo en el verano, pero también se hacían en el Carnaval como hemos indicado.

           Todavía cerca de los años de los sesenta, el semanario Adarve publicaba un edicto del alcalde que decía: «Se recuerda que según lo dispuesto por el Ministerio de la Gobernación están suprimidas las fiestas de Carnaval. Cual­quier acto, bien por parte de particulares o actividades comer­ciales que pretendan dar significado a estas fiestas, será seve­ramente sancionado por esta Alcaldía, siendo puestos los con­traventores de esta orden a disposición del Excelentísimo Sr. Gobernador Civil».

       Estaba todo muy claro: el que se mueva se la gana.





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