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Historia de Priego de Andalucía - Carnavales en Priego

36. ¡ESTO ES CARNAVAL!

Mi descripción del Carnaval del año 1992.



 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

 

         Algo muy poco parecido al Carnaval de otros pueblos es lo que se sigue celebrando en el nuestro. Por lo que en vez de decir «Esto es Carnaval», lo propio sería decir: «Esto no es Carnaval», a la vista de lo que ocurre, o mejor no ocurre en estos días.

Conste que el título de este apartado no es invención nuestra. Lo he copiado de la tele, y eso que dicen que no enseña nada. En la pequeña pantalla y desde el Teatro Falla, de Cádiz, hace muchos años ya, vemos cada febrero, a veces en marzo, los grupos, rondallas, comparsas y chirigotas haciendo de las suyas y cómo los gaditanos, los de la «Tacita de plata», aplauden a reventar, mientras a grito abierto, gritan y gritan: «¡Esto es Carnaval! ¡Esto es Carnaval!» Si hacemos caso a esta definición asamblearia y popular, sacamos como conclusión que si carnaval es lo que ellos están celebrando, nosotros estamos muy lejos de esta fiesta. Lo de aquí será todo menos carnaval. Lo cierto es que el nuestro es un carnaval muy apagado, sin brillo, espectacularidad y gracia. Parecemos otros, «ime cachi!»

         Resulta que en los pueblos de los alrededores se ha recuperado esta ma­nifestación de una forma total y absolu­ta. Baena, Cabra, Aguilar y Rute, por citar algunos, tienen sus comparsas, concursos y desfiles con los que hacen frente al aburrimiento o mejor a la serie­dad y compostura de los encorsetados usos y costumbres de cada día.

         En el pueblo de nuestra historia, con la llegada de la democracia, apare­cieron algunos grupos carnavalescos que incluso participaron en los concursos comarcales organizados por «Radio Prie­go», bajo la dirección de Rafael Álvarez Ruiz-Ruano, con lo que atisbábamos el inicio de un cambio. Aunque, quizás, esto haya sido la causa de su desapari­ción total hasta al día de la fecha. Se vieron tan lejos de la maestría y expe­riencia de los otros grupos, que cogieron con su actuación un complejo de inferioridad. Una pena, porque los novilleros están en proceso de aprendizaje. Hubo años que cantaron hasta tres conjuntos de Priego. Entonces veíamos esperanza en el hori­zonte, esfumada en los años siguientes. En este trance estamos, pues, sin sínto­mas de recuperación, esperando senta­dos, mientras tanto, las mascaradas au­sentes y la pícara coplilla criticona.

         El día 29 de este bisiesto empezó nuestro peculiar Carnaval. A la hora de los murciélagos, el Paseíllo se vio concu­rrido por la chiquillería, luciendo vestidos de máscara, bien en pequeños grupos o acompañados por sus padres. Había bas­tantes, pero este «bastantes», como in­definido cuantitativo está muy distante de muchos y más alejado de multitud, por lo que nos quedamos finalmente en unos pocos disfraces. Más cerca ya de la hora de los vampiros, salió a la su­perficie una amalgama más juvenil y adulta ostentando embozos y epatando ocultaciones de rostros cotidianos. De entre ellos, sobresalían, por su compostura y aderezo, un grupo de jóvenes vestidos de mantilla con sendas velas encendidas en las manos, que en rigurosa formación, en dos filas indias, desfilaron, en procesión sin santos, entonando, con fuerzas de adolescente, las oraciones religiosas que se recitan en las procesiones. La metáfora de su burla religiosa no creo que creara torturas en las mentes intransigentes a la vista de tal bufonada. En nosotros, risas de complacencia, porque el primer mandamiento de estas fiestas es reírse de nuestras más profundas seriedades. Amén.

         Otros grupos sobresalientes fueron el de las brujas con sus caras de verde lorquiano, y el blanco y puro de los ángeles celestiales, en este caso muchachas. De los más graciosos, el grupo de cuatro zagalones maduros metidos en trajes de bebés, andando en sus canastas infantiles a juego con el personaje al que daban vida. Beodos de alegría y vino, canturreaban una llovizna de coplas aprendidas en la radio. Sin embargo, la presentación más espectacular la consiguió el conjunto llamado «La Guillotina». Pueblo espectador, verdugo tamborilero y ajus­ticiado, junto con la guillotina y serón recoge cabezas, hacían gazpacho de risa con la sangre derramada en la Revolución Francesa. A todos estos grupos se les vio más tarde en la fiesta de carnaval organizada en unos bajos de la calle Cava por la Hermandad del Rocío, siendo los hermanos de esta agrupación los que pusieron la inventiva cáustica a estas saturnales de carnestolendas, organizando al final de la fiesta un concurso para premiar al mejor mascarón.

         El domingo de Carnaval y el siguiente de Piñata todo sanseacabó de la misma forma detallada, siendo el Club Fami­liar «La Milana» con sus «Currusnavalis '92" el que puso diversión, alegría, concursos, premios y, como condición para entrar en la fiesta, el disfraz.

         Por otra parte, en los colegios, desde hace algunos años, es ya tradición dedicar una tarde para celebrar las fiestas. Muchos alumnos, desde primero a octavo, se pringan en vestidos cada vez más suntuosos y caros. De esta guisa están dos horas paseando por los patios y pasillos, mientras se ríen unos de otros y beben algún refresco en la barra instalada por los alumnos de octavo a la caza de una peseta para financiar el viaje de estudios. Para animar el jolgorio estudiantil, van desfilando por un escenario y diciendo cada uno el nombre de su disfraz para general conocimiento.





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