© Enrique Alcalá Ortiz

         En el  nuestro libro ?Historia y anécdota del ?92 en Priego?, tenemos escrito lo siguiente sobre cómo vimos nosotros la Candelaria de este año:

         Las roscas y candelarias se resisten a desaparecer. Aunque en años pasados han tenido estas celebraciones momentos de vacas flacas, parece que últimamente las dos tradiciones, íntimamente ligadas, van sacando la cabeza y animándose en su letargo de años. Así como antes, pocas eran las familias que pasaban el día sin llevar el pan, -sobre todo las roscas- a la parroquia para que el sacerdote le echara agua bendita, hoy el tanto por ciento es bastante escaso. Se puso de moda, hace años, bendecir las roscas en el mismo horno donde se cocía el pan. Con este método se mataban dos pájaros de un tiro: por una parte, el cura se ahorraba mucho tiempo en recibir a tanto personal que era muy difícil reunir a una hora determinada, y por otra, el cliente ya se llevaba sus roscas benditas. Ganancias para todos.

         Sin embargo, este año 1992, aparte de que los hornos hacen sus panes especiales, para esta fecha, se han bendecido roscas en San Juan de Dios, Trinidad, y aldeas como El Higueral y Lagunillas. No obstante, la innovación más sugestiva ha sido introducida por Pedro Crespo, párroco del Carmen, que nada tiene que ver con el personaje literario, ?Pedro Crespo?, de Calderón de la Barca. Ayudado por grupos de familias cristianas, celebró el día 2, en su iglesia, lo que llamó Festividad de la Presentación de Jesús en el templo. Para eso avisaron a todos los padres cuyos hijos habían sido bautizados durante el último año en la parroquia. Y la verdad, acudió un gran porcentaje. Se contaban de cuarenta a cincuenta. Se veían a muchas mamás con sus llorones en brazos hechos una ricura de limpios y aseaditos, aunque muchos ya pasaban del año y daban sus corridas entre los bancos. Antes de empezar la misa, el párroco expuso los orígenes judíos de la ?presentación de Jesús? y que como era una experiencia nueva, a muchos les podía resultar extraña, pero todo se hacía bajo una base bíblica. El acto de la presentación resultó bastante emotivo para los asistentes. En la entrada cada matrimonio recibió una vela, una hoja con instrucciones y las preces que debían recitar. Así que cuando se terminó la lectura del evangelio y la homilía, los matrimonios se pusieron en pie, y tomando fuego del cirio pascual fueron encendiendo unas velas y mantuvieron un pequeño diálogo con el sacerdote que pidió gracias para los nuevos hijos, y la renovación de sus votos de fe, así como el deseo de estar dispuestos para educar en cristiano a sus retoños. Después de la presentación por parte del sacerdote, el ofrecimiento lo hizo un padre, Juan Antonio Siles de la Torre, en nombre de todos los presentes. Antes de la bendición, a todos los bebés se les impuso el escapulario de la Virgen del Carmen, y concluida la misa, se pasó a la bendición de las roscas, acto que también se había efectuado en la misa de las nueve y media. Casi dos horas duró la ceremonia. ?Para la primera vez, creo que ha sido un encuentro fabuloso?, nos dijo el párroco. En la parroquia de las Mercedes celebraron esta misma liturgia en la misa de la tarde.

         Por la noche de este día, un poco más tarde del anochecer, subimos al Calvario algunos amigos. El acceso en coche es posible desde hace mucho tiempo. La paradoja es que en los primeros años de la democracia, instalaron unas potentes farolas y resulta que allí donde no hay peatones, tienen más luces que en la calle Río. Siempre me he preguntado el porqué de ese despilfarro. Desde el monte contamos hasta ocho fogatas. Las más cercanas, como las de la Almorzara y la calle Loja, se veían flamear sus cuerpos al viento, las otras, las deducimos por el humo. Nos llegamos a la que estaba detrás de la gasolinera del «Carnero». Cada vez más, las hogueras se hacen en los descampados, en las afueras del pueblo, porque todas las calles están invadidas por los coches y encender fuego cerca de ellos sería bastante peligroso. Por esta razón, la policía municipal está en pie de vigilancia y hace la ronda del fuego para cuidar que no se produzcan muchos desmadres. La mayoría de los que hacen los fuegos son niños y chavales muy jóvenes, sobre todo varones. Su diversión, antiguo ritual, consiste en recoger palos y madera abandonados y hacer una pira lo más grande posible con llamas gigantescas que se elevan al cielo en una noche bastante fresca. Permanecen mirando las llamas y ha­blando. Algunos se pasan litronas de Coca Cola y en otras candelas, incluso se llevan unos chorizos de la recién elaborada matanza para hacerse unas tajadas al infierno. Ya no se canta. Esta tradición tan en moda antes de los años sesenta, que ampliamente hemos recogido en el «Cancionero Popular de Priego», se ha extinguido para siempre. La tele ha impuesto modas y modos diferentes.

        Al menos, el culto al fuego continúa y parece que despierta después de unos años de pocas fallas valencianas.

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