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09.06. ADARVE FOTOGRÁFICO. (Año 2007)

 




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Historia de Priego de Andalucía - Carnavales en Priego

41. CANDELARIA CON ROSCAS, BACALAO, ACEITUNAS "MAJÁS" Y RINCOROS

Una iniciativa cofradiera que se ha convertido en tradición.

 



 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

         Para conmemorar el IV Centenario de su fundación la Real Cofradía del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de la Soledad Coronada de Priego de Córdoba programó numerosos actos como pregones, exposición de sellos, cooperación con la vigilia de la Inmaculada, procesiones infantiles, fiesta de la Cruz, fiesta de San Antonio, homenaje a antiguos costaleros, acto de la coronación canónica de la Virgen y recuperación de la fiesta de la Candelaria. Para recordar tan señalados eventos le escribimos un libro titulado Crónica del IV Centenario 1594-1994. De allí copiamos cómo celebraron la Candelaria del año 1994:

         La celebración del día de la Candelaria o Purificación de Nuestra Señora ha resultado ser una sorpresa para la Cofradía y para el público asistente. Las numerosas previsiones que se hicieron a priori se quedaron cortas, porque los acontecimientos desbordaron, cual tormenta de verano, lo preparado para el acto.

         Ya el cartel donde se anunciaba la misa oficiada por el consiliario, la hoguera en la plaza de San Pedro y la venta de roscas con aceite, aceitunas "majás" y bacalao, terminando con los populares en otras fechas y extinguidos rincoros, había despertado mucha expectación en el pue­blo. En variados niveles de la población caló la idea de recuperar unas fiestas perdidas, y ya muchos anunciaban que estarían presentes. Ria­das de comentarios positivos ocuparon diferen­tes conversaciones que iban provocando las ganas de asistir. Creemos que se juntaron varia­dos aspectos que coadyuvaron al éxito del acto, como pueden ser la convocatoria por parte de una Cofradía, la misa, la fiesta verbenera y el recuerdo de una tradición perdida de un alto sentido lúdico.

         Las campanas anunciando la misa extraor­dinaria a las 8 y media de la tarde, quizás voltea­ron con más fuerza de la acostumbrada divul­gando el evento, a lo que se unió el disparo de algún que otro cohete. La iglesia pronto se vio abarrotada de fieles, sobre todo mujeres, y los bancos fueron escasos para todos los asisten­tes. Después de la homilía, el consiliario realizó la tradicional bendición de las rocas cuidadosa­mente colocadas en un catafalco. Mientras el pan iba humedeciendo su corteza dorada, mu­chas mujeres se acercaron presurosas con sus bolsas y canastos llenas igualmente de roscas y panes de distintas formas y se la ofrecían al sacerdote para que recibieran un rociado de agua bendita y así perpetuar la tradición apren­dida en su infancia. Como había más roscas y otras viandas preparadas en la puerta de acceso a la sacristía, el oficiante, ayudado por los dos cofrades que hacían las veces de acoletillos, pidió disculpas, por un momento se ausentó de la iglesia, y bendijo el resto de los alimentos preparados para la venta.

         Si dentro de la iglesia hubo gentío, la plazo­leta de San Pedro estaba cubierta materialmente de gente. A la que podíamos dar el calificativo de multitud. Aquello parecía el Viernes Santo en el otro compás. Ya las llamas de la hoguera se alzaban ondulantes, cambiando cada segundo su fisonomía volátil y muchos formaban círculo de acompañamiento para recibir la caricia de su energía gratificante. Otra gran parte de perso­nas, se apelotonaba sin normas y gesticulaba precipitadamente delante del mostrador coloca­do en la puerta de entrada a la sacristía. Daba la impresión que en esta sociedad del derroche y de la hartura, nadie había comido hacía muchos días. Y si bien ya no hay hambre, sí tenían ganas de comer. Una cuadrilla de hermanos se las veía y deseaba para acudir a tantas peticiones de roscas. El comerse un simple "joyo" al lado del fuego, se convirtió en un acto de lo más gratificante. Y así grupos de amigos y familias hacían malabarismos para tener en una mano la rosca empapada de aceite y en la otra un plato con unas pocas aceitunas "majás" y un trozo de bacalao. Por 20 duros te daban una rosca con un trozo de bacalao, seco y salado, las aceitunas con aliño casero y un chorreón de aceite de origen, a voluntad; la caña costaba 100 pesetas y el vino se escanciaba gratis. Casi al filo de la medianoche se sirvieron hojaldres de manteca con chocolate calentito. Poco más de media hora tardaron en servirlas 600 roscas preparadas, los 40 kilos de aceituna y los 7 de bacalao. Con lo que mucha gente tuvo que compartir su compra con los demás o bien mirar como otros hacían fiestas mientras degustaban los alimentos bendecidos. Nadie había previsto tal avalancha de concurren­tes. Si bien al principio, se mostraban reticentes para iniciar los rincoros, se fueron formando corros alrededor del fuego y más lejos de él para entonar aquellas famosas coplas de "Sácalo, sácalo, niña bonita".

     No sé si esta experiencia se volverá a repetir. Lo que nunca se me olvidará es la cara de satisfacción y espanto de los cofrades organiza­dores por su capacidad de convocatoria.





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